Se trata de un hallazgo realizado por científicos del Museo Paleontológico de San
Pedro. Según los análisis, se trataría del ataque de una especie de oso también gigante,
el mayor carnívoro de la época, lo que prueba la interacción entre la megafauna de hace
200 mil años.
Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)– Los fósiles hablan, cuentan
historias de hace miles y miles de años para quienes quieran “escucharlas”.
Investigadores del Museo Paleontológico de San Pedro, en la provincia de Buenos
Aires, hallaron el húmero de un perezoso gigante con signos de una fuerte quebradura
sin cicatrizar. Los análisis comprobaron que se trató ni más ni menos que de una
mordedura, provocada por un oso prehistórico.
“Fue una verdadera lucha de gigantes. El húmero encontrado mide 65 centímetros y
pertenece a la especie Lestodon armatus, un perezoso que, erguido, medía entre 3 o 4
metros de longitud, con un peso de más de dos mil kilos y con garras de 20 centímetros
de largo. Y el atacante, un oso perteneciente al género Arctotherium, también alcanzaba
fácilmente los cuatro metros, con colmillos de más de 6 centímetros de largo”, describe
el director del Museo José Luis Aguilar, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.
El húmero -hueso largo de la extremidad superior- fue hallado en Campo Spósito, un
prolífico yacimiento de fósiles ubicado en una zona conocida como Bajo del Tala y que,
hace más de 200 mil años, era el lecho de un río. Ya al extraer el fósil, el grupo vio que
había algo particular en el descubrimiento.
“Nos sorprendió un poco al limpiarlo porque notamos las dos marcas de quebraduras,
con el hueso hundido y sin signos de cicatrización. Nuestra primera hipótesis fue que
había sido una pisada, algo común cuando los huesos quedan semi hundidos y otros
animales pasan por encima”, detalla Aguilar.
Sin embargo, cuando limpiaron la otra cara del fósil, descubrieron que había una marca
sumamente similar. “Trabajando articuladamente con el doctor Leopoldo Soibelzon,
paleontólogo del Museo de Ciencias Naturales de La Plata e investigador del
CONICET, llegamos a la conclusión de que un gran carnívoro había tomado por el
brazo a este animal”, agrega el científico.
Faltaba, una vez aclarada la causa de semejante marca en el hueso, determinar qué
especie había sido responsable. “Hicimos un experimento sencillo pero efectivo. En el
Museo de San Pedro tenemos un cráneo muy completo del oso Arctotherium, y lo que
hicimos fue colocar el húmero recién hallado en sus fauces, simulando la mordida. Y las
marcas de los molares, que son los que hacían más fuerza, encajan perfecto en esa
mordedura”, resalta Aguilar. Restan, claro, más análisis a los hallazgos.
Los investigadores manejan dos hipótesis. La primera de ellas es que el oso haya
encontrado al perezoso ya muerto y se haya alimentado como carroñero. “La otra
escena, que consideramos más probable, es que el oso atacó directamente al lestodonte
adulto, produciendo esa feroz mordida. La ausencia de cicatrización en las fracturas del
hueso, en todo caso, nos lleva a inferir que la mordida se produjo en un momento muy
cercano a la muerte del perezoso”, puntualiza.
Testimonios de enfrentamientos
Para el grupo de investigación -integrado, además de Aguilar, por Simonini, Parra,
Chiodini, Martínez, Saucedo y Swistun-, el fortuito hallazgo de este húmero quebrado
representa una prueba importantísima en el campo de estudio.
“Se convierte en la primera evidencia concreta que tenemos de una interacción fuerte,
en este caso una pelea, entre estos perezosos y osos gigantes, integrantes de la
megafauna prehistórica de esa época- analiza Aguilar-. Podemos dar cuenta de que los
osos se animaban a atacar a los lestodontes, animales que, además, solían andar en
manadas, como pudimos comprobar en un hallazgo hace algunos años de varios
ejemplares juntos”.
“Desde hace varios años trabajamos sobre distintas hipótesis vinculadas a la dieta de
estos enormes y feroces osos que habitaron América del Sur durante el Pleistoceno.
Hemos realizado múltiples análisis empleando diferentes técnicas como la morfometría
geométrica, la paleopatología, biomecánica y análisis de isótopos estables”, suma, por
su parte, Soibelzon.
Las evidencias, señala el investigador del CONICET, son sumamente relevantes. “El
hallazgo confirma la capacidad de estos osos para quebrar huesos y consumir carne de
otros mamíferos de gran porte y proporciona una de las primeras evidencias científicas
directas de interacción entre la megafauna herbívora y los osos del género
Arctotherium”, concluye el investigador de la UNLP.