Mal de los Rastrojos: Cinco millones de personas en riesgo por falta de vacunas

La paralización del instituto Maiztegui de Pergamino, único productor de la Candid I, no podrá revertirse de inmediato, aun si se comenzara hoy.

Cinco millones de personas de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y La Pampa están en riesgo de contraer fiebre hemorrágica argentina, el temible «mal de los rastrojos». La producción de la vacuna que la previene está paralizada desde 2017 y, aun en el caso de que el instituto Maiztegui de Pergamino (el único que la produce) obtuviera hoy mismo el equipamiento necesario para reiniciar el trabajo, la recuperación de stocks no sería inmediata.

La decadencia del Maiztegui comenzó al tiempo que se jubilaba quien fue su directora durante cuarenta años, la doctora Delia Enría; una profesional reconocida y dueña de un enorme currículum. Cuando en el instituto esperaban que fuera abierto el concurso para reemplazarla, el gobierno nacional sorprendió con la designación de un interventor, un ignoto farmacéutico de apellido Bonel, sin ningún antecedente en investigación científica pero con un posgrado (master) en dirección estratégica y tecnológica orientada a los negocios.

La especialización de Claudio Alejandro Bonel, según informa la entidad que la brinda (el Instituto Tecnológico de Buenos Aires, en conjunto con la Escuela de Negocios EOI de España) «propone desarrollar las habilidades y conocimientos para transformar la innovación tecnológica en innovación de negocios. El participante aprenderá a aplicar la tecnología para la creación de valor y de ventajas competitivas sostenibles, desarrollando su capacidad de toma de decisiones y una visión integral y sistémica de los negocios».

Ese perfil profesional eligió el gobierno nacional a través de la ANLIS para conducir el Maiztegui. Los negocios. A confesión de parte…

Lo concreto es que la producción de la vacuna Candid I se detuvo, y no podrá reiniciarse mientras no sean reemplazados tres equipos dañados: un enfriador de líquidos, un equipo de ensayo de esterilidad y un contador de partículas, cuyo costo ronda los u$s 267.000.

Nuestra zona es endémica; la enfermedad no ha desaparecido desde que, en la década del 60 del siglo pasado, azotara a toda la región y produjera incontables muertes. En estos últimos años, las estadísticas dan cuenta de que, si bien el número de casos es menor, ha aumentado la mortalidad, llegando nuevamente a rondar el 30 por ciento que tuvo cincuenta años atrás.

Cabe acotar también que, aun en el caso de que los equipos dañados fueran reemplazados hoy mismo, la producción de vacuna no se reiniciaría de inmediato. Serían necesarios ocho meses para poner la planta nuevamente en funcionamiento, y otros tres para recuperar un stock suficiente para satisfacer la demanda de la zona endémica. No obstante, cada segundo cuenta.

Por el momento, las informaciones obtenidas indican que las inversiones necesarias no han sido realizadas y la producción de vacuna sigue paralizada, a pesar de la promesa de «invertir 26 millones de pesos» que, durante su visita a Pergamino un mes antes de las elecciones, realizaron el secretario de Salud de la Nación, Adolfo Rubinstein, y Claudia Perandones, interventora de la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud (ANLIS). Con posterioridad a tal visita fue presentado en la Cámara de Diputados de la Nación un pedido de informes fundamentado en denuncias sobre la paralización de la fabricación de vacuna.

El ajuste del Maiztegui significó, en 2019, un 80 por ciento menos de capacitaciones; un 6 por ciento menos de diagnósticos; un 34 por ciento menos en producción de biológicos para uso humano y un 40 por ciento menos de producción de inmunoterápicos para el tratamiento de la fiebre hemorrágica. Además, el instituto fue privado de su condición de centro de referencia para el diagnóstico de hantavirus; la operatoria quedó completamente concentrada en el Malbrán, en Buenos Aires, una decisión difícil de entender si se considera que la rápida identificación de la enfermedad es fundamental para su tratamiento (con la consecuente reducción de los índices de mortalidad).

«Si bien hay menos casos desde que existe la vacuna, los que hay son más mortales. Mientras en la década del 90 la mortalidad rondaba el 5 o 6 por ciento, ahora se elevó al 30; y si dejamos de vacunar puede ser una catástrofe en la zonas endémicas», resumió el médico sanitarista Nicolás Kreplak, presidente de la fundación Soberanía Sanitaria.(Portal de Rojas)