(Por Andrés Lavaselli )El avance de Javier Milei con la Ley Bases y el paquete fiscal agrega incertidumbre a un escenario que ya era extremadamente complejo para Axel Kicillof. Es que a un caída en la percepción de recursos oficialmente calculada en el billón (un millón de millones) de pesos en apenas un cuatrimestre, ahora hay que sumar los efectos de una negociación en la que el Gobernador no intervino y que dio como resultado – de confirmarse en el Senado- un paquete de medidas que agravarán ese rojo, al menos en lo inmediato.
El encargado de actualizar las cifras sobre el impacto del ajuste fue el ministro de Economía, Pablo López. Calculó que lo perdido por la Provincia –sumó en la cuenta transferencias no automáticas y coparticipación- equivale a seis meses de salarios de la policía, la construcción de dos mil kilómetros de rutas o la compra de 2.200 patrulleros, de 1.000 ambulancias y la edificación de 600 escuelas. A la vez, la recesión, que él considera “inducida” por Milei, provocó una caída de la recaudación propia del 4,5% sólo en abril.
Esa radiografía, en tanto muestra la afectación en los recursos para gestionar, enciende alarmas políticas en el Gobierno de Kicillof, donde más de uno arquea las cejas cuando se lo consulta sobre qué va a pasar en el segundo semestre, luego del esfuerzo presupuestario de pagar el aguinaldo. Pero lo significativo es que, en el diagnóstico que hacen en La Plata, un triunfo final de Milei en el Congreso agravará las cosas para el Gobernador: “lo que llegue por Ganancias se compensa con lo que se va por Bienes Personales” es la síntesis ultra apretada de esa mirada.
Efecto paradójico, si lo que busca Milei es forzar a Kicillof un ajuste que lo desperfile como gestor, por ahora la reacción es la opuesta: el gobierno nacional recibió un pedido de Provincia para que le transfiera obras públicas “chicas” –refacciones en escuelas, centros comunitarios- que fueron congeladas, para realizarlas con presupuesto propio o créditos de BID o el BM. Varios intentes ya fueron consultados para que acerquen su listado de necesidades. Gabriel Katopodis, el ministro de Obras, se reunió con los rectores de universidades nacional con asiento en la provincia por lo mismo.
(Entre paréntesis: los fondos que manejan las comunas también son objeto de conversación en la oposición. Como ya contó DIB, el método de reparto del Fondo de Fortalecimiento Fiscal –más de 100 mil millones de pesos- hace trinar a los alcaldes de PRO, que se sienten perjudicados y quieren cambiarlo. Buscan un acuerdo con el peronismo para sancionar una ley al respecto. Es improbable que lo logren, pero lo alcaldes radicales parecen darle chace: ¿será por eso que advirtieron a sus legisladores que no se les ocurra acompañar una iniciativa de ese tipo, en una reunión para coordinar agendas que tuvieron en la semana?).
Otro frente al que conviene atender respecto del impacto del ajuste nacional es el del empleo público. Los gremios recibieron un inesperado llamado para tener una reunión con el gobierno el martes, pero no tienen claro si es paritaria o si van a discutir salarios. Hasta ahora, la provincia viene casi (en abril se retrasó algo) empardando la inflación, pero no es seguro que pueda seguir ese ritmo. Los propios gremios redactaban un comunicado en el momento en que fueron convocados, en la hipótesis de que tal vez este mes no recibirían un aumento.
Peleas, señales, respaldos
“Nosotros queremos agradecerte mucho la presencia y el hecho de que no especules sobre si te conviene políticamente o no estar”: palabras más o menos, eso fue lo que le dijo Héctor Daer a Kicillof en la reunión privada que mantuvieron los popes de la CGT con el Gobernador luego de la marcha del 1° de Mayo. Al lado de Daer estaban Pablo Moyano, Carlos Acuña y Andrés Rodríguez, quien supo tener una relación tirante con el gobernador en el pasado que ahora parece recompuesta. La presencia de ese grupo generó una primera lectura en el gobierno provincial: “habló uno pero fue un mensaje de todos”.
La sinergia anti Milei con la CGT es un paso más en la estrategia de posicionamiento como el más duro de líderes del peronismo que viene desarrollando Kicillof, quien tiene decidido no ir a Córdoba, más allá de que es dudoso que sea convocado a un Pacto de Mayo cuya concreción se difumina. Pero en las palabras de Daer el entorno combatiente del gobernador ve algo más: percibe una señal hacia la pelea interna en el peronismo. “Máximo (Kirchner) no habló en la sesión por la Ley Bases”, resaltan, ácidos, en la Casa de Gobierno de Calle 6.
El trabajo de alistamiento de tripa para la eventualidad de que esa pelea termine por explotar no solo desmiente que la tensión haya terminado o sea solo producto de la inquina personal entre Larroque, que prolongó los cruces verbales, y Kirchner hijo. Walter Correa, el ministro de Trabajo de Kicillof, estaba eufórico después de ese gesto de la CGT. Él mismo dirigente gremial, fue clave en la concreción el acercamiento. Pero Correa le fue impuesto a Kicillof por Cristina Kirchner justamente para controlar su relación con el poder gremial. Ahora, ese antiguo soldado cristinista acumula para “Axel”.
En el racconto de los últimos escarceos de la internas, antes había sido el gesto de Cristina, que no nombró a Kicillof en el acto de Quilmes, donde el gobernador, que venía de escuchar “Axel Presidente” en Ensenada y Avellaneda, fue recibido por La Cámpora al compás de “Cristina presidenta”. Varios en el Gabinete bonaerense esperaban algo más duro, del tipo “funcionarios que no funcionan”, aquel célebre reproche que Cristina le descerrajó en público a Alberto Fernández. Pero hicieron circular una crítica que si la pelea escala se volverá pública: “Axel fue el que bancó la candidatura de Cristina en 2023 junto con intendentes del grupo Ensenada. Por motivos acertados o no, el que no quería era Máximo”.
Son menudencias: el centro de esa discrepancia está puesto en el modo de conducción de la Expresidenta. Ella recibió hace algún tiempo un mensaje sobre quién tiene que “ordenar” actores como Secco, Ferraresi o Larroque, que son tan kicillofistas como adversarios de Máximo. Esa es una de las claves del silencio del Gobernador, que además busca no comprar una pelea en la que, cree, “no está la gente”. Kicillof conjetura que quedarse callado es una actitud funcional a la reasunción de la conducción política que pareció operar Cristina en Quilmes. Sin embargo, la posición debería terminar de definirse con un reparo que pone la tropa que trabaja en el proyecto de poder nacional 2027 con el gobernador como mascarón de proa: “Cristina para mandar ella sí; Cristina para ordenar hacer lo que dice su hijo, no”. Es la fórmula verbal que encontraron para expresar ese borde, tal vez el más filoso de la política bonaerense hoy. (DIB)