Historia de Rojas: Cuando Bartolomé Mitre anduvo por aquí

En el presente gracias a Mario Aguer, que nos envió material,  Editor de Historias de Rojas, muy próximo a sacar  el libro tenemos acceso a estas pequeñas grandes historias. Agradecemos a Mario por volver sobre nuestros pasos y reencontrarnos con parte de la historia de nuestros pueblos.

(Por Julio Olivencia Fernández)

En el año 1856, el entonces Ministro de la Guerra Coronel Don Bartolomé Mitre, recorre toda la línea de fronteras, para cerciorarse “de visu”, de las necesidades que más apremian. Permanece en Rojas varias semanas y de la impresión producida en la incipiente sociedad de aquella época, por la grata estadía del futuro vencedor de Pavón, da una idea la carta que sigue, dirigida al mismo, por el a la sazón Juez de Paz de este pueblo, Don Francisco Roca:

Rojas, Octubre 22 de 1856. Sr. Ministro de la Guerra, Coronel Don Bartolomé Mitre.
Estimado Señor de mi respeto: Me complazco altamente en dirigirme a V. S. con el único objeto de felicitarlo por su vuelta feliz a la Capital, hallándose ya al lado de su muy digna familia, sírvase, pues, el Señor Ministro, admitir esta pequeña demostración de aprecio por parte del pueblo rojero y la mía. Hasta hoy se recuerda con gusto en todas las clases, el nombre de V. S., la franqueza y las consideraciones con que se ha servido tratarnos; es un motivo inolvidable para todos. Las muchachas todas me encargan le diga a V. S. que si les deja llevar el Cura Párroco, se vengarán sin remedio algún día que vuelva a honrarnos con su presencia, teniéndolo sujeto a mazamorra con leche y bailando cielo en todas vueltas. V. S. tiene demasiada prudencia para disimular la libertad que me tomo esta vez, desconociendo los altos respetos que V. S. merece. Deseándole mil felicidades, etc. – Francisco Roca.

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La proximidad de Rojas a la frontera de Santa Fe, límite geográfico aceptado entre el antiguo Estado de Buenos Aires y el resto del territorio nacional y el hecho de albergar el cercano campamento de la “Loma Negra”, desde años atrás, un núcleo importante de tropas veteranas, decidieron al Gobernador Mitre a designar a este pueblo, como Cuartel General de las fuerzas de la Provincia, en la nueva emergencia bélica que se suscitaba, considerándolo el mejor punto estratégico a ese objeto. El General Mitre, que lo había visitado antes con frecuencia, lo conocía perfectamente, la topografía de los alrededores y de toda la región hasta la frontera le era familiar y sabia además que el nervio del antiguo fuerte de la “Guardia de Rojas”, en lugar de debilitarse con los años, se había, por el contrario, retemplado en el baño de la pureza patriótica de sus hijos.

Las tropas que a la sazón guarnecían a este Pueblo, ascendían a 3.500 hombres de las tres armas, y, según expresión del mismo Mitre: “tenía los mejores jefes y los mejores cuerpos del ejército”, y “su espíritu y el que he podido apreciar en la campaña es inmejorable”. Además, estaba ligado a todos los fuertes de la frontera, como cabeza principal de ella en la Zona Norte, poseyendo como vanguardia y en forma de abanico, el escuadrón de milicias denominado “Rojas”, que defendía el Fuerte “Mercedes” (Partido de Colón) y el destacamento que guarnecía el Fuerte “Pergamino”, a las órdenes del Coronel Don Cruz Gorordo, fuerte de 800 plazas.

Decidida la campaña, tirados los dados irremisiblemente y dispuesta Buenos Aires a hacer el último esfuerzo, en pro de lo que conceptúa los verdaderos intereses de la Patria Grande, el Gobernador Mitre delega el mando en el Presidente del Senado, Don Manuel Ocampo, y a principios de Agosto de 1861, se traslada a Rojas para ponerse al frente de las huestes porteñas, a cuya perfecta organización dedica todo su ahínco y sus condiciones de firme voluntad y de carácter férreo. Magna es la tarea, si, como se concibe, se anhela la victoria del objetivo que se trata de alcanzar. El enemigo es serio y se tiene conocimiento que se esmera en aumentar sus unidades de combate y en la preparación general de su ejército, que, representando a todas las demás provincias de la República, asciende su número a cantidad respetable. Se impone, pues, contrarrestar su empuje con fuerzas más o menos iguales, y a ese fin, tienden todos los trabajos del General Mitre, que no se da horas de descanso, en la misión que le incumbe como general en jefe. Su correspondencia de aquel tiempo de nota sus distintos estados de animo, según los felices resultados que obtiene o los desengaños y decepciones que recibe, y así, mientras en unas cartas elogia calurosamente el estado y moral de los solados y oficiales: “Llegó Laureano Díaz con 350 hombres muy bien arreglados. Machado con 1300 hombres y dos piezas de artillería, en un brillante pie y muy bien montadas. Dentro de dos días, con la incorporación de Hornos, pienso reunir 1400 hombres”; en otras, su justa indignación se desborda, ante la pusilanimidad o falta de firmeza de algún jefe; “Voy a dar el mando del Regimiento Escolta al Coronel Frías, para vergüenza de X…, cuando vea que un sargento en Pasco, que se acerca ya a los 80 años, tiene más bríos y más corazón que él, para combatir por la Patria”. (Cartas al General Gelly y Obes, Ministro de la Guerra. – Archivo de Mitre).

De la estancia “San Miguel”, de don Norberto Quirno (hoy Establecimiento “Santa Elena”, del Sr. Félix de Alzaga Unzué), consigue el General Mitre los animales necesarios para remontar la mayor parte de su caballería, fijando como potrero del ejército, un lugar cercano al Arroyo “Las Nutrias”. A fines de Agosto ya tiene reunidos el General Mitre más de 15000 hombres de las tres armas, que divide en cuatro cuerpos de ejército, dos de los cuales formados exclusivamente por caballería de línea de milicias, son mandados por los generales Venancio Flores y Manuel Hornos, el tercero (del centro), a las ordenes del General Wenceslao Paunero, y el cuarto, que lo constituye la reserva, y cuyo mando retiene el General en Jefe. Figuran como nervio de esas tropas, jefes y oficiales de lo mas distinguido que posee la Provincia y que, ya pertenezcan a las fuerzas de línea, o a los batallones o regimientos de guardias nacionales, sabrán cumplir con su deber como buenos, y mas tarde, en futuras luchas internacionales, dejaran bien sentado el tradicional heroísmo del soldado argentino.

El 31 de Agosto de 1861, al toque de diana, parte de Rojas el ejército, estableciendo su primer campamento general, en las inmediaciones de Arroyo Dulce, y en sucesivas etapas llega a mediados de Septiembre al Arroyo del Medio, que traspone el día 16, situándose al siguiente en las cercanías del Arroyo Pavón, donde lo espera el General Urquiza, al frente de 17000 hombres, también de las tres armas. A las ocho de la mañana, se empeña la acción, en la que el rol principal lo desempeña la infantería de Buenos Aires, que en cargas irresistibles arrolla violentamente a los batallones enemigos. La reserva del General Urquiza no entra en juego; contempla impávidamente la retirada de sus compañeros; y hasta hoy es motivo de discusión entre los amantes de los estudios históricos, la extraña actitud de caudillo entrerriano, que no hace mayormente esfuerzos para evitar la derrota. Seguramente habrá que buscar las causas de esa conducta, en la tumultuosa esfera política de la época; pero el hecho es que la victoria mas completa favorece a las armas porteñas, revistiendo en el orden nacional ese triunfo, importancia trascendental, pues es el punto de partida que otorga a Buenos Aires la necesaria autoridad sobre todas las demás provincias argentinas, que le permite pronto, con la elección del General Bartolomé Mitre para Presidente de la República, proceder a la deseada reorganización del país y a la indisoluble unión de la gran familia argentina, bajo las bases y cláusulas constitucionales que hoy nos rigen.