Al menos dos hechos de cuatrerismo se registraron en los últimos días en campos aledaños a la localidad de Pinzón, situación que puso en alerta a los ganaderos de la zona. Según pudo constatar DICE LA OPINION, en uno de los campos faltaron al menos cuatro cabezas mientras que en otro fueron atacados dos animales, uno de los cuales murió y el otro se salvó por la rápida reacción del productor que fue alertado sobre la intromisión de delincuentes en su campo.
En este último caso los animales fueron atacados con armas de fuego y luego degollados. Un ternero murió en el acto mientras que una vaquillona pudo mantenerse en pie y “salvada” por el productor. La presencia de personal policial en el campo privó a los cuatreros de llevarse la carne del animal muerto, pero ya nadie está tranquilo en la zona.
Cada vez que se registran robos de este tipo son muchas las conjeturas y pocas las certezas. Mientras unos creen que personas con conocimiento del terreno y los movimientos de los campos pueden estar involucrados en las maniobras, otros piensan que son sujetos que llegan desde otros lugares y que, por determinadas características que presentan los animales atacados, hasta podrían ser inexpertos en la materia.
A los productores no les simpatiza cuando, durante las horas del día, supuestos cazadores o pescadores merodean los lotes donde hay animales. Sospechan, con razón, que en algunos casos son delincuentes que hacen las tareas de inteligencia previa para, al anochecer, dar al golpe. Y hay veces en los que les disparan a los animales, los dejan moribundos y a la noche regresan para completar la faena. Porque no siempre los productores o cuidadores de los animales pueden estar cerca de los animales.
Lo cierto es que se requiere de una paciente investigación para esclarecer estos delitos, debido a la complejidad que se presenta para sorprender a los delincuentes en flagrancia, ya que aprovechan lo desolado del escenario, la amplitud del terreno, el follaje y los sembradíos para ocultarse.
El robo de ganado es un delito que se comete en lugares por naturaleza desprotegidos, de difícil acceso y sin la infraestructura propia de los centros urbanos; que necesita un tratamiento, investigaciones, normas y castigos especiales; funcionarios honestos y capaces, acciones policiales y judiciales acorde a lo que está en juego, porque criar un animal sigue siendo una tarea sacrificada y costosa.
Si bien es relativamente fácil sustraer el ganado de los campos, es complicado deshacerse del cuerpo del delito. Trasladar, faenar y comercializar con rapidez el ganado sustraído no es una tarea que los delincuentes puedan efectivizar impunemente; salvo que, actuando tan sólo como la mano de obra barata de alguna organización delictiva mayor, cuenten con “aguantaderos”, zonas liberadas, plantas de faena, transportes, locales comerciales, cadenas de comercialización, asesoramiento jurídico y/o elementos enquistados en distintos estamentos de los organismos de control, prevención e investigación.
Aquí no parecería tratarse de algo tan organizado, más bien de cuatreros de poca experiencia que roban para hacerse de carne para vender en el mercado negro. Pero cualquiera sea la procedencia y el objetivo de quien delinque, para el productor damnificado el resultado será el mismo: que se vaya por la borda su capital.