A Natalia le gustaba estudiar, amaba la vida. Quería ser obstetra porque solía decir que “no debe haber cosa más linda que ver nacer bebés”. Había llegado desde Buenos Aires en 1992 junto a sus padres y hermanos en búsqueda de tranquilidad y naturaleza. Miramar reunía esas características. Pero todo cambió en la madrugada del domingo 4 de febrero de 2001, cuando la joven de 15 años fue vista por última vez.
Cuatro días después, su cuerpo fue encontrado con las ropas rasgadas y bajo una pila de hojas en el bosque de las afueras de Miramar, donde según confirmó la investigación fue llevada tras ser violada y asesinada. Tenía moretones en los muslos, quemaduras de cigarrillos en su mano izquierda, el tabique roto y un golpe violento en el cráneo.
El caso de Natalia Melmann sacudió la opinión publica en ese verano y movilizó a todas las autoridades. El entonces gobernador Carlos Ruckauf, se reunió con los padres de la víctima, y pidió avanzar con jury al juez de menores Esteban Viñas, que tomó el caso como una simple fuga de hogar. Su ministro de Seguridad, Ramón Verón, relevó de su cargo al comisario Carlos Grillo, al frente de la seccional de esta ciudad. El comisario inspector Ricardo Oscar Bogoliuk, hoy procesado en la causa del falso abogado Marcelo D’Alessio, se hizo cargo en un primer momento de la dependencia.
Los cambios llegaron después de una pueblada de 6000 personas que terminó con incidentes frente a la comisaría y enfrentamientos con efectivos. La gente sospechaba de la inacción policial, y además, el principal sospechoso, Gustavo Fernández, alias “El Gallo”, en libertad condicional desde noviembre gracias a la ley del “dos por uno”, permanecía prófugo.
El control de rutas pasó a ser “obsesivo”. Cada auto que salía de Miramar era revisado y sus ocupantes, identificados. Buscaban a “El Gallo” por todos lados ya que confiaban que no había salido de la costa atlántica. Hacia el 13 de febrero, Fernández llamó a su familia por teléfono y dijo: “Estoy hasta las manos, quiero todas las garantías para entregarme”.
Tras ello, Gustavo Melmann, padre de la víctima, y Esther, la madre de “El Gallo”, hicieron una conferencia de prensa juntos y le pidieron al imputado que se entregue. Y eso pasó pocas horas después. Declaró, con muchas contradicciones, pero apuntó a tres policías. Y eso permitió ampliar el ángulo de la investigación.
Los siguientes pasos
La pesquisa determinó que Natalia, que era alta para su edad (1.76 metros) fue obligada a subir a una camioneta de la Policía Bonaerense cerca de las 7 de la mañana 4 de febrero de 2001. Luego fue llevada a una casa ubicada en el barrio Copacabana, donde fue violada y asesinada. La muerte se produjo “por asfixia, estrangulada con un lazo confeccionado con el cordón de una de sus zapatillas” y su cuerpo trasladado al vivero Florentino Ameghino, donde lo hallaron. La autopsia reveló más tarde la presencia de cinco perfiles genéticos distintos en el cuerpo.
A fines de junio de ese 2001, fueron detenidos dos policías: Oscar Echenique y Ricardo Suárez. El primero de ellos, de 41 años, en disponibilidad por estar procesado en una causa de “apremios ilegales”, fue detenido en Miramar. Suárez, de 40, fue localizado en plena actividad en el Comando de Patrullas de Quilmes, donde había sido trasladado poco después del asesinato de Natalia. “Se trata de dos viciosos que según supimos ya tenían antecedentes de haber abusado sexualmente de otras menores, aunque no había denuncias”, dijo por entonces el procurador general de la Suprema Corte de Justicia, Eduardo Matías de la Cruz.
Luego llegó el turno del sargento Ricardo Anselmini, quien junto a Echenique, Suárez y “El Gallo” Fernández fueron a juicio al año siguiente. En octubre de 2002 el Tribunal Oral 2 de Mar del Plata condenó a prisión perpetua a los tres policías al encontrarlos coautores de los delitos de “privación ilegítima de la libertad agravada, abuso sexual agravado y homicidio triplemente calificado por ensañamiento, alevosía y en concurso de dos o más personas”. Fernández, en tanto, recibió 25 años de cárcel por su participación en el secuestro (actuó como entregador), aunque esa pena luego fue reducida a 10 años.
Tras la lectura del veredicto, se desató el bochorno: los familiares de los policías, entre cánticos antisemitas e insultos a los jueces, amenazaron de muerte a Gustavo Melmann. Esa sensación de que la justicia era incompleta, es la que vivió por muchos años la familia. De hecho, como contó el año pasado a DIB Laura Calampuca, “además del dolor inhumano, tuvimos que soportar amenazas de todo tipo”. Es que la familia de los policías vive cerca de su casa. Miramar no deja de ser un “pueblo chico”. Ello llevó a que el papá de Natalia y sus hijos se fueran de la ciudad. Sólo quedó Laura: “Ella para mí está acá, en mi casa. Si me voy siento que la abandono”.
A mediados de 2018 fue juzgado el ex sargento Ricardo Panadero. Si bien fue absuelto en primera instancia, una serie de planteos hizo que la Sala III del Tribunal de Casación provincial anulara ese fallo y ordenara la realización de un nuevo juicio. Pero como en el cuerpo de Natalia encontraron cinco perfiles de ADN, faltaría una persona más. La familia cree que también es policía, aunque denuncian que nunca se buscó.
A casi 20 años del crimen, y mientras se organiza una “marcha homenaje virtual” para el próximo 4 de febrero, el dolor sigue manteniendo viva la lucha. De hecho, la familia tiene una consigna hecha por uno de los hermanos de Natalia: “Por amor seguiremos luchando”. (DIB)