(Por Andrés Lavaselli )A dos semanas del ballotage que definirá al próximo presidente, Sergio Massa y Javier Milei navegan relativamente a ciegas acerca del resultado final. En una elección que se define tanto por los rechazos como por las adhesiones despliegan tácticas nuevas respecto de lo que hicieron en las generales, con territorios clave diferenciados y quizá un único objetivo común: captar una porción más significativa que el rival del voto en blanco.
Tras la secuencia de sorpresas seguidas de inconvenientes momentos de “relax” militante tras la sorpresa a favor, que LLA avanza experimentó en la primera semana post PASO y UxP en la posterior a las generales, los motores de ambas campañas funcionan ahora a pleno. Y, aunque es difícil afirmarlo, lo más probable es que Massa y Milei estén bastante cerca uno del otro en intención de voto. Se trata de una intuición alimentada por algunos datos de ambos bunkers.
Es que si por mutaciones sociológicas profundas las encuestas han perdido confiabilidad, a esta altura de la campaña esa incerteza es máxima: los resultados se definieron en la última semana en agosto y en octubre. Pero además, como una segunda vuelta se define en buena medida convenciendo por vía del rechazo, los comandos de campaña filtran trabajos que los dan perdedores. La idea es alertar a los ciudadanos de que puede ganar quienes ellos no desean, para que voten por eso al candidato propio.
Sobre esa base escenario de base, algunos movimientos. Milei parece haberse beneficiado de la sociedad con Mauricio Macri, por dos cuestiones básicas. 1) Sin ese apoyo su permanencia en el escenario parecía tambalear. 2) Ese respaldo, que es también el de Patricia Bullrich, puede haber facilitado una transferencia de votos de JxC a LLA cuya magnitud es difícil de precisar. El massismo hace el cálculo sobre el 17% de Bullrich en las PASO, LLA sobre el 23% del 22-O.
Macri sale ganador de esa entente pase lo que pase: si Milei es presidente, cogobernará o tendrá gran influencia en ese Ejecutivo. Si pierde, tendrá abierta la discusión del liderazgo de la oposición, porque será en parte dueño de un porcentaje de votos nada desdeñable, difícilmente menor al 45%. De ahí su apuro por producir el acuerdo, aun sacrificando la unidad de JxC: no solo juega el impulso a un candidato opositor, también su propio destino político.
La contracara de eso favorece a Massa. La UCR se convirtió en una fuerza semi prescindente, sobre todo en PBA. Casi todos sus alcaldes proclaman neutralidad en público, pero confiesan su afinidad por UxP en privado. No van más allá por dos motivos. 1) No tienen claro quién gana 2) Algunas de sus bases apoyan a Milei. Massa cree existe allí un ese apoyo silencioso clave para un movimiento crítico: capturar unos 3 puntos de voto a Bullrich que lo fueron por “disciplina partidaria” pero no son convencidos.
Hay que poner esa cuenta en un contexto amplio. Un factor es geográfico. Córdoba y Santa Fe serán, se presume, escenarios de “paliza” de Milei. Por eso, la apuesta de UxP es subir 15 puntos en PBA ¿Se puede? Kicillof –que se centrará en el interior de la provincia- y los intendentes son la llave. Sobre todo los de la primera sección, donde creen en su comando de campaña que Massa podría haber hecho más diferencia, y los que sacaron más voto que el Ministro y el Gobernador. La Ciudad Autónoma, tras la salida de Santoro, podría perderse “por menos”, al menos en eso se esperanzan en el oficialismo.
(Un paréntesis: la batalla en la provincia se dará en términos de paz entre Kicillof y Máximo Kirchner, alineados por ahora tras la necesidad de tener un gobierno nacional propio. Después se verá si hay disputas por el liderazgo en un territorio con un Gobernador sin reelección y si el líder camporista –que algunos en su entorno ven optando por un cargo ejecutivo en diciembre- que tiene allí un proyecto de poder lo construye en alianza con él o con un Massa eventualmente presidente).
La otra cuestión es sociológica: el voto en blanco. Matemáticamente favorece a quién gana. La dificultad para los equipos de campaña es que esa identidad hoy es difusa. Si el solo hecho de que haya habido más voto opositor vacante puede haber beneficiado a Milei con una ganancia inmediata la noche misma de la general, que algunos de sus asesores estiman del orden del 6 al 7%, eso empareja pero no define. Por eso, el libertario acepta declinar protagonismo y arriar banderas, aunque eso presione sobre el extremo de su electorado.
Massa, por su parte, ejecuta dos movimientos: traerlo a Milei al centro de la escena y correr de allí a Macri es uno. Macri luce mucho más estable que el libertario. El otro es apelar a miedos distintos: si antes marcaba las consecuencias económicas de un gobierno de su rival, ahora se centra en los temores “institucionales”. Presenta al libertario como un “peligro para la democracia”. Es un buceo en el votante socialdemócrata que, además de la UCR, puede anidar en sectores como el que nuclea Rodríguez Larreta. (DIB)