El último diálogo registrado entre Gabriela Viagrán y su madre, María Cristina Robert, reveló planes aparentemente normales para la familia Pomar. Sin embargo, lo que siguió fue una tragedia inimaginable. Un accidente fatal en la ruta 31, a solo 40 kilómetros de su destino, resultó en la muerte de Fernando Pomar, Gabriela y sus dos hijas pequeñas.
La incertidumbre que siguió a su desaparición generó especulaciones absurdas: desde deudas financieras hasta conexiones con el tráfico de drogas. Mientras las autoridades investigaban dos posibilidades, la desaparición voluntaria o involuntaria, la desorganización y las teorías sin fundamento se apoderaron del caso.
Las autoridades, lideradas por Karina Pollice, se vieron desbordadas y desorientadas. Incluso después de recibir un aviso sobre un auto volcado en la ruta 31, ignoraron la pista, contribuyendo a la trágica conclusión. El 8 de diciembre, los cuerpos fueron encontrados a escasos metros de la carretera, poniendo fin a la incertidumbre, pero dejando tras de sí una serie de cuestionamientos sobre la actuación de las autoridades.
Después de años de lucha, la madre de Gabriela buscó respuestas en la justicia, obteniendo cierto reconocimiento por la responsabilidad de la provincia de Buenos Aires en el estado de la ruta. Sin embargo, la causa penal contra los policías involucrados se vio empañada por dilaciones y fallos controvertidos, dejando un sabor amargo de injusticia.
Aunque la tragedia de los Pomar ha perdido su lugar en los titulares, persiste como una dolorosa realidad para Franco Ricabarra, el único sobreviviente. Catorce años después, convive con el peso de la pérdida y la injusticia, recordando una historia que marcó a toda una nación.(Pergamino Virtual)