Margarita Di Tullio fue un personaje que desde Mar del Plata llegó a ocupar espacio en los medios nacionales. La increíble historia de “la dueña” de la noche en la zona portuaria que un 20 de agosto cambió para siempre.
Tras una larga noche de tragos en el invierno de Mar del Plata, Alejandro “El Tarta” Lozada, su hermano Mariano, y un amigo, Américo Córdoba, tomaron un taxi rumbo a la casa de Margarita Graziana Di Tullio. La mujer, que tras esa jornada fue conocida como “Pepita, la Pistolera” – alias que detestaba-, dormía junto a su marido, Guillermo Schelling, un capitán experto en la pesca.
Ese 20 de agosto de 1985 fue el día elegido por “El Tarta” para reclamar una “deuda de trabajo”. Cuenta la historia que Lozada hacía de custodia en bares/prostíbulos como Neisis y Rumba, que eran propiedad de Di Tullio. Por cuestiones que no quedaron del todo claras, la sociedad se terminó y habían llegado a un acuerdo indemnizatorio: 300 dólares y una videocasetera. Pero como de ese monto solo habían cobrado 150, esa mañana fueron hasta la vivienda ubicada en la calle Marcelo T. de Alvear a buscar el resto de los billetes.
Allí estaban los tres hijos del matrimonio; “La Polaca”, una joven misionera que Di Tullio “adoptó”; y “La Pato”, mano derecha y quien se encargaba de regentear los bares.
Lo que pasó dentro de ese primer piso está rodeado de misterio y solo tiene, claro está, las versiones de los que sobrevivieron a la balacera. Según relató “Marga”, como la llamaba su familia, ella aún estaba en la cama cuando los tres visitantes entraron a la habitación. Tras una discusión y una supuesta amenaza de violar a sus hijos, la mujer tomó su revólver Tac calibre 38 de debajo de la almohada y disparó contra los tres. Pero también su esposo, Schelling, accionó su Smith & Wesson calibre 38 varias veces. Los hermanos Lozada y Córdoba murieron en el acto.
Por esos años, el diario La Capital de Mar del Plata le dedicó muchas páginas al caso. Y fue la pluma del periodista Heberto Calabrese la que inmortalizó el apodo de “Pepita la Pistolera”, por la canción mexicana que hizo conocida la cantante Ana María Cachito.
El derrotero judicial
Primero fue detenida Di Tullio. Una semana después de los crímenes cayó preso Schelling. La discusión judicial pasaba por si el hecho fue un homicidio triplemente agravado o un exceso en la legítima defensa. Lo cierto es que llegaron al juicio en libertad.
El 30 de septiembre de 1986, el juez en primera instancia Bernardo Fissore condenó a 20 años de prisión a Di Tullio y a 16 a Schelling. La mujer “de armas llevar”, como la definió el magistrado, igual no quedó tras las rejas porque la sentencia fue apelada ante la Cámara, que un año más tarde le impuso una condena de 3 años de prisión (ejecución condicional) al hacer prevalecer la figura del exceso en la legítima defensa.
¿Por qué tanta diferencia entre un fallo y otro? Es que la Cámara de Apelaciones creyó la versión de “La Polaca”, la joven traída del norte mesopotámico. Ella contó que los tres hombres habían entrado de manera violenta a la casa.
Separada desde 1993 de Schelling, quien murió al caer de un quinto piso dos años más tarde, Di Tullio volvió a rehacer su vida de pareja, mientras sus negocios siguieron vinculados a la noche marplatense y la prostitución.
“La Pistolera” ganó mayor notoriedad en los medios nacionales poco después que fuera asesinado José Luis Cabezas, el 25 de enero de 1997, cuando un informante relacionó a la mujer y a su pareja con el crimen. Acusada de ser la líder de la banda “los Pepitos”, en realidad era una más de algunos “perejiles” apuntados por la Policía para resolver rápido el homicidio del fotógrafo que sacudía hasta el Gobierno de Eduardo Duhalde.
Ya avanzada la década del ‘90, “Marga” volvió a escena en una de las historias que más horrorizó a Mar del Plata y el país: “El loco de la ruta”, ese mito vestido de “uniforme”. Una serie de asesinatos y mutilaciones sacudió a la costa atlántica, y si bien se apuntó a un asesino serial, para la Justicia era una banda integrada por policías y proxenetas. Y en ese contexto Di Tullio salió a pedir justicia por “alguna de sus chicas” y hasta prestó colaboración con la Justicia.
De la fama al final
Su popularidad la llevó a enfrentar el detector de mentiras del programa de “Chiche” Gelblung y a la mesa de Mirtha Legrand, en la que, según Di Tullio, llegó en uno de los cortes del programa a aspirar cocaína que llevaba debajo de la uña del meñique.
Su vida siguió ya un poco más alejada de los flashes porteños y en octubre de 1999 cayó presa unos pocos días por cohecho, y en julio de 2005 en un juicio abreviado recibió la pena de tres años de prisión en suspenso por connivencia con el entonces juez Jorge García Collins.
En enero del año siguiente, el célebre atraco al Banco Río de Acassuso la tuvo otra vez ante las cámaras de la televisión. Llamó “buchona” a su hermana Alicia, quien quedó como la delatora de su marido Rubén de la Torre y de la banda que había cometido el “Robo del Siglo”.
El cuerpo le pasó factura por su vida intensa y nocturna. En julio de 2009 sufrió en San Juan un derrame cerebral. Si bien fue trasladada a Mar del Plata, estuvo internada hasta su muerte el 30 de noviembre. Tenía 61 años. Y un baúl repleto de historias y secretos.
Cuentan las crónicas de la época que el cortejo fúnebre se paseó por el puerto marplatense, un barrio en el que supo cultivar fama de aguerrida y que le dio su mayor clientela. Muchos de los vecinos aplaudían al ver pasar el auto negro, mientras que los más íntimos participaron del entierro, entre risas, anécdotas, champagne y música de Sandro. “Hasta aquí llegó mi amor”, podría haberle cantado “el Gitano”. (DIB)