“Este tema se cerró para siempre, me pidieron de un medio que haga una reseña pero les dije que ahora me preocupo más por gente que respeta el mar e irónicamente muchas veces tiene que enfrentarlo y terminan muriendo», dijo Eugenio Bignes, uno de los más activos participantes en la búsqueda de los náufragos sampedrinos. Entre 2014 y 2017, en la misma zona y en el mismo período el mar se cobró la vida de 25 personas.
El martes la Marina de Brasil comunicó el archivo definitivo de la investigación
Horacio “Mono” Morales, Jorge “Pulga” Benozzi, Mauro Capuccio y Alejandro Vernero zarparon del puerto de San Fernando el viernes 22 de agosto de 2014 para emprender un viaje de aventuras que debía terminar cuando amarraran en la costa de Río de Janeiro. Llegaron a La Paloma, Uruguay, para hacer una reparación al barco y adentrarse nuevamente en el mar, pese a las condiciones climáticas que se avecinaban y al “alerta vermelho” con el que la marina brasileña advirtió a todas las embarcaciones que cruzaban el océano en esos días. El 27 de ese mes fue el último contacto de los tripulantes con su familia, cuando ya habían perdido el timón y probablemente —siempre por la reconstrucción del accidente que hicieron especialistas—, sin el capitán del Tunante.
Nunca se pudo establecer si ya eran tres cuando, con la poca batería del teléfono que utilizaron, solicitaron ayuda. El único barco que los avistó durante la madrugada los perdió de vista en medio de la tempestad que se desató y que, según relataron luego los marineros del Selje, estaba ya sin luces que permitieran el seguimiento en medio de olas de siete, ocho y hasta nueve metros. A principios de septiembre, un barco pesquero rescató una balsa en la que había un blíster de medicamentos, una camisa amarrada como bandera a un pequeño mástil y una cartuchera con pertenencias de Horacio “Mono” Morales, tal vez el único que logró sobrevivir un poco más que sus compañeros. Esa es la hipótesis sobre la que trabajaron en la intensa búsqueda que desde Brasil y Argentina se prolongó por mucho tiempo más que el previsto para este tipo de tragedias.
Por tierra, por aire y por agua, el despliegue fue una sorpresa para los hombres y mujeres de mar que además se sumaron a una búsqueda cargada de tantas esperanzas como ingenuidad y que se multiplicó en miles de internautas que buscaban milímetro a milímetro sobre imágenes satelitales que proporcionó Tomnod durante varios meses.
25 muertos, ciclones y temporales
A tres años de aquella última llamada y con el informe de la marina brasileña, que ya dio por cerrado el caso, la información sobre víctimas fatales no cesa. Tomando como base el mismo período que va de julio a noviembre, en el que las tempestades arriecian y se pronostican, veinticinco personas perdieron la vida. El último naufragio se produjo con siete tripulantes de un barco pesquero y a menos de 30 kilómetros de la costa de la playa Casino, estado de Rio Grande do Sul. El barco “venía escapando del ciclón generado en alta mar cuando una ola de seis metros acabó con el pesquero de 22 metros de eslora. De esto fue testigo el hermano del capitán, que estaba en otro pesquero”, describe Bignes. El trágico incidente ocurrió en la misma latitud del Tunante II. Se produjo el viernes 11 de agosto pasado. “Lamentablemente, aparecieron sólo dos cuerpos y, muy lejos de ellos, una balsa vacía. Uno de los cuerpos fue hallado a 80 kilómetros de distancia una semana después del naufragio y, pasados 14 días, dieron por terminada la búsqueda”, concluyó.
Hizo mucho frío, estaban cansados
A la hora de reconstruir los sucesos, Eugenio Bignes recuerda: “Post 26 de agosto, hizo mucho frío y estaban cansados. No hay quien resista la térmica con el viento y el cuerpo mojado. Esos días, durante la madrugada, en el continente, en Río Grande, la mínima fue de 4.5 grados a 350 kilómetros mar adentro. La sensación térmica debería ser muy baja y es muy duro mantener la temperatura del cuerpo. Si no me equivoco, en esa época, entre fin de agosto e inicios de septiembre, la temperatura promedio del mar fue de 18 grados, o sea baja, pudiendo ocasionar hipotermia en contacto directo y prolongado, lo digo por experiencia propia. Desgraciadamente el clima fue implacable. El 3 de septiembre entró otra tempestad, extremamente fuerte y que se extendió hasta el día 7, inclusive, sin contar la del día 14 y la de septiembre; esta última, con olas de 4 metros y ráfagas de 90 kilómetros por hora, le hizo perder el timón al Kat, el velero de la conocida familia Schurmann, en el inicio de su tercera vuelta al mundo, que recién partía de Itají en Santa Catarina. A raíz de este incidente, tuvieron que entrar en emergencia en el puerto de Imbituba, quedándose varios dias reparando el Kat. Aquel septiembre fue duro, pero no tan duro como fue septiembre-octubre de 2016, donde murieron otras nueve personas en dos naufragios a raíz de otro violento cliclón extratropical en alta mar, con olas de 10 metros y vientos de 110 kilómetros por hora”.(San Pedro)