(Por Andrés Lavaselli )Por detrás de los flashes que acompañaron el desembarco de Axel Kicillof en la Plaza de los Congresos, se produjo un hecho que certifica la mutación hacia un nuevo tiempo político: el Gobernador tomó la decisión de estar ahí sin consultar con la expresidenta, Cristina Fernández. Pero ese paso hacia la construcción de un liderazgo propio se da en contexto de incertidumbre sobre el desarrollo de la gestión, por la presión del presidente Javier Milei para obligar a la provincia a compartir los costos del ajuste.
En la lectura que hacen en La Plata, la concurrencia al acto –más que la adhesión al paro- de la CGT merece más atención de la que tuvo. Es porque creen que sirvió para demostrarle a los gobernadores “dialoguistas” que el clima de la calle no es el mejor. Se pavimentó de ese modo, suponen, la senda de resistencia que transitaron Pullaro (Santa Fe), Llaryora (Córdoba), Frigerio (E. Ríos) y Torres (Chubut). Un camino que desembocó en la quita del capítulo fiscal del proyecto de Ley Bases, que el ministro Caputo anunció un viernes por la noche.
“Los voy a fundir a todos”, habría sido el grito de guerra presidencial contra esos gobernadores, que se plantaron contra la suba de retenciones y el ajuste jubilatorio. Pero tras un vidrioso manejo del proyecto en Diputados y ante la posibilidad de naufragar en el recinto, el Presidente dio marcha atrás. Aunque quede por ver si quitó también la habilitación para vender el Fondo de Garantías de Sustentabilidad, otra exigencia de sus aliados “dialoguistas”. Es que las provincias tienen allí fondos que son propios.
Caputo dijo que tomaron la decisión para destrabar la aprobación del resto del proyecto, que incluye la privatización de 40 empresas, la delegación de facultades y la habilitación para tomar deuda sin pasar por el Congreso. Sin embargo, aquella furia presidencial –confirmada de modo indirecto por la eyección del ministro Ferraro- no se apagará fácilmente. Nación promete un ajuste mucho más duro sobre las Provincias. Para Buenos Aires, el recorte ya es enorme: las transferencias totales de Nación cayeron en lo que va de enero 11%.
Se dibuja así un horizonte turbulento en materia de gestión para Kicillof, que incluye un ajuste inevitable. Por eso, Buenos Aires ya prepara decisiones sobre tarifas. Habrá que pagar más, eso se sabe. ¿Cuánto? El criterio es aumentar en línea con Nación los peajes y los transportes, y algo menos en electricidad para el interior y en el servicio de agua. El esquema tiene intención política: busca que las subas se confundan con las que habilita Nación para que sea el Presidente quien pague el costo.
“Es lo que votaron”, será la narrativa que acompañará esos anuncios. La idea supone que si más adelante hay que atender a sectores específicos afectados, sea el Gobernador quien los capitalice. Un dato interesante: quien primero le habló a Kicillof sobre la conveniencia de avanzar rápido y en paralelo al Presidente fue Llaryora. Ese tipo de contactos por encima de la grieta, que se mantiene, expresa la necesidad de los gobernadores de prevenirse sobre los efectos de los recortes. La información es, por ahora, el insumo que se intercambia.
Frente interno
“Que no la haya consultado de ninguna manera significa una ruptura”, cuentan cerca de Kicillof sobre su actitud hacia Cristina. Pero hubiese sido impensable un tiempo atrás. Se trató de definir una movida importante: los términos de su participación en el acto opositor más grande hecho hasta ahora. El retiro a segundo plano que –por ahora- practica la Expresidenta facilita ese juego del Gobernador. Pero es inocultable el un mensaje implícito para otro manifestante del miércoles: el diputado y líder camporista Máximo Kirchner, que estuvo pero en un segundo plano más definido que el de Kicillof.
Lo que bulle por detrás es la conformación de dos polos de poder, uno en torno del Gobernador y otro que busca articular el Diputado. Hay varias cosas en juego, además del liderazgo. La candidatura a Gobernador en 2027 asoma, lejanísima aun, al final del camino. Pero las definiciones se toman ya. El caso de Ferraresi, intendente de Avellaneda, es paradigmático: se fue del Patria y se fotografió con Grindetti y “Juanchi” Zabaleta, enemigos jurados de Julián Álvarez y Damián Scelsi, dos de los alcaldes más importantes del camporismo.
Para el entorno de Máximo es la demostración de que el intendente de Avellaneda dejó de ser kirchnerista. (Añaden que Kicillof juega con fuego si se distancia de Cristina). En La Plata dicen que quienes busquen instalarse deberán de ahora en más tener la bendición del Gobernador. Consecuencia de que en su distrito Milei ni siquiera triunfó en el ballotage. Y cuentan que el nucleo original del grupo Ensenada (Secco, Espinoza), en el que se apoyó para ser candidato a la reelección, ya tiene otros miembros, como Sujarchuk o Katopodis. El camporismo podría responder con una reunión de intendentes en la Costa, en febrero. ¿Se viene una comisión de acción política? (DIB)