Colón: Abordar el suicidio como política de Estado

Ante un nuevo caso de suicidio  en Junin Semanario Junin  señala “De acuerdo con las Estadísticas Vitales del Ministerio de Salud de la Nación, en el país se producen más de 3 mil suicidios por año, y la Patagonia es la región del país con mayor tasa de suicidios, mientras que Cuyo registra la menor cantidad de casos.

Contabilizando casos anuales, cada 100.000 habitantes la Argentina (10,3) se ubica número 66 en el ranking de 172 países con mayor tasa de suicidio, luego de Rumania (10,5) y seguida por la República Democrática del Congo (10,1).

Si la media del país es de 10,3 cada 100.000, quiere decir que nuestra ciudad casi dobla en cantidad de casos, por lo que esperar un abordaje integral por parte del Estado sería sumamente importante.

La tasa de suicidios también es superada en forma amplia  en Colón y  también se necesita una política de Estado. No es la única la tasa por  muertes de colonenses que  supera la media nacional. El cáncer las lidera .  La estadística de seis años, nos demuestra que   el 24 por ciento  de los fallecidos anuales sufrieron está enfermedad terminal  cuando la media nacional es  de 17.  Sin contar los enfermos que se curan. Sin embargo nada se hace.

Según las fuentes profesionales del ministerio “la persona que se suicida no desea morir, sino que está transitando una situación de ambivalencia en su vida, es decir, desearía morir si su vida continúa de la misma manera, pero desearía vivir si se produjeran cambios significativos en ella”.

Otro mito que se busca desterrar es el de que “se cree que el que dice o amenaza con quitarse la vida, no lo hace, sin embargo, la mayoría de las personas que se suicidan, hicieron saber el propósito de acabar con su vida”.

Toda persona, antes de cometer un intento de suicidio, evidencia una serie de señales que de ser detectada a tiempo puede ayudar a evitarlo. El suicidio no ocurre sólo por impulso, de ahí la importancia de ofrecer algún tipo de contención por parte de las áreas puntuales del municipio, algo que todavía no funciona.

El suicidio o intento de suicidio puede ocurrir durante un proceso depresivo o no. Los comportamientos suicidas se han asociado con depresión, abuso de sustancias, esquizofrenia y otros padecimientos mentales, además de comportamientos destructivos y agresivos. Sin embargo, esta asociación no se debe sobrestimar. No hay una relación directa entre el sufrimiento que padece quien desea terminar con su vida y los padecimientos o enfermedades mentales.

De hecho, hablar con una persona sobre sus intenciones de matarse no incrementa la posibilidad de cometer suicidio. Dialogar sobre el tema reduce la posibilidad de cometerlo y puede ser una oportunidad para ayudar a quien lo está padeciendo.

        UNA MIRADA SOCIOLÓGICA

Hay un abordaje psicológico de la situación que, sin lugar a dudas, realiza valiosos aportes para entender la situación y particularmente en la proposición de soluciones. Sin embargo, también hay una mirada sociológica que nos advierte acerca del contexto del individuo y la contención que propone o no la sociedad en la que convive.

 

Se advierte por caso y se refleja en los hechos de nuestra ciudad que son los hombres más proclives a cometerlo que las mujeres. De los 18 hechos constatados en nuestro medio, sólo uno es de una mujer joven y ello se explica según los profesionales en que los varones son más remisos a pedir ayuda frente a una situación problemática, mientras que las mujeres se angustian y consultan a su círculo afectuoso o a un profesional.

Émile Durkheim fue un sociólogo y filósofo francés que estableció formalmente la sociología como disciplina académica y, junto con Karl Marx y Max Weber, es considerado uno de los padres fundadores de dicha ciencia.

Para Durkheim, el suicidio evidencia “cierto estado del alma colectiva” como la afectación que el grado de integración (como una magnitud mensurable) de distintos medios sociales ejerce sobre la determinación de darse muerte voluntariamente, la forma más adecuada que encontró para abordar su estudio manteniendo la idea de que las motivaciones de los individuos, y en este caso la que parece más inextricablemente privada, deben ser explicadas o entendidas en el contexto de lo colectivo.

Por ese motivo, resulta importante entender el papel del Estado en estas cuestiones, tanto desde lo social para evitar exclusiones, como desde la posibilidad de aportar herramientas en favor de la salud mental.

Porque es bueno entender que, de alguna manera, el suicidio aparece como una ruptura de los lazos entre el individuo y el grupo.

En la obra de Durkheim hay dos maneras abordar este tema: a través de las formas de solidaridad social y los tipos sociales, como tipologías representativas de los vínculos establecidos por los miembros de una sociedad en el primer caso, y como paradigmas aunque discutibles en términos de fundamentación histórica, como el mismo Durkheim reconoció al formularlos de las distintas formas de constitución de la sociedad como asociación de individuos.

Es indudable que el “estado de bienestar” que se basa en el ejercicio de la función pública, es decir, la intervención del estado en la economía y sociedad para una mayor redistribución de la riqueza que mejora las condiciones socioeconómicas y de salud de la población, incluye esta situación.

Por ese motivo, Durkheim consideraba al suicidio como un síntoma o un indicador de “afección colectiva” en alarmante crecimiento, ya en las primeras décadas del 1800.

Pero el sociólogo también se interesó en analizar el suicidio propio de las “sociedades inferiores”, ya que creía que evidenciaba una falla de funcionamiento del sistema social, pero no de cualquier falla: “Al poner fin a sus días, el individuo muestra que el grupo al que pertenece no tuvo la suficiente presencia ni fuerza para retenerlo de esta huida radical o, por el contrario, que estaba demasiado presente y el individuo no tuvo la suficiente fuerza para sustraerse de la influencia del grupo”.

Por lo tanto dejaba al descubierto los defectos en las funciones básicas de la sociedad, como son la retención de sus miembros y la fijación de los cánones éticos, planteando la siguiente hipótesis: “El suicidio varía en razón inversa del grado de desintegración de los grupos sociales de que forma parte el individuo”.

Exponía el sociólogo que el suicidio egoísta es una respuesta de parte de individuos que no se hallan sujetos a los “fines comunes” de la sociedad, pero no por una decisión personal de sobreponer egoístamente su personalidad individual a la “personalidad colectiva”, sino porque el estado mismo del medio social en que viven así lo determina: “Cuánto más debilitados son los grupos a que pertenece, menos depende de ellos, más se exalta a sí mismo para no reconocer otras reglas de conducta que las fundadas en sus intereses privados”.

Y respecto a la “grieta”, tan promocionada por nuestros días, con sectores claramente radicalizados, Durkheim ejemplificaba que “bajo circunstancias especiales, como las guerras y las invasiones al territorio nacional, la sociedad política reacciona fortaleciendo su integración reduciendo considerablemente la cifra de suicidios. En 1870, la guerra franco-prusiana hizo descender en casi mil los casos de muertes voluntarias, en relación al año anterior”.

No es la guerra en sí misma la que genera ese efecto preservador, sino que ante un peligro común los individuos se hallan más fuertemente sujetos a los sentimientos colectivos.

Un tema particular para analizar frente a la situación que vivimos en estos días, donde a pesar de la crisis en algunos casos las diferencias entre una y otra facción política sigue ampliándose.

Del mismo modo, el sociólogo apuntaba que “la sociedad conyugal y la familia son dos caras de un mismo análisis, ya que es en general la existencia de hijos la que actúa como un factor de preservación; mientras más numerosa es ésta, más integrada resulta. Los hombres son los que más se benefician con la reglamentación moral de la familia. En realidad no es el matrimonio, entonces, sino más bien el medio familiar, lo que contribuye a moderar la tendencia al suicidio”.

 

Durkheim concibió la tendencia al suicidio como algo colectivo, en oposición al sentido común y a las explicaciones imperantes en su tiempo, poniendo el foco en que las causas del hecho radican en los medios sociales que afectan la vida del individuo, y que lo preservan o impulsan, frente a determinadas circunstancias, a conservar o a quitarse la vida, según su grado de integración (la forma de tener la sociedad a sus miembros) o su rigidez normativa. La primera variable se sintetiza en la relación individuo sociedad y la segunda en la reglamentación moral, aspectos que habrá que abordar para empezar a prevenir un agudo flagelo».

Observaciones de prevención

-Reconociendo los signos de alerta

-Aislamiento

-Persistencia de ideas negativas

-Dificultad para comer, dormir y trabajar

-Desesperanza

-Llanto inconsolable

-Repentino cambio de conducta

Cómo ayudar

-Mostrando interés y apoyo

-Respetando las diferentes expresiones de sentimientos

-Eliminando prejuicios. El suicidio no es ni bueno ni malo, tampoco un hecho delictivo, es una situación de sufrimiento

-Desde casa, desde la escuela, desde cada espacio, motivando a las personas

-Para que hablen sobre cómo se sienten

-Para que tengan amistades saludables

-Para que tomen decisiones de manera autónoma

-Para que aprendan a manejar situaciones de estrés y dificultad

-Para que aprendan a perseverar cuando la ocasión lo requiera y a renunciar cuando sea necesario

-Para que tengan buena autoestima

-Para que desarrollen habilidades e inteligencia emocional para resolver problemas