A solo tres cuadras de la escuela está “Olimpo”, un centro clandestino de detención, tortura y exterminio que funcionó durante cinco meses, entre agosto de 1978 y enero de 1979, en la última dictadura militar. Allí se calcula que cerca de 500 personas fueron secuestradas. La mayoría de ellas aún siguen desaparecidas.
Proyecto
Según informa el medio Gaceta Educativa, en ese espacio la Escuela Técnica N° 8 lleva adelante el proyecto “Acuaponia, sustentando la memoria”. Estudiantes de primer y segundo año participan de una huerta orgánica junto a una primaria de la zona. La iniciativa fue creciendo: comenzó como un proyecto modesto de cultivo que fue premiado en una feria de ciencias que organiza el ministerio de Educación porteño. El jurado le propuso escalar el proyecto e intervenir el centro clandestino de detención.
“En un principio, hacía agroponia, que son cultivos en espacios reducidos. Ahora con la acuaponia buscamos generar nutrientes a partir de estanques de peces nativos. Los desechos de los peces son nutrientes, liberan el agua de toxinas, y luego se llevan a cultivos en tierra. La idea es generar un circuito”, explicó Mónica Arbiter, rectora de la escuela desde 2018.
Modalidades de la escuela
La escuela técnica tiene especialidad en Química, pero también dispone de un anexo donde funciona el bachiller orientado en Ciencias Sociales. El proyecto invita a las dos modalidades a participar. Muchos de los estudiantes de la escuela vienen de hogares vulnerables, incluso viven en asentamientos sin agua potable o gas. La experiencia, dice la directora, “los transforma”. Es una instancia de aprendizaje, que a la vez contagia interés por el medioambiente y por el momento histórico más oscuro de la Argentina.
“La escuela fábrica los nutrientes madres para otras cincuenta instituciones, muchas de ellas escuelas públicas o privadas de la Ciudad de Buenos Aires. Cada escuela se lleva un poco y en sus establecimientos lo reproducen. De cada kilo se pueden hacer casi 50 kilos. Por lo que el proyecto se replica”, señaló Arbiter.
Ese proyecto, sumado al componente histórico y a la cooperación entre escuelas del barrio, llamó la atención del jurado del World’s Best School, que la nominaron entre las 10 candidatas en la categoría ambiental. Si bien el premio se lo llevó ayer una escuela filipina, la Bonuan Buquig National High School, el colegio de Floresta mantiene el orgullo por la distinción.
“Es un orgullo para nosotros. Somos una escuela pública, que como toda escuela pública está abierta a la comunidad. Recibimos a nuestros estudiantes y los formamos con título profesional, ya listos para trabajar en distintas industrias como la farmacéutica, la perfumería o la medicinal. Trabajamos con lo que tenemos y logramos cosas maravillosas”, concluyó su rectora. (InfoGEI)