(Por Andrés Lavaselli )Producido a tres semanas de las elecciones, el affaire Insaurralde introdujo un factor de incertidumbre que hasta ahora nadie puede mensurar con certeza y que podría resumirse así: ¿cuál es su potencial para incidir en el escenario más importante de la lucha actual por el poder, la provincia de Buenos Aires?
Mucho más difícil de evaluar que el daño que puede hacerle al oficialismo la corrida cambiaria y su factible traslado a precios, en los tres campamentos partidarios principales solo existen dos certezas respecto del episodio del yate. 1) Alguna mella hará al oficialismo. 2) Lo esperable sería que el principal beneficiado sea Javier Milei.
Pero decir eso es bastante poco. En un contexto competitivo como el que emergió de las PASO, la clave es mensurar. Para hacerlo es importante retener el punto de partida: en la provincia, Kicillof le sacó 12,6 puntos a Píparo, la candidata libertaria.
La comparación omite expresamente a los candidatos de Juntos por el Cambio –Grindetti y Santilli-, que sumaron 32,9% y juntos sumaron más que LLA. Eso responde a razón precisa y conceptual. La naturaleza del episodio Insaurralde es casi una puesta en escena del concepto de “casta” política que fatiga Milei.
La cuestión es si lo será al punto de permitirle descontar una luz que hasta ahora parecía asegurar el comicio para Kicillof En LLA creen que es factible, por supuesto. Circulan números parciales, un municipio del AMBA donde el libertario creció entre 7 y 8 puntos. En Juntos hay miradas divididas: en PRO hablan de una elección casi empatada, pero en la UCR creen que lo del exjefe de Gabinete “ayuda pero no define”.
Los números que alimentan la esperanza libertaria son aún parciales y fragmentarios, por lo que hay que leerlos con esa salvedad. Pero de convalidarse abrirían la puerta a una hipótesis inquietante: Kicillof estaría accediendo a loa reelección y Massa ganando en la PBA, pero el recorte de la diferencian en el distrito sería tal que el libertario podría imponerse en primera vuelta a nivel nacional. Es una mesa de arena que se completa con otra eventualidad, que manejan varios encuestadores: todo el caso podría funcionar más como un techo en la intención de voto del oficialismo que como una pérdida de apoyos.
El respaldo a UP aparece así consolidado. Un factor extra que determinará su suerte es la perfomance de Bullrich, quien cuando parecía reponerse del golpe de las PASO hizo un mal debate. Por eso, su rendimiento en el segundo lance, en la UBA, resultará clave. En su entorno dicen que será mucho más agresiva –Insaurralde estaría muy presente en su discurso- y confían en que el eje “Seguridad” le permita lucirse. Lo necesita si quiere retomar la senda de recuperación que parecía incipiente hace siete días. Lo que coseche Grindetti también depende mucho de eso.
Cisnes
Kicillof trabaja, por su parte, tranquilo: la coraza de su honestidad personal –y la de su equipo más íntimo- parece haber funcionado, intuye, para aislarlo del enojo que causó un affaire cuya capilaridad comunicacional es inusual: circula por fuera del circuito de la noticia política. Es decir, golpea en el ciudadano de a pie, el no convencido. Ese cuyo voto vale doble y que suele definirse a último momento. De ahí su centralidad.
El gobernador insiste con su plan de batalla: tratar de exponer las consecuencias de lo que sería una economía libertaria. Esta vez quizá tuvo suerte en ese punto: las declaraciones de Milei satisfecho por la suba del dólar tienen rebote potencialmente negativo fuera de su núcleo de convencidos. El temor de los argentinos a las corridas cambiarias está más que acreditado y casi todos saben que son la antesala de la pérdida del poder adquisitivo de sus ingresos. Otro error no forzado parece haber sido un cierto desafío de tono elevado al círculo rojo que desplegó en Mar del Plata. Humillar en público al ex CEO del HSBC Gabriel Martino no parece una gran idea. Más allá de su apoyo a Juntos, el financista fue su jefe y, dicen, conoce algunos de sus secretos mejor guardados. En ese punto, Bullrich parece despertar más confianza. Cierto tratamiento mediático de ambos corrobora el costo de pelearse con facciones del poder económico
El otro plano en el que se movió el Kicillof es netamente político: logró unidad política en su despliegue territorial. El acto en La Plata con trabajadores de la salud fue organizado por el ministro Kreplak, que milita en La Cámpora. Después, Máximo Kirchner se subió a la caravana por el conurbano. El hijo presidencial fue efusivo en su apoyo a Massa y en el entorno del gobernador destacaron su sonrisa y su presencia en La Matanza. Pero habrá que ver si el recorrido lo satisfizo. Partió del municipio que gobierna Secco y terminó en el que maneja Espinoza, dos intendentes que entornan a Kicillof. ¿Un mensaje cifrado para el post 22-O, justo cuando comienzan a circular rumores sobre el rol que podría tener el gobernador en el control del PJ? (DIB)