Es un hecho que YPF (y otras grandes operadoras) vienen disminuyendo sistemáticamente sus inversiones de la actividad convencional desde hace casi una década, con un ritmo de inversiones que a la par se vio incrementado en el no convencional.
El nuevo directorio de YPF no ha hecho más que acelerar y precipitar un final anunciado, que es su retiro de los yacimientos maduros para ir a yacimientos de máximo potencial como Vaca Muerta, y eventualmente el offshore o Palermo Aike.
En un mercado altamente concentrado, es un enorme desafío encontrar sustitutos aptos (con solvencia técnica y económica financiera) en forma rápida para reemplazar la salida de un jugador clave. El mercado del upstream tiene enormes barreras de entrada tanto técnicas como de capital.
La velocidad con la que se está llevando a cabo el proceso de transición iría en contra de una salida ordenada.
Está por probarse la hipótesis de que empresas más pequeñas que YPF puedan ser más productivas y rentables en la explotación de este tipo de yacimientos maduros.
Existe un riesgo real de que ingresen empresas sin la suficiente capacidad técnica, ni de capital, para practicar un negocio de “ordeñar la vaca” y dejando un “pague dios” en un futuro con la paralización total de los yacimientos y dejando los pasivos ambientales sin sanear.
Debe tomarse muy en cuenta el enorme costo económico los pasivos ambientales y el riesgo ambiental que conlleva no sanearlos, exigir su remediación, y/o considerar los montos estimados de los mismos en todas las negociaciones.
Preocupa la continuidad de los puestos de trabajo durante el proceso de transición. Según trascendidos de dirigentes sindicales se estima que sería factible una cobertura de al menos el 80% de los salarios de los trabajadores, que permanecerán en espera hasta que concluya el traspaso, pero con los puestos de trabajo garantizados. Se menciona también la posibilidad de retiros voluntarios o jubilaciones para trabajadores que reúnan esas condiciones o estén cerca. (InfoGEI)