(Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB )Marzo de 1997. El presidente Carlos Menem coquetea con su re-reelección, Argentina sueña con organizar los Juegos Olímpicos de 2004 y la Policía bonaerense está revolucionada por la feroz purga que siguió al crimen del fotógrafo José Luis Cabezas. Mientras tanto, llega a Los Toldos, la ciudad natal de Eva Perón en la que viven en paz unas 13 mil personas, un grupo de forasteros en varios Mercedes Benz.
Vestidos con trajes oscuros y camisas blancas, dicen representar a una firma llamada Miyasi y que van a instalar en la localidad una concesionaria de autos importados. Luego comienzan a regalar dinero y bienes. Sortean entradas a recitales, viajes a Europa y hasta un automóvil. A lo largo de un período de menos de dos años se convierten en un misterio que llena de obsequios al pueblo y a la vez despierta muchas sospechas. La Justicia investiga y no encuentra nada. Detrás de todo esto hay un solo nombre pero sin rostro conocido: Edgardo Rubén Nogales. Este relato parece el comienzo de una serie de Netflix, pero es algo que pasó realmente y de lo cual, casi tres décadas después, no se sabe casi nada.
“Los Miyasi”, como se los conoció en Los Toldos, revolucionaron al pueblo con donaciones, regalos, sorteos, publicidades y la promesa de una concesionaria de la marca de autos de lujo inglesa McLaren, la misma que en esos momentos sentaba en sus vehículos de F1 a Mika Häkkinen y David Coulthard. Era un fenómeno asombroso que dejó decenas de anécdotas, como la de Santiago, un chico de 10 años que jugaba al básquet y le mandó una carta a Miyasi donde pedía camisetas nuevas para su equipo, lo que por supuesto fue cumplido. A Santiago, al igual que muchos otros que disfrutaron de esa generosidad, lo fotografiaron con sus regalos. Eso sí, al equipo de Miyasi nadie podía tomarle fotos. Tampoco podían relacionarse con mujeres, tomar alcohol ni usar otras prendas que los trajes negros y las camisas blancas. Así y todo, el pueblo logró guardar un secreto: Miyasi llegó a Los Toldos en marzo de 1997 y el periodismo porteño recién descubrió el asunto en febrero del año siguiente.
Amor incondicional
La historia, o al menos la versión más difundida, comienza con un romance. Allá por 1996 Josefina Bilotta y Silvana Alonso (24, en algunos medios se la cita como “Alonzo”), madre e hija oriundas de Los Toldos, vivían en la Ciudad de Buenos Aires y trabajaban juntas en un local de sábanas y toallas del Unicenter Shopping. Allí entró un día Edgardo Rubén Nogales (35), elegante, moreno, de traje negro, camisa blanca, y quedó flechado por los encantos de Silvana. Compró quince toallas y se fue. Con el correr de los días visitó el local muchas veces y siguió comprando toallas, además de regalarles a las mujeres relojes de oro y ramos de rosas. Al poco tiempo Edgardo y Silvana se pusieron de novios. Él la visitaba en un auto con chofer y continuaba deslumbrándola con presentes. Le aseguró a la joven que su dinero provenía de una fuente insólita: era biólogo, había descubierto una cura contra el sida y una firma suiza le enviaba medio millón de dólares al mes para que no revelara su secreto.
Bilotta contaría después a La Nación que Nogales “decía que era ‘el guerrero’, como alguien importante que tenía una misión que cumplir. También juraba que había estudiado en Jerusalén y todo giraba para él alrededor de las piedras. Me contó que tenía un cuarzo gigante que llegaba hasta el techo en su departamento y que se arrodillaba ante él cuando entraba y salía”. Admiraba la obra del rabino Philip S. Berg, autor de “Astrología kabalística”. No salía de su casa sin los bolsillos llenos de piedras y monedas de oro.
A pesar de todo esto -o quizás, justamente, por todas estas excentricidades- Silvana dejó de querer a Edgardo y diez meses después de comenzar su relación lo dejó. Se volvió a Los Toldos y se puso de novia con el médico ginecólogo Horacio Villa. Poco tiempo después llegaron al pueblo los Mercedes Benz con los hombres de Miyasi, muchos dicen que a vigilar a la chica. “Nogales no se resignaba. Me decía que tenía que convencer a Silvana de que volviera con él”, confesó años después Josefina. De hecho, Miyasi era el nombre que Nogales y Alonso habían inventado para una marca de ropa para chicos, una de las pocas referencias que todavía aparecen en Internet al googlear el término.
Detalle aromático: el motivo del nombre de la marca sería el gusto de Nogales por el perfume Issey Miyake, que impuso su utilización a todos los empleados de la firma
Sospechas
Mientras Nogales preparaba en Los Toldos la concesionaria de McLaren, envió a Josefina Bilotta, al director suplente de Miyasi, Javier Leopoldo Martínez de León, y a una intérprete a la sede de la empresa en Londres. Pero la representación toldense nunca terminó de cuajar.
El intendente de General Viamonte, Juan Carlos Bartoletti, comenzó a sospechar: “Primero no presentaron los planos del local; después no pagaban los derechos de construcción. Además, la firma Miyasi Division Car, como se identificó cuando llegó, no existía legalmente”.
La constitución de Miyasi Sociedad Anónima recién aparece, de hecho, en el Boletín Oficial del 6 de septiembre de 1997, seis meses después del desembarco de los “hombres de negro” (así también se los llamaba) en Los Toldos. En el archivo de esa fecha, se lee que la firma se creaba con tres objetivos. Primero: la “compra, venta, permuta, reparación, importación y exportación de vehículos automotores, motocicletas, aeronaves y embarcaciones incluyendo repuestos, accesorios y representaciones, nacionales y/o internacionales”, a lo que se agregaba la “comercialización integral, importación y exportación de indumentaria, de producción propia o mediante la obtención de franquicias” y/o representaciones, nacionales y/o internacionales”. Esto último recuerda al origen de Miyasi como marca de ropa para chicos.
El segundo objetivo, de acuerdo al BO, era la “producción, elaboración y transformación de materias primas, productos, subproductos y demás bienes correspondientes a la industria automotriz, aeronáutica, naval y de indumentaria”. Y finalmente, Miyasi quería establecerse como “inmobiliaria y constructora, mediante la compra, venta, locación, explotación, construcción, loteo o leasing de bienes raíces, ya sean urbanos o rurales”.
Mientras tanto, la única cara visible de la compañía, Julio González, indicó que las demoras se deben a obstáculos interpuestos por el intendente “porque sí”. También aclaró otras cosas: “Vestimos de negro. ¿Es pecado? No tomamos alcohol y no nos relacionamos con mujeres del pueblo porque somos hombres casados. ¿Está mal? ¿O lo que les molesta es que usemos camisas caras?”. “¿Qué tiene de malo que un hombre de dinero le regale cosas a los pobres?”, destacó el frontman de Miyasi en Los Toldos en una breve charla con Clarín.
Uno por uno
Clarín, en su edición del 9 de febrero -cuando se empezó a hablar del asunto en los medios nacionales- destaca una lista de regalos que había dejado Miyasi a lo largo de los once meses previos. La enumeración parece inverosímil. Va completa, más allá de que algunos hechos ya han sido mencionados en esta nota.
- Un auto Mercedes Benz de 53 mil dólares
- Dos viajes a Francia. Uno de ellos fue ganado por el hijo del escribano que fue garante del sorteo.
- Transmisión gratuita en pantalla gigante de un recital de Luis Miguel en el Club Social de Los Toldos, con comida y bebida para los asistentes.
- Sorteo de 50 entradas preferenciales (valor cien pesos) para el recital de Luis Miguel en el estadio de Vélez, con el traslado y la comida incluidos.
- Reparación de las instalaciones del Club Social.
- Contratación de dos limusinas para la inauguración de Exponiño en Los Toldos.
- Acondicionamiento de la casa de un hombre no vidente con problemas financieros.
- Dinero en efectivo para la gente pobre que tiene deudas.
- Una consola de sonido digital para la FM Eclipse.
- Propinas de más de 200 pesos para los mozos de los bares.
- Conjuntos deportivos para todo el equipo infantil de básquet local.
- Un premio de 1.500 dólares para el ganador de un partido de fútbol entre los obreros de la firma Miyasi y un equipo local.
Investigación
En ese momento fue cuando intervino la Justicia, cuando era imposible ocultar un fenómeno tan particular. Tomaron cartas en el asunto el fiscal federal de Junín Eduardo Vara y la jueza de la misma jurisdicción Teresa Crosetti. No pudieron encontrar nada irregular, pese a las sospechas de lavado de dinero o venta de drogas.
Cuando los periodistas le preguntaron a Julio González en Los Toldos cuál era el origen del dinero de Miyasi, sólo atinó a responder: “Hablen con Roberto Leudesdorf, el abogado”. Pero las declaraciones de Leudesdorf -citado como “Loiders” en algunas notas- a La Nación fueron, al menos curiosas: “Yo sólo soy el letrado de la empresa. Estoy para encargarme de las cuestiones legales y vi una sola vez a Nogales. ¿De dónde sale la plata? Para eso hay un fiscal investigando. A mí también me gustaría saber. Esa es la pregunta del millón”.
En tanto, y siempre según fuentes periodísticas, el entonces gobernador Eduardo Duhalde había pedido a la SIDE que investigue a los integrantes de la firma. Tuvo que acudir a un organismo nacional porque luego del crimen de José Luis Cabezas se habían desarmado, presuntamente, los organismos de inteligencia bonaerenses.
El asunto también llegó a la Legislatura. El senador provincial Pablo García -de Ameghino, localidad cercana a Los Toldos- presentó un pedido de informes al Poder Ejecutivo para conocer el origen de “los exóticos regalos y las fuentes de financiamiento de la empresa”. Oscar Laborde, diputado del Frepaso, consideró que había situaciones irregulares y pidió al Gobierno información sobre la habilitación de Miyasi.
Incluso, un grupo de vecinos toldenses se acercó a La Plata para hablar con Laborde y en la reunión manifestaron estar “muy preocupados por el especial interés que tienen los integrantes de Miyasi en captar la atención de los jóvenes del pueblo”.
Conspiraciones
Cuando se comenzó a hablar del tema en la Capital Federal, Miyasi desapareció de Los Toldos. Parece que al equipo no le convenía la exposición a la que era sometido y se fue en el mismo misterio con el que llegó.
El caso cautivó a mucha gente y todavía se recuerda en Los Toldos. Hasta se hizo un documental, hoy inhallable, para el canal Infinito. Nadie dio con una explicación, pero el periodista Alejandro Guerrero deslizó, en un artículo de la legendaria revista “Pistas”, que Misayi no era más que la resurrección de la logia Anael, el oscuro grupo político-esotérico al que perteneció “El Brujo” de Perón, José López Rega.
A lo largo de los años se lanzaron muchas hipótesis y especulaciones. Una de las más fantásticas apareció en el foro Reddit en 2017, cuando se hizo una pregunta sobre “qué conspiraciones argentinas conocen” y un usuario afirmó que “los Miyasi llevaron a cabo en la localidad bonaerense de Los Toldos un experimento genético secreto a cambio de regalos para sus habitantes en la década del ‘90”.
Habrá que seguir indagando… aunque Nogales es, hoy en día, un fantasma. (DIB) MM
Postdata: si el lector tuvo contacto con el grupo Miyasi, fue beneficiado con algún regalo o sabe de algún dato que falta en el texto, es invitado a contactarse con el autor de la nota al correo electrónico yomarce@gmail.com.