(Por Cynthia Calvigioni) Antes de morir envió una postal a su amigo de la infancia, Rómulo Despósito, quien viviera en la ciudad cercana de Ramallo. Sus familiares aún conservan la postal, de entrañable valor histórico. En forma exclusiva Cynthia Calvigioni pudo acceder a los detalles de esta historia fascinante.
Cuando uno escucha estas historias se sumerge en el misterioso encanto de lo increíble, de lo real con sabor a místico, de un hecho verdadero que con el paso del tiempo parece transformarse en un cuento, en el que se mezcla la historia, las raras coincidencias del destino y el desenlace trágico e inevitable.
Esta historia estuvo oculta entre las hojas de un libro, y durante ese período de letargo desafió el paso del tiempo que, inexorablemente, transcurrió y produjo que esta simple postal se convirtiera en un objeto de carácter histórico.
Una amistad
Todo comienza cuando, a finales del siglo XIX, Rómulo Despósito y Edgardo Andrew, quienes son los personajes principales de esta historia, eran solo unos niños pequeños. En su Río Cuarto natal se criaban bajo la inmensa tranquilidad de una población que iba creciendo al ritmo del país.
Allí, siendo infantes, iniciaron una amistad que seguiría intacta a pesar de los años y la distancia que luego los separó. Tras terminar los estudios universitarios, Rómulo Despósito, cuyos parientes residen actualmente en la ciudad de Ramallo, obtiene una beca para realizar un posgrado en Europa.
Con el título de médico veterinario y un brillante porvenir emprende su viaje a la Universidad de Turín.
Es allí, mientras se encuentra realizando sus estudios de posgrado, cuando recibe la postal de su entrañable amigo Andrew, que ochenta y cinco años más tarde es descubierta casualmente por familiares y se convertiría en un invalorable documento histórico
El argentino
Edgardo Andrew fue el único argentino que se embarcó en el Titanic. Su fatal destino estaba marcado por un sello trágico. A los 17 años el joven Edgardo partiría a Inglaterra para estudiar ingeniería naval.
Una invitación de su hermano Alfredo, quien lo invitaba a su casamiento en los Estados Unidos, marcó el comienzo de su trágico final.
El muchacho abandona sus estudios y decide emprender el viaje hacia el país del norte de América en el barco que lo haría inmortal. Pero su camino seguramente estaba ya trazado por líneas de coincidencias que lo llevarían a la fatalidad.
Pues Edgardo Andrew había tratado de conseguir pasajes en la embarcación “Oceanic”. Pero una huelga de carboneros impidió que pudiera conseguir un pasaje para viajar en este barco. Esto provocó que Andrew adquiriera un boleto de segunda clase en el Titanic.
La postal
La última parada que realizó el Titanic fue en Irlanda. Desde allí Andrew le envía una carta a su prometida Josey, una postal a su familia en Córdoba y otra a su amigo Rómulo, quién en ese momento se encontraba en Turín.
La postal decía textualmente: “Desde el barco más grande del mundo, te saluda tu amigo que va en viaje a los EEUU. Ayer salí de Inglaterra, así que no nos veremos en Londres. Tu amigo. E. Andreuw” En aquella época la correspondencia tardaba meses, en llegar, por lo que familiares y amigos recibieron cartas y postales tiempo después de enterarse de su muerte.
La increíble historia
Con el paso de los años, Rómulo Despósito comentaría a sus hijos la pérdida de su amigo en el naufragio del Titanic. Para sus hijos, la historia contada por Rómulo era una especie de leyenda real, lejana, basada en recuerdos relatados un sin fin de veces.
Tras morir Rómulo, uno de sus hijos contó la historia a sus propios hijos. El relato se había convertido en una historia más cercana a un cuento que a un hecho real. Pero en 1993, diez años después de fallecido Rómulo Despósito, su nieta, Elena Despósito, encontraba guardada la prueba que demostraba que esta historia era verídica: la postal enviada por Edgardo Andrew desde el Titanic.
La misma se había perdido y estuvo guardada entre las hojas de un libro por muchísimos años. Por casualidad Elena la encontró, revisando uno de ellos en la biblioteca familiar de la casa, ubicada en la Avenida San Martín, de la localidad de Ramallo. Fue así como con la evidencia de la postal y el relato que había sido trasmitido de una generación a la otra, sus nietas comenzaron a investigar.
La confirmación de que Andrew murió en el Titanic y de sus últimas horas a bordo del barco “inhundible” llegaría tiempo después. El testimonio de Winnie Troutt, una mujer norteamericana, dilucidó muchas dudas. Edgardo había entablado amistad con ella a bordo del transatlántico, compartiendo muchas horas de navegación. El argentino le otorgó su salvavidas a la mujer y un niño que llevaba en brazos.
En la desesperación de hundimiento muchos de los pasajeros no repararon en ciertas reglas de salvamento como “los niños y las mujeres primero”. Pero no fue el caso de Andrew, quien no dudó en su decisión. Winnie así salvo su vida, obteniendo un lugar en un bote. Tras el rescate, y a causa de la depresión que le aquejó, tuvieron que pasar 40 años para que ella pudiera hablar de lo sucedido. La carta que Andrew enviara a su familia fue publicada por el diario Clarín, pero no así la postal que envió a su amigo Rómulo.
Tras una investigación realizada por Cynthia Calvigioni se publica en el 2003, como un valioso objeto histórico, el cual atesoran sus familiares de Ramallo.
Para saber sobre el Titanic
* El Titanic fue un barco de pasaje inglés de tres cuadras de largo por 31 metros de ancho. El peso estimado ronda las 60 mil toneladas.
* El capitán del coloso era E. J. Smith.
* Se embarcaron 2223 pasajeros para los cuales había 16 botes.
* El barco estaba dividido en primera, segunda y tercera clase.
* Algunas de las secciones que funcionaban eran: una peluquería, un salón para fumadores, el comedor y la biblioteca.
* El Titanic se hundió el 15 de abril de 1912 durante su viaje inaugural entre Inglaterra y Nueva York al chocar contra un iceberg.
* Del total de pasajeros se ahogaron 1517 personas: 1360 hombres y 157 mujeres y niños.
* El costo de su construcción en estos momentos alcanzaría los 400 millones de dólares.
* Algunos obreros ingleses, para mortificar a sus compañeros irlandeses católicos, pintaron debajo de la línea de flotación algunas blasfemias como la siguiente: “ni Dios, ni el Papa, ni la tierra, ni el cielo nos podrán hundir”