Los Huesos de Pearson: Los aspectos no revelados del misterio de 32 años al Secuestro de Díaz Franco

( Por Victor Calvigioni) El caso del empresario lácteo José  Díaz Franco, 30 años  casado y con tres hijos,  raptado el 18 de diciembre de 1988 sigue sin develarse. Sin embargo 32 años después   periodísticamente se podría estar muy cerca de desentrañar el misterio.

Según agentes de la inteligencia bonaerense que investigaron el descubrimiento de partes de un esqueleto humano  en un arroyo cercano a la localidad de Pearson,  el puntapié inicial   de la causa judicial fue una interna por celos “profesionales” entre malvivientes del mismo “palo” (piratas del asfalto).

EL FARO tiene el anónimo de cuatro páginas escrito a mano con birome de tinta color  azul. La diferencia  se desató entre dos miembros de la banda que asoló la región con casos de piratería del asfalto y que dio origen al denominado “Triángulo de las Bermudas” que incluía las rutas nacionales y provinciales que  cruzaban la zona geográfica demarcada por las ciudades de Pergamino, Venado Tuerto y Colón.

    Los secretos que esconde la causa y que jamás fueron revelados.

El anónimo fechado el 5 de febrero de 1994, dirigido al jefe de la policía provincia de Buenos Aires llegó a la oficina de la ciudad de La Plata. En las cuatro carillas  la misiva relataba minuciosamente como raptaron en la ciudad de Rosario al empresario lácteo, José Díaz Franco. Además señalaba  que el jefe de la banda era Jorge Rivas y los secundaban Carlos Cafese y  Andrés Roldan.

El autor  (un miembro de la asociación ilícita) describía con lujos de detalles los malvivientes involucrados y en donde estuvo cautivo  en nuestra ciudad, José Díaz Franco. Según  se relataba  el ejecutivo santafesino pasó sus últimos días de cautiverio a solo 14 cuadras de la zona céntrica de Colón.  El rosarino secuestrado fue encarcelado por una banda integrada por colonenses: “En una quinta atrás de la fábrica de jaulas y acoplados Lamopi ” (en el presente funciona parte el corralón municipal).

El anónimo agregaba: “La quinta fue vendida en l990 y su propietario se mudó de ciudad”. La carta  marcaba con énfasis que el propietario de la finca era un contador que no ejercitaba su profesión.

              Más datos

Según  el escrito, Díaz Franco fue asesinado de varios disparos el 22 de diciembre de 1988. El lugar donde se concretó el  homicidio fue la casa del profesional contable.

El acusador indicaba  “Como fracasaron en poder cobrar el rescate  decidieron matarlo y tirarlo debajo de un puente donde pasa un arroyo de Pearson”. La banda pidió de rescate 300 mil dólares.

El anónimo continua: “ Al secuestrado lo llevaron como le dije (dos personas en un auto que todavía se domicilian en nuestra ciudad)  hasta el puente que está a la entrada del pueblo de Pearson y lo tiraron por la baranda del lado derecho no abajo, es decir para donde corre el agua”. La persona que escribió el anónimo explica porque se dirigió al jefe de la policía: “Los policías de Colón se han criado en esta ciudad y algunos de ellos pueden llegar a ser amigos con estas personas” (Por los acusados).

Por último, el autor de la carta recomienda: “Que se haga este procedimiento y se concreten las tareas que se necesitan para encontrar el cuerpo del infortunado muchacho de Rosario, hijo de un industrial importante de esa ciudad». La firma de la misiva fue “Un colaborador anónimo”.

La pregunta del millón sería quien escribió el preciso anónimo. Según una información que manejo inteligencia bonaerense, el propio Jorge Rivas pensaba que hubo una “traición” de una persona “amiga” que estaba detenida en una cárcel de Junín.

La carta anónima fue escrita por un componente de la banda Andrés Roldán e incluso, una vez que el organismo de seguridad detectó quien la habría redactado, el autor fue traído  esposado al puente de Pearson para que “marcara” el lugar exacto donde fue arrojado el cadáver de Díaz Franco.

               El otro punto oscuro

El segundo punto que nunca trascendió es: ¿Quien encontró en enero de l989, los huesos de Pearson?. El hallazgo se produjo poco después de que el cadáver fuera arrojado por los asesinos.

El avistamiento de los huesos fue en el contexto de una gran sequía y en la bajante del caudal del arroyo.

La persona que halló los huesos de Pearson en l989 fue Orlando Ismael Torres. El mismo declara en la causa: “Hace alrededor de cinco años, siendo alrededor de las 14.30, me hallaba transitando a pie en las inmediaciones de este pueblo con destino a la chacra donde trabaja, circunstancia en las cuales, al pasar por el puente, observó que sobre el lecho del arroyito se notaba la presencia de algo que parecía un juguetito, razón por la cual procedió a descender. Así es que pudiendo caminar sobre el lecho seco pudo comprobar que lo observado era una carretilla, vale decir un hueso maxilar inferior de ser humano, de lo que recuerda que al menos poseía una pieza dentaria, dando cuenta a al encargado del puesto policial. Al volver al lugar se hallaron varios huesos más, todos alargados y que estaban totalmente descarnados”.

El cabo Brausteiner los acomodó en una caja y los entregó al comisario Leone (ya fallecido) encargado de la comisaría de Colón. Los huesos desaparecieron y todo se “tapó”. Un médico peruano que realizaba guardias en el Hospital Municipal “Eduardo Morgan”  señaló al ser consultado por agentes de  inteligencia bonaerense que “los huesos hallados pertenecían a un animal carnívoro que habitaba la zona y que por eso fueron tirados en un lugar que no precisó”.

La declaración del médico demuestra el nivel de transversalidad  que tenía la banda en nuestra ciudad con miembros activos, reducidores, y “banqueros” lavadores de “plata sucia”

Si se hubiera dado curso en l989 a las actuaciones hoy un misterio estaría revelado. El anónimo escrito en l994 “destapo” la olla y de esta forma se conoció parte de la verdad.

        Filmaciones

La investigación realizada sobre viejos archivos policiales nos demuestra algunos otros aspectos. El encargado de realizar el  operativo de  inteligencia de la bonaerense en nuestra ciudad fue Angel Roberto Salguero. El uniformado estuvo más de una semana “rondando” el cementerio municipal. En su investigación halló el cadáver de un hombre de los denominados “linyera” y enterrado como “N.N” y el cambio muy “sospechoso” del sitio donde se arrojaban los huesos de antiguas sepulturas. En eso días se dio un mismo objetivo en dos organismo uno nacional y el provincial que representaba Salguero.

El policía alguero al poco tiempo su nombre cobro notoriedad  al ser encargado de investigar el atentado a la Amia. El agente termino procesado acusado  de desviar las investigaciones del atentado a la Mutual judía hacia un supuesto complot carapintada para proteger a miembros de la policía de alto rango.

Salguero estuvo en Colón vestido de civil durante más de 10 días. En esa época era titular de la Comisaría de La Matanza.

En los días donde trabajo de incógnito fotografió a presuntos miembros de la banda que había actuado en el rapto de Díaz Franco. También las viviendas donde tenían domicilio estudio sus movimientos y hasta filmó a varios de ellos. Los informantes que tuvo le habrían dicho que los huesos del empresario rosarino habrían sido arrojados al osario del Cementerio Municipal. En horas de la tarde llegó al lugar e ingresó al cementerio  pudiendo comprobar que los huesos arrojados estaban en malas condiciones por la cantidad de agua que había en su fondo.

    El misterio

Los análisis que realizaron los peritos determinaron que en los huesos hallados en l994 se encontraran restos de dos cadáveres. La causa judicial la llevó adelante el Juez de Décima Nominación Carlos Carbone y en la actualidad está archiva.

Se trataba de un hombre y una mujer. La dama era en vida menuda no más de 1.62 centímetro de altura y el hombre de conformación corpulenta medía –según los peritos- 1.82 centímetros de estatura.

Un miembro de la banda secuestradora pudo enterarse de los trabajos que se venían realizando por parte de inteligencia  y para “embarrar” la investigación buscó en el cementerio municipal de Colón varios huesos en el osario (resultó ser una mujer) y luego se trasladó al puente de Pearson y los arrojó al lecho del arroyo.

Poco después la comitiva integrada por prestigiosos peritos hallaron los huesos en el arroyo un hueso largo (tibia) y parte de una mandíbula). Los del hombre podrían ser los de Díaz Franco. Los huesos de mujer fueron arrojados al lugar para confundir la investigación y que el caso jamás se aclare en la justicia. Los huesos se “perdieron”. La justicia santafesina no tenía los cinco mil pesos para realizar el ADN. En el presente no se sabe dónde se encuentran. También se encontró una bala de fabricada a comienzos de siglo. Un proyectil de igual característica se halló en un puente de Junin al lado de huesos humanos pero esa es otra apasionante crónica.  (Foto Rosario Plus)