El aniversario 40° de la guerra de Malvinas pudo desempolvar como nunca antes la memoria escrita en primera persona de uno de los episodios más dolorosos de nuestra historia: las cartas de puño y letra destinadas a los combatientes en las Islas y las que ellos enviaron a sus familias. Diversos documentales, podcasts y muestras posaron la mirada sobre esa faceta íntima pero con gran riqueza documental que los militares buscaron destruir.
Son las historias dentro de la historia: cartas de soldados a sus familias, de madres y padres a hijos, las que escribieron personas desconocidas, como los chicos en las escuelas; las encomiendas con chocolates, cadenitas, amuletos, virgencitas, rosarios y fotos. Toda una dimensión íntima de la guerra, contada en primera persona.
Las iniciativas son diversas, a lo largo y ancho del país. Por ejemplo, una productora audiovisual de la ciudad de Ushuaia, en Tierra del Fuego, rescató cartas enviadas por soldados y sus familiares y filmó su contenido leído por allegados al autor o por un narrador, en caso de tratarse de personas fallecidas.
El proyecto llamado “Cartas de Malvinas” hasta el momento tiene cinco cortos que están a disposición del público libremente. Uno de los capítulos incluye la carta que María Nilda Gil le envió a su hijo combatiente Walter Batista, el 29 de abril de 1982.
El veterano de la guerra de Malvinas lee en primer plano: “Quiero que estés tranquilo y que sepas que no estás solo. Mamá te tiene presente en todas las horas del día y te quiere mucho. Y está orgullosa del gran hijo que tiene. Cuando escribas decime cómo te mando tus dos uniformes de invierno, los mandé a la tintorería. Recién estuve con doña Palmira y te mandó muchos saludos. También don Caballero”.
Otro de los cortos está dedicado al diario que escribió en Malvinas Marcelo Massad, un soldado de 19 años que murió el 11 de junio del 1982, último día de la guerra, en Monte Longdon, luego de intentar rescatar a siete compañeros. También hay otro episodio dedicado a la carta del maestro Julio Cao a sus alumnos de tercer grado.
Asimismo, dos espacios rescatan otras cartas de la Guerra. Uno es el Museo Malvinas, en la exEsma, que junto a Epistolar Podcast, puso en línea el proyecto sonoro “Memoria epistolar de Malvinas”. Allí, excombatientes retoman aquellas cartas para repasar todo lo vivido y sentido, por ellos y por quienes recibían o enviaban las cartas.
Además, en la Biblioteca del Congreso de la Nación se inauguró la muestra “Destellos de lo vivido. Malvinas 40 años”, donde se reproducen cartas, telegramas, postales y estampillas que excombatientes enviaron a amigos y familiares durante el conflicto del Atlántico Sur. También se exponen cortos audiovisuales, mapas antiguos de las Islas Malvinas y diarios y revistas de la época.
“Perdón por la letra papá, pero tengo las manos congeladas”, se lee en una de las cartas. “Aquí el problema no son los ingleses sino la monotonía de todos los días, comer una sola vez por día, dormir en un pozo húmedo”.
Crueldad y destrucción
Junto con la memoria epistolar surgieron también algunos testimonios de exconscriptos que contaron cómo bajo amenaza de muerte, la dictadura militar los obligó a destruir cientos de cartas y encomiendas dirigidas a los soldados.
Sobres, cadenitas, rosarios y chocolates, parte de las encomiendas que familiares de combatientes habían entregado en el Regimiento 7 de Infantería de la ciudad de La Plata con la promesa de que serían llevadas a los soldados en Malvinas, fueron abandonados en un basural de la localidad de Ensenada.
La historia la contó a la agencia estatal Télam un grupo de exconscriptos encomendados a ese operativo: Sergio Regidor, Alfredo Marcelino, Daniel Laira, Ignacio Arauz, Darío Manzanares, Eduardo Piedrabuena, Jorge Cebrowski y Hugo Acuña, formaban parte de la banda de música de esta emblemática guarnición de Ejército, la unidad que mayor cantidad de bajas sufrió durante la guerra, con 36 caídos y más de 150 heridos, y que fue protagonista heroica de la batalla más extensa y encarnizada del conflicto, la de Monte Longdon.
“Lo recuerdo perfecto; era un día de sol y nos reunieron para decirnos que íbamos a salir a hacer una operación, que iba a ser secreta y que ni siquiera a nuestros familiares podríamos contarles lo que íbamos a hacer”, sostiene Regidor.
“Eran tres Unimog cargados con las encomiendas. En otro nos hicieron subir a nosotros”, indica Arauz.
“Cuando con los Unimog encaramos para el lado de Ensenada, yo me puse contento porque pensé que iríamos al puerto a cargar las encomiendas para que fueran a Malvinas. Pero no, después de andar un rato, no mucho, llegamos a un basural donde nos hicieron romper todos los paquetes. Me acuerdo que se me caían las lágrimas, de bronca, de impotencia”, afirma Hugo Acuña, mientras Sergio Regidor agrega: “Eran cajas relativamente chicas, rotuladas con los nombres de los soldados. Nos dijeron que había que sacar las cosas que había adentro y las fuimos separando”.
Ignacio Arauz aporta detalles: “Todo lo que eran cadenitas, cruces y rosarios, teníamos que ponerlos en una bolsa grande, negra, como si fuesen hoy las de consorcio, mientras que las cartas nos las hacían poner en otra bolsa y el sargento nos decía que se las iban a dar a los soldados cuando volvieran. Todo lo demás (ropa, chocolates y pequeños objetos de recuerdo) se tiró en ese basural, igual que los envoltorios con los nombres. A las otras dos bolsas, la de las cadenitas y la de las cartas, todas mezcladas y sin identificar, nunca más las volvimos a ver”.
“Operación chocolate”
Como parte de la estafa que los militares llevaron adelante con la guerra a la sociedad argentina, y en una apelación al sentimiento patriótico como forma de prolongarse en el poder, la dictadura decidió además por aquellos tiempos realizar una colecta nacional para recaudar alimentos y fondos para quienes estaban combatiendo en las islas.
Así, se generaron colectas en todo el país y hasta se emitió un programa televisivo en ATC, “Las 24 horas de las Malvinas”, conducido por Pinky y Cacho Fontana, que convocó a famosos y personalidades y recaudó muchísimo dinero que nunca tuvo el destino esperado.
El documental “Operación Chocolate”, dirigido por Carlos Castro y basado en la investigación periodística de Santiago García, describe aquel fraude y se centra en la historia de un chocolate que había sido donado por un chico para que llegara a las Malvinas pero poco después apareció en un kiosco, exhibido para la venta.
El documental expone cómo los medios manipularon la información sobre la guerra de Malvinas, y pone el eje en la cobertura de la revista Gente y en el proceso de “desmalvinización”, que intentó el olvido y la negación de todo lo ocurrido con los soldados tras la finalización de la guerra. (DIB)