(Por Andrés Lavaselli )En el entorno de Axel Kicillof le conceden una importancia especial al acto que el gobernador encabezó hace unas horas en el puerto de Coronel Rosales. Leen allí, condensada, la estrategia que, en una reunión reservada de su entorno más estrecho, ordenó poner en práctica desde ahora: la construcción de sí mismo y, sobre todo, de su gestión como la contracara perfecta de Javier Milei y las políticas libertarias, combinada con un elocuente silencio acerca del desafío político que le planteó Máximo Kirchner, para identificarlo con una posición internista con poco consenso y correrlo del escenario “grande” de la política nacional.
“Estuvimos visitando lo que va a ser un cambio para Argentina, geoestratégico. La empresa Oiltanking, asociada con YPF, para los que se llenan la boca de mentiras y chicanas y los que canchereando terminan arruinando inversiones”, dijo Kicillof en alusión a la obra de ampliación de la capacidad para exportar petróleo no convencional -de Vaca Muerta- que por 500 millones de dólares hará esa firma alemana en el puerto del sur. Sonó a (y tal vez fue una) mojada oreja a Milei por el bluff del retiro de Petronas del proyecto de la planta de GNL, decidido después de que el Presidente indujera su radicación en Rio Negro para salvarla del “Gobernador comunista”.
Pero hay mucho más que una pequeña venganza allí. El lunes, horas después del duro discurso crítico que le dedicó Kirchner, Kicillof había reunido a su tropa (hubo ministros, intendentes, dirigentes sociales) en la Gobernación, para analizar lo ocurrido en el micro Estadio de Atenas. “Estaba enojadísimo” con el líder de La Cámpora, pero dejó en claro que “no va a romper” con el cristinismo, contó un asistente. Lo más importante: ordenó dos líneas de acción claras. 1) La manera de desarrollar músculo político es a través de la gestión. 2) Le pidió a sus coroneles más picantes en la interna (Larroque, Ferraresi, Secco) que bajen los decibeles de los cruces.
El episodio del puerto es significativo porque combina esas dos preceptivas: se planta ante el Presidente con un contra-anuncio concreto, que a la vez lo corre de la pelea interna. En el trasfondo de esa estrategia está la intención de vampirizar la caída de la imagen positiva de Milei, que atraviesa su peor momento de relación con el electorado desde que es Presidente al compás del veto a la suba jubilatoria, el asado para festejarlo y el conflicto universitario. Pero no solo eso: proyectar su imagen como una inversión de la del Presidente implica elevarse a su nivel para intervenir en una discusión que Cristina Kirchner parece querer reservarse para sí.
Desde México llegó a la gobernación una invitación para participar en la asunción de Claudia Sheinbaum como Presidenta que calza perfecto con esa estrategia. Kicillof viajará a la capital azteca como el máximo representante institucional de Argentina, ante la ausencia de Milei, ideológicamente enfrentado con el saliente Andrés Manuel López Obrador y el proceso político del que Sheinbaum es continuadora. Cristina Kirchner había estado con la mandataria electa hace unas semanas. El gobernador, aun “retirándose” de la interna, genera señales: aparecerá en un escenario que comparte con la Expresidenta pero parece lejano al plano en que se mueve su hijo.
La distancia que toma el Gobernador no implica pacificación total: al contrario, la pelea sigue muy activa. El acto del 17 de octubre en Berisso, que Kicillof no organizó pero al que asistirá como actividad central de la jornada, lo demuestra. Está planteado como una exhibición de apoyo por parte de la dirigencia del Conurbano, “un acto grande”, dicen y no solo una reunión de la militancia de la región capital de la provincia, como puede parecer visto desde fuera. Otra prueba: con Cristina poco interesada en ser candidata, desde el Patria ya deslizan una posible suspensión de la elección para la presidencia del PJ. Contexto: el gobernador riojano, Ricardo Quintela, dijo que quiere ser candidato, pero su cercanía de Kicillof impide por ahora ser una prenda de unidad que incluya al cristinismo.
En el cónclave del lunes también se analizó la situación que se creará con la aprobación de la boleta única a nivel nacional, un cambio que en el gobierno de Kicillof descuentan. También dan por hecho que en provincia la oposición no logrará eliminar la boleta sábana. Un punto crítico que se conversó, bajo esos supuestos, fue el siguiente: ¿si Cristina es la figura que asegura el bloqueo a cualquier opción que impulse el gobierno para la lista de diputados nacionales y eso termina por convencerla de postularse, conviene o no que vaya en un tramo escindido del bonaerense? ¿Es mejor o peor para Kicillof desdoblar las elecciones? Sin respuesta aún.
Juego de aparatos
Mucho antes de que se resuelva la interna peronista, el radicalismo dirimirá la suya en las urnas. Será el próximo domingo, en una elección a la que, se estima, podrían concurrir entre 65 mil y 70 mil afiliados. En ámbitos partidarios las mesas de arena son febriles, pero como suele ocurrir lo único cierto hasta ahora es que el movimiento de los aparatos políticos será clave para saber si se impone el oficialismo de Maximiliano Abad (el candidato al Comité Provincia es Miguel Fernández, exintendnete de Trenque Lauquen) o la oposición apadrinada por Facundo Manes y Martín Lousteau (el diputado Pablo Domenichini es su postulante).
Quienes conocen las fortalezas y debilidades de cada facción, marcan la primera sección electoral como bastión del oficialismo en el conurbano. Allí se ubica San Isidro, el pago chico de Gustavo Posse, un aliado importante de Abad que retiene influencia pese a haber perdido el control del municipio. Manes, en cambio, se hace fuerte en la tercera sección, sur y oeste del Conurbano. El interior, en ese contexto, resultará clave. En especial, la quinta sección electoral, que agrupa a municipios de la costa atlántica. Entre ellos Mar del Plata, cuna de Abad y una de sus plazas fuertes. (DIB)