(Por la Lic. Cynthia Calvigioni) Tened presente el hambre: recordad su pasado, turbio de capataces que pagaban en plomo. Aquel jornal al precio de la sangre cobrado, con yugos en el alma, con golpes en el lomo. «El hambre «. Joan Manuel Serrat .
Hacía muchos meses no escribía editoriales. Me llame al silencio unos meses. Fui criticada por ser “periodista militante”. Tan solo contaba una verdad que la mayor parte de los medios negaba. Cuando la gobernadora Maria Eugenia Vidal visitó la ciudad y con una amplia sonrisa hablaba en conferencia de prensa de “robótica” en las escuelas, le consulté por el aumento creciente del hambre en los niños, por el frío que muchos de ellos pasaban en sus hogares por no poder pagar las tarifas dolarizadas que solo le dan ganancias a las empresas energéticas. Sorprendida me miró con ojos grandes. La gobernadora no estaba acostumbrada a que le pregunten sobre estos temas. Tanto ella como el presidente Mauricio Macri estaban blindados mediáticamente.
Esta semana sentí volver el pasado, un deja vu de años en los que vi llorar a mi padre porque no conseguía trabajo o a mi vecino lamentarse por perder su puesto laboral y desesperarse por no saber cómo llevar el pan a la mesa. Eran los 90, yo era una adolescente y en el país no se hablaba mucho de política. La palabra neoliberalismo era algo que no entendía muy bien pero lo sufría.
La misma sensación que tuve en el año 2001 cuando observe a mi abuelo lagrimear porque Patricia Bulrrich había anunciado que bajaría un 13% su magra jubilación y no le alcanzaba para llegar a fin de mes. En aquellos ojos veía desesperanza y pérdida de dignidad. Un país había sido saqueado por políticas de ajustes y la historia no termino feliz. En aquel momento vivía en Rosario y la gente saqueaba supermercados mientras eran reprimidos brutalmente y muchos de ellos encontraron la muerte allí.
Las políticas de ajuste generan hambre. Y muchos de los que leen estas líneas creen que eso pasa solo en el Conurbano Bonaerense o en las provincias del norte argentino. Pero se equivocan. En nuestra ciudad mucha gente sufre. Muchas familias hacen una sola comida al día, engañan el estómago con un poco de pan y un mate cocido. Hay muchas personas que con una “changuita” podía comprar algo para llevar la comida a la mesa. Pero eso también sufrió el impacto de la crisis y muchos ya no consiguen.
He escuchado pedir “si le sobra comida por favor me avisa” o “si se entera de cualquier trabajito para poder comprar los pañales y la leche”. En Colón hay gente que para que alcance la leche para los niños la está rebajando con agua.
Por situaciones como esta sentí el pasado volver con fuerza. En el desmayo de un niño y en la desesperación de mucha gente porque no tiene un plato de comida que alcance para darle a sus hijos volví a ver la angustia de la mirada de mi fallecido abuelo cuando protestaba porque la ahora ministra de Seguridad recortaba su mísera jubilación.
A esta gente los desborda la desesperanza, volvieron a perder su dignidad, que a muchos les había costado tantos años recobrar. Volver a la caridad es algo que los avergonzaba y que ya no querían recibir.
Nadie merece pasar hambre. La política de Estado debe garantizar que un ciudadano pueda cubrir sus necesidades básicas. Parece que la palabra equidad y dignidad social no están incluidas dentro del diccionario ilustrado de Durán Barba, Mauricio Macri, María Eugenia Vidal o Marcos Peña.
Si están entre sus preferidas las palabras ajuste, deuda, desocupación y hambre.
Luego de 10 años nuestro país retornó al FMI, quien desde el exterior dicta los lineamientos de las decisiones económicas más importantes. ¿Acaso perdimos la memoria de quienes son estos siniestros personajes? ¿Acaso no nos importa el sufrimiento de los que menos tienen? ¿Nos sentimos tan omnipotentes que pensamos que no nos puede afectar en algún momento? ¿No te afecta que no solo se hipotecó tu futuro sino el de tus hijos? ¿No te importa que los únicos favorecidos son los poderes concentrados de la economía, porque para el presidente «los trabajadores solo ponen palos en la rueda y no saben votar»?
Varios sectores están pidiendo la ley de Emergencia Alimentaria en todo el país, que consiste en partidas presupuestales extraordinarias destinadas a la asistencia alimentaria y nutricional y garantizar el abastecimiento y acceso a la compra de alimentos básicos por parte de todas las provincias a lo largo y ancho de la Argentina.
La última vez que se aplicó en nuestro territorio fue con la crisis de 2001 y duró hasta el 31 de diciembre de 2002
El derecho fundamental a la alimentación está en grave riesgo. Estamos padeciendo problemas alimentarios y nutricionales alarmantes.
No hay más tiempo. Nuestras pibas y pibes no pueden esperar más. Ojalá no gane el egoísmo, la apatía política, la desesperanza, el «sálvese quien pueda», mientras se siguen perdiendo derechos y vuelve a perder el trabajo tu vecino, tu abuelo vuelve a sufrir hambre y tener la mirada triste, un papá o una mamá lloran en silencio porque forman parte del nuevo ejército de desocupados y no saben cómo llevarán el pan a sus hijos, y la sociedad en su conjunto y principalmente los funcionarios no toman las medidas necesarias para que esto no suceda