Se trata de un pariente de los cocodrilos actuales, de unos 100 millones de años. Los restos fósiles, hallados en Río Negro, permiten conocer la dieta de la especie, a la vez que brindan más pistas sobre la diversidad de la fauna de la región y las particularidades anatómicas y físicas de este grupo del desierto.
Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)- Si algún viajero en el tiempo tuviera chance de viajar unos 100 millones de años atrás, en alguna región entre las actuales provincias de Neuquén y Río Negro, se encontraría, entre la rica fauna de la época, un grupo particular de cocodrilos, los araripesuquios, de no más de un metro y medio de largo y 40 centímetros de alto. Estos animales tenían un hocico angosto y con las fosas nasales al frente, ubicadas del mismo modo que las de un perro o un zorro.
Ahora, investigadores del CONICET, de la Fundación Azara y de otras instituciones hallaron en el Área Paleontológica de La Buitrera, en Río Negro, restos de una nueva especie de estos antiguos cocodrilos: Araripesuchus manzanensis, un animal que se diferencia de las anteriores especies halladas en Argentina por sus dientes posteriores menos puntiagudos, más redondeados.
“Esos dientes, que llamamos molariformes, recuerdan a los que podríamos ver en algunos mamíferos que comen animales pequeños de caparazón duro, como caracoles e insectos, lo que se conoce como dieta durófaga. Sin dudas, tener una especie más de araripesuquios aumenta la diversidad de especies de lo que vamos conociendo”, subraya a la Agencia CTyS-UNLaM el doctor Sebastián Apesteguía, investigador del CONICET y la Fundación Azara y uno de los autores del trabajo.
Fue justamente Apesteguía el que había descubierto, junto al investigador Diego Pol, otra de las especies de este grupo, en 2005: el Araripesuchus buitreraensis, también en Río Negro. La otra especie de la región -además de otras tres halladas en África- es el A. patagonicus, de Neuquén.
El trabajo actual, publicado en la revista científica Journal of Systematic Palaeontology, cuenta con una descripción detallada enfocada en dos cráneos casi completos, de no más de 10 centímetros de largo, además de una mandíbula con la porción anterior del cráneo. Además, se realizaron tomografías computadas para una mejor descripción de los huesos que se encontraban cubiertos de sedimento.
Un cocodrilo con aires de zorro
Cuenta Apesteguía que, en el caso de los araripesuquios, sus ojos se hallaban a los costados de la cabeza y los brazos y piernas, en lugar de salir hacia los costados, y se ubicaban bien debajo del cuerpo. “Así, llevaban su panza lejos del suelo y eso les permitía ser animales ágiles que recorrían al trote el desierto buscando comida animal o vegetal, de un modo más parecido al de los zorros actuales que al de otros cocodrilos. Por eso los conocemos como cocodrilos-zorro”, describe.
De acuerdo con hallazgos anteriores, se sabía que este grupo de cocodrilos era “exitoso”, en relación con que se habían encontrado restos de sus especies en varios lugares. “Pero el hallazgo de Araripesuchus manzanensis es clave porque nos da indicios de cuán diversas pueden ser las especies dentro de este mismo grupo en relación con su dieta. No es fácil hallar nuevos animales que tengan fuentes de alimentación diferentes”, precisa el investigador.