(Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB )La Iglesia católica carga con misterios y milagros desde sus inicios. Muchas de esas luces y sombras vinieron a América con la llegada de los europeos y se mezclaron con las historias de los pueblos originarios. Así, en nuestro territorio existen, también, maravillas y leyendas relacionadas con el catolicismo. Algunas son muy conocidas, como la historia de la basílica de Luján; otras son un faro en una tragedia, como la de la Virgen de las Cenizas, en La Plata. Todas son reflejo de la fe de gran parte del pueblo y muestran ese amor por lo extraordinario y lo trascendente que rodea a la principal institución religiosa de la Argentina.
Se ha hablado en estas páginas de la que quizás sea la historia más asombrosa del siglo XX en la provincia de Buenos Aires: la construcción del santuario de San Nicolás, producto de los contactos que la Virgen del Rosario habría mantenido con una vecina de la ciudad. Pero hay muchos relatos no tan divulgados, como los que esconde la capital provincial, por ejemplo. El 18 de octubre de 1977 se incendió el Teatro Argentino, ubicado en el eje fundacional de La Plata y la segunda sala lírica más importante del país. El edificio, que tenía 90 años de edad, quedó con su interior destruido. Cuando comenzó el rescate de los escombros, encontraron que el fuego había dejado intacta la imagen de una virgen de papel maché que se conservaba en un depósito.
La figura había sido realizada para la ópera “Tosca” y fue archivada al terminar la temporada de la ópera. El hecho de la conservación de la pieza fue enseguida considerado un milagro, y la imagen que se llamó desde ese día de la “Virgen de las Cenizas” fue llevada a un altar en la Catedral platense. El obispo de entonces, monseñor Antonio Plaza, expresó en una misa en honor a la imagen: “Dios libró a la Inmaculada del fuego del pecado, y ha querido que esta imagen suya se vea también librada del fuego del Argentino, para que desde aquí bendiga todos los esfuerzos para que la ciudad tenga nuevamente su teatro, y su pueblo la anhelada paz”. Actualmente, la Virgen de las Cenizas se encuentra en el nuevo Teatro Argentino.
Las 800 reliquias
Un hecho aún menos conocido es la existencia, en la basílica platense del Sagrado Corazón de Jesús, de una sala de reliquias llamada Capilla de los Mártires. Allí se conservan “reliquias de la Casa de María, de su velo, de la cuna del Señor, de la columna de la flagelación, de la túnica y paño de San José, de los cuatro Evangelistas, de los apóstoles”, según cuenta un libro editado por los salesianos. La lista continúa con restos de “Pablo y Bernabé, de Ana y Joaquín, de Isabel y el Bautista, de Marta y María Magdalena, Francisco de Sales, Francisco y Clara de Asís, San Luis Gonzaga, San Martín de Porres, Santa Rosa de Lima, más de cuarenta Papas, obispos, mártires, confesores, vírgenes”. Son en total unas 800 reliquias que pueden admirarse en la sala inaugurada en 1939.
La historia de la Virgen de Luján, en tanto, data del siglo XVII y nació gracias a un hacendado portugués que decidió construir una capilla en Sumampa, una región que hoy pertenece a la provincia de Santiago del Estero. Le pidió una imagen de la advocación de María en su Purísima (ahora diríamos Inmaculada) Concepción a un navegante amigo que vivía en Pernambuco, Brasil. La estatua arribó al puerto de Buenos Aires en 1630 pero nunca llegó al norte, ya que “cuando la tropa de carretas se encontraba a orillas del río Luján, en un paraje denominado del ‘Árbol sólo’, la imagen que representaba la Inmaculada Concepción determinó quedarse milagrosamente en aquel lugar para amparo y veneración de los pobladores de la zona”, según cuenta el padre Juan Guillermo Durán en “De la frontera a la Villa de Luján”. Asegura la leyenda que los bueyes que tiraban de la carreta donde viajaba la imagen no quisieron moverse ni un paso hasta que la Inmaculada Concepción fue bajada del vehículo. Eso se tomó como una señal milagrosa de que la virgen -una imagen de solo 38 centímetros de altura realizada en terracota- quería “quedarse” allí. Y así sucedió.
Beata Crescencia
Por otra parte, las tierras de Pergamino vieron los años de infancia y juventud de una beata argentina: María Angélica Pérez, sor Crescencia. Había nacido en 1897 y tras pasar esa época mencionada en la ciudad del norte bonaerense, en 1915 ingresó en el Noviciado de las Hermanas del Huerto en Buenos Aires y tomó los hábitos el 2 de septiembre de 1918. Falleció en Chile en 1938 por una enfermedad pulmonar y sus restos fueron repatriados en 1966. Su proceso de beatificación y canonización comenzaría 20 años después, y se reactivó en 1995 con la curación de una joven que tenía un cuadro de hepatitis agravado por diabetes. A la chica le regalaron una estampita de sor Crescencia y se hizo una cadena de oración; se curó por completo. La monja fue beatificada en Pergamino en 2012 y el proceso de canonización continúa.
Otras maravillas de la Iglesia en la provincia de Buenos Aires no tienen que ver tanto con lo milagroso sino con lo estético. Los turistas que acuden a Saldungaray, en el partido de Tornquist, van por dos motivos: para ver la entrada del cementerio, una monumental obra de Salamone, o a visitar las bodegas. Pero pocos saben que la iglesia de Nuestra Señora del Tránsito alberga una imagen única: la Virgen Dormida, recostada sobre cuatro almohadones, que presuntamente representa el Misterio de la Asunción, cuando María fue llevada, según enseña el catecismo, en cuerpo y alma a los cielos.
La estatua, tallada en madera de roble, fue traída desde Francia por el fundador del pueblo, Pedro Saldungaray, en 1905, y es muy venerada en la Comarca de Sierra de la Ventana.
Relatos así, en los que se entretejen los símbolos cristianos con la religiosidad popular, pueden encontrarse en todo el territorio bonaerense. Solo hay que buscarlos. (DIB)