La expectativa de una fuerte devaluación del dólar combinada con un ciclo en el que los precios serán libres y no habrá programa con topes máximos produjo hoy una fuerte afluencia de público a hipermercados y grandes centros mayoristas, donde los argentinos tratan de abastecerse ante una posible estampida inflacionaria a partir del lunes.
Una de las medidas con las que terminó la semana, el aumento del 40% en los combustibles –un promedio en el AMBA que aumenta significativamente para el interior- fue el preludio de las largas colas que se observaron desde la mañana en los centros de compra, donde la gente trató de proteger sus ingresos.
Como en otras coyunturas económicas, la certeza de una devaluación empujó a los consumidores que pudieron a deshacerse de sus pesos. Hace unos días, el designado ministro del Interior, Guillermo Francos, habló de un dólar oficial “razonable” de entre $600 y $650, aunque otras versiones lo ubican incluso un poco más arriba.
Ese es un escenario de por sí inflacionario: todas las devaluaciones impactan en los precios, sobre todo en un país bimonetario como la Argentina. Además, en las últimas horas las grandes cadenas de supermercados recibieron de las empresas formadoras de precios, sobre todo de alimentos, litas con hasta el 40% de aumentos para el lunes.
Esa devaluación y la liberación de los precios forman parte del paquete de medidas que no necesitan pasar por el Congreso de la Nación y que serían implementadas desde el inicio de la gestión de Luis Caputo en Economía. A eso se suma una actualización de tarifas que estaría lista en marzo y podría hasta triplicar su precio.
El combo anticipa una caída relativa importante en el poder de compra de los salarios, que es percibida por una población que busca al menos preservar algo de su poder de compra actual –ya muy mermado por un inflación altísima- y por eso corre a los supermercados a hacer la última gran compra antes de que todo el paquete entre en vigencia. (DIB)