(LA CAPITAL) Elisabeth A. solía viajar desde San Nicolás a Rosario para comprar droga y después revenderla en el barrio San Francisco, uno de los más humildes y periféricos de San Nicolás de los Arroyos. En los últimos tiempos había comenzado a acompañarla Rodrigo G., un vecino que de cliente había pasado a ser su ladero. Los dos, ella de 26 años y él de 21, ahora están detenidos por haber sido parte de la fuga de ocho reclusos de la cárcel de Piñero ocurrida el pasado 27 de junio. La investigación en curso los ubica como dos jóvenes sumidos en la improvisación y el peligro a cambio de dinero y tal vez por encargo del evadido y todavía prófugo Martín Alejandro Cartelli, con quien tendrían vínculo y a quien los investigadores posicionan como uno de los posibles organizadores de la fuga junto con el ya recapturado Sergio Cañete.
La reconstrucción de la evasión de la cárcel de Piñero indica que cuatro personas llegaron en un Peugeot 3008 por un camino rural lindero al predio, cortaron los tejidos con amoladoras mientras se enfrentaron a tiros con los centinelas penitenciarios y lograron así la fuga de ocho reclusos. Cuatro de los jóvenes que integraron ese apoyo externo ya están identificados: uno murió en el enfrentamiento, otros tres fueron apresados e imputados en los últimos días.
Después de alejarse de las inmediaciones de la cárcel un grupo de presos se subió a un auto en el que los esperaba Elisabeth A., quien horas más tarde fue atrapada junto a Rodrigo G. y los dos primeros fugados en caer: Joel Rojas y Sergio Cañete. Iban en un Honda Civic con tres armas de fuego y cayeron después de ser perseguidos por la policía desde Soldini hasta Cabín 9.
El 30 de junio Elisabeth y Rodrigo habían sido imputados por encubrimiento y portación ilegítima de arma de fuego de guerra, encubrimiento por receptación dolosa y resistencia a la autoridad. Pero a partir del avance de la investigación se sumaron nuevas imputaciones. A ella por haber esperado a los fugados en el auto en el que continuaron el escape y por haber arrojado clavos “miguelito” en el camino y a él por haber participado del grupo externo que se enfrentó a tiros con los penitenciarios.
La investigación de los fiscales Matías Edery y Franco Carbone también avanzó sobre quiénes habrían organizado y financiado la fuga. Si bien en un principio se habló de Claudio “Morocho” Mansilla como cerebro de la operación, en los últimos días indicaron que sería Sergio Cañete. Ahora se suma la posibilidad de que también haya estado vinculado a la logística el recluso Martín Alejandro Cartelli, condenado a 13 años por robo calificado, encubrimiento y secuestro. Este hombre, oriundo de San Nicolás y con conexiones en Casilda, sería el nexo con Elisabeth A. y Rodrigo G.
Compra y venta
El barrio San Francisco de la ciudad de San Nicolás está ubicado en el extremo oeste, lindero a descampados rodeados por los caminos que conducen hacia la Ruta 9 que lleva a Rosario. Se trata de un barrio que recién en los últimos años fue pavimentado, al menos sus arterias principales, sobre todo porque es uno de los principales caminos hacia el Estadio Unico de la ciudad en el que se disputan partidos de la Copa Argentina. Esa inversión en infraestructura contrasta con el crecimiento de asentamientos precarios de familias que fueron desplazadas de otros barrios precarios por obras en el macrocentro.
En ese barrio, sobre calle Alberdi al 1500, vive Elisabeth A., y a unos 200 metros, sobre calle Baldrich, tiene domicilio Rodrigo G. La investigación por la fuga de Piñero la posiciona a ella como una asidua distribuidora de drogas en esa zona, quien viajaría frecuentemente a Rosario mediante la conexión de un hombre identificado como “Polaco”. Y a él como un changarín y consumidor que con el tiempo quedó ligado a Elisabeth, su dealer, al punto de empezar a trabajar para ella.
Rodrigo G. solía trabajar con su padre en el rubro de la construcción y en herrería, pero en el último tiempo el vínculo se había deteriorado a partir de los nuevos hábitos del chico. Entre ellos estaba la junta con Elisabeth, a quien había comenzado a ver con más frecuencia en los últimos tres meses. “Y, se vino a meter con esta piba”, es el comentario que les llegó a los familiares de G. sorprendidos por la repentina caída de Rodrigo en Cabín 9, cuando él apenas conocía Rosario por haber ido en pocas oportunidades.
Elisabeth y el “Polaco” serían la conexión nicoleña con Rosario en la venta de droga a baja escala que en aquella ciudad bonaerense en los últimos años comenzó a desarrollarse con características muy similares a la dinámica rosarina: viviendas de barrios precarios que venden al menudeo mediante la participación de jóvenes que garantizan abastecimiento a clientes de distintos puntos y sectores sociales de la ciudad.
Jugados
Los fiscales Edery y Carbone supieron a partir de varias declaraciones que Elisabeth pudo haber ido a Rosario a buscar el auto que participó de la fuga, que en San Nicolás lo dejó a cargo de Rodrigo y el joven lo usó unos tres días. El chico, según sus familiares, no tenía “un peso partido al medio”, por lo cual se presume que su participación en la fuga fue por dinero. Algo que también se supo sobre Walter Soraire, el joven que murió en el enfrentamiento a tiros durante la evasión y de quien trascendió que atravesaba graves problemas de consumo de sustancias y que había pactado el cobro de 25 mil pesos para ir a poner el cuerpo en la fuga.
“Son pibitos que están zarpados. Los escuchás y hacía dos días que estaban consumiendo. Les ofrecen plata, se creen que es algo osado, piensan que con eso van a mostrar que son valientes. Se habla mucho de plata. Es un poco la forma en que viven los jóvenes que están en esa situación de marginalidad y adicciones que viven el hoy y no les importa si van a seguir viviendo. Están jugados”, describió una fuente de la investigación a este diario sobre la participación del grupo externo que fue a batirse a tiros con penitenciarios y a abrir los tejidos de Piñero con amoladoras.
Fuga y caída
El viernes 25 de junio Rodrigo cenó en la casa de un familiar y durmió ahí mismo con la chica con la que había comenzado a salir un mes atrás. La mañana siguiente avisó que saldría rumbo a Rosario con Elisabeth para ir a la casa de unos amigos. Durante ese sábado y las primeras horas del domingo la pareja se mantuvo en contacto por mensajes y cerca de las 22, cuando ya se había concretado la fuga, tuvieron el último diálogo: él le dijo que se estaba escondiendo en Casilda.
Al día siguiente los allegados del chico se enteraron por los noticieros que dos de los prófugos de Piñero habían sido recapturados. Y que con ellos habían caído dos cómplices, identificados como Elisabeth A. y Rodrigo G. Inmediatamente supieron que se trataba de ellos dos, nicoleños que de conectar Rosario con San Nicolás para la venta de droga a baja escala habían pasado a participar de la fuga de presos de la provincia de Santa Fe más impactante en los últimos años.
Para los fiscales que investigan la fuga estas dos personas fueron involucradas por el prófugo Cartelli, oriundo de San Nicolás y con vínculos delictivos en Casilda. Por eso se presume que, antes de que Elisabeth y Rodrigo cayeran en Cabín 9 después de una persecución, Cartelli pudo ser trasladado por ellos a Casilda. En esa localidad este dúo estuvo de visitas en la casa de unos amigos mientras esperaban órdenes sobre cómo continuar el escape que finalmente se frustró.