La madrugada fatal que terminó con el asesinato del cura Mario Borgione

Judas”, “asesinos”, “lo mataron como un perro”, “¡Ojalá que se mueran!”, fueron algunas de las frases que retumbaban en los oídos de Daniel Manna y Fernando Roldán, quienes acababan de ser condenados por unanimidad a 14 y 13 años de prisión, respectivamente, por ser “coautores” del homicidio “en ocasión de robo” del sacerdote carismático Mario Borgione. El crimen había ocurrido en el interior del Fiat 132 del sacerdote y en la fría madrugada del 19 de agosto de 1996, en una esquina de la localidad de Pablo Podestá, en el partido bonaerense de Tres de Febrero.

Borgione, de 39 años, era miembro del movimiento de Renovación Carismática y cercano a su líder, Darío Betancourt, pero su tarea principal era la recuperación de jóvenes adictos, para lo cual contaba con una sede en el partido de Moreno, la Fundación Hogar Don Bosco, y estaba por terminar otra en Florencio Varela cuando fue asesinado. El hogar se fundó en 1991 y durante cinco años alrededor de 350 chicos se habían recuperado de las adicciones. Era muy querido por los padres de los adolescentes que vivían el infierno de la droga. Por eso, no sorprendió que más de 4 mil personas lo despidieran el día de su entierro.

De acuerdo a lo que se reconstruyó tras la aparición del cuerpo, Manna (24 años) y Roldán (21) subieron esa noche al auto aceptando que Borgione los llevara “hasta la casa de una amiga”. Sin embargo, todo terminó con el cura muerto con un disparo en la sien. Según determinaron los peritos en el juicio, Manna se ubicó en el asiento del acompañante y efectuó el disparo, y Roldán iba en el de atrás, mientras que el sacerdote habría intentado defenderse ante el ataque.

La primera sospecha

Pocos días después del hecho, el juez de instrucción detuvo y procesó por falso testimonio al sacerdote Omar Díaz, a quien le encontraron en su poder una pistola Bersa calibre 22. Además, le secuestraron de su habitación un video “pornográfico” y todas las sospechas apuntaban a que él había encargado el crimen. Sin embargo, mientras que Díaz recibió un fuerte apoyo del obispo de Morón Justo Laguna, las pericias de la pistola desmintieron esa hipótesis.

Ya para mediados de septiembre de 1996, Díaz recuperó la libertad por falta de mérito tras permanecer detenido 21 días. Laguna, aunque afirmó que el cura era “un chico enfermo” y cuestionaba el rol de Betancourt, encabezó una misa junto a Díaz en su capilla de Ituzaingó ante cientos de feligreses. Pese a mantener un enfrentamiento contra “los carismáticos”, Laguna firmó una tregua con Betancourt, el líder de este espacio.

Un mes después de la madrugada fatídica, la Policía detuvo a Roldán y a Sergio Mormón en Loma Hermosa. El primero de ellos reconoció haber estado en el auto en el momento del asesinato, mientras que el segundo admitió que fue el encargado de deshacerse del arma. Sin embargo, en una estrategia común apuntaron contra Manna, quien por unos días pudo evadir a los efectivos que lo buscaron.

Mientras la Justicia investigaba el movimiento de fondos en el Hogar Don Bosco, el entonces vicepresidente Carlos Ruckauf reconoció haber donado 20.000 pesos a la fundación. El juez buscaba algún tipo de conexión del crimen con los manejos de dinero que hacía Borgione.

Ya a mediados de octubre Menna se entregó, y fue allí que empezó a tomar fuerza una versión que hicieron correr los detenidos: que el cura les había ofrecido, aquella madrugada dentro del auto, dinero a cambio de sexo. ¿Qué buscaban con esa estrategia? Tal vez aportar un poco más de confusión a la causa que aún tenía cabos sin atar con el cura Díaz.

Al banquillo

Recién en 1998, Manna y Roldán enfrentaron al jurado. Con cierta habilidad y asesoramiento, aseguraron que estuvieron en el auto, pero que en ningún momento acordaron matar a Borgione. Hasta ahí las coincidencias. Después se cruzaron: ninguno dijo ser el dueño del arma y ambos se desligaron de querer disparar. De hecho, cada uno apuntó al otro.

Pero lo cierto es que el testimonio de Mormón, el “compadre” de Manna, lo terminó de hundir, ya que contó que éste le entregó la pistola para que la hiciera “desaparecer”.

Aunque los consideraron responsables por igual, la pena de Roldán fue menor porque no tenía antecedentes policiales. En cambio, Manna ya había sido condenado a tres años y medio de prisión en otra causa, abierta por tentativa de robo a mano armada. Por eso, a los 14 que le dieron se sumó el año y dos meses de cárcel que había quedado pendiente.

La sentencia, en tanto, resaltó que “nada de eso se tuvo en cuenta, sobre todo la supuesta conducta sexual, dado que en un crimen es igual que la víctima sea homo o heterosexual; y además mucho menos se tuvo en cuenta porque la víctima ni siquiera podía defenderse”. Los condenaron por matarlo en ocasión de robo.

Tras escuchar la sentencia, Manna y Roldán abandonaron la sala entre insultos y maldiciones de los presentes. En cambio, los padres de Borgione recibieron besos y abrazos. Cada saludo parecía un pésame. Una última despedida a su hijo. (DIB)