Fue joyero, mató a su ex mujer y ex suegro en Miami, y terminó como almacenero en el Conurbano

(Por Fernando Delaiti, de la Agencia DIB )Dicen que Hugo Ramón Quesada quería la ayuda de su ex mujer Maritza Xiques, y del padre de ella, Emilio Xiques, para convertirse en sacerdote de la Santería, también llamada Lucumí por sus seguidores, el culto propio de los afrocubanos, cuyos antepasados fueron esclavizados durante la época colonial. Pero no encontró una respuesta positiva. Molesto, el 10 de agosto de 2003, fue a la casa de su ex en el Country Walk, en Miami, Estados Unidos, donde la mujer vivía con las dos hijas de la pareja. Allí, se cruzó con su ex suegro, a quien asfixió. Luego, metió su cuerpo en una especie de galpón con herramientas en el patio. Maritza llegó más tarde a casa. A ella la estranguló, y ocultó el cuerpo en un placard.

El asesino fue por más. Se dirigió a la casa de la madre de Maritza, Nieves Caridad, de quien se burló por lo que había hecho y la atacó con un cuchillo. Pensó que la había matado y se fue. Pero Nieves, con el cuerpo ensangrentado y el puñal clavado en la espalda, llamó al 911.  La Policía la encontró y la llevó al hospital, desde donde pudo contar la historia un par de días después. Para esa altura, Hugo Ramón Quesada ya no estaba en Miami, había cruzado a México. Luego, su periplo siguió por Centroamérica, Chile y terminó en Ituzaingó, en el conurbano, donde se asentaría como almacenero. Para esa altura, Hugo Ramón Quesada era Manuel Barrientos, “Manu”, “el chileno”.

La historia más oscura de Quesada había arrancado en 2001, cuando era un joyero de 49 años. Ese año fue acusado de robar relojes Rolex de un grupo de compañeros joyeros en la Florida y huyó a la Argentina. Después de cumplir con la condena impuesta por la ley, reapareció a fines de julio de 2003 en Miami, con una visa de quince días para intentar reconciliarse con su ex.

Fue allí que, según contó tiempo después, entró en una disputa con Emilio Xiques y la familia, que practicaba la Santería. La religión, que se deriva de la fe africana traída a Cuba y al continente americano, se volvió más común en las últimas décadas en Estados Unidos, sobre todo desde que la Corte Suprema de ese país dictaminó que sus sacrificios de animales están protegidos.

La búsqueda

La ex suegra, desde el Hospital Jackson Memorial Ryder, dio las pistas sobre el ataque de su ex yerno. Los policías concurrieron a la vivienda de Maritza junto a personal del Grupo de Rescate de Bomberos y la encontraron sin vida en el placard. De su cuerpo colgaban una especie de astas, cornamentas, que llevó a los investigadores a vincularlo con una especie de símbolo o ritual. Aunque ello nunca pudo ser comprobado.

Días después, en virtud de no aparecer Xiques, volvieron a allanar la vivienda y encontraron dentro de un galpón de herramientas cerrado con llaves el cadáver en avanzado estado de descomposición del hombre. Desde ese momento y bajo la premisa de que el buscado poseía a todos sus familiares en la Argentina, las autoridades estadounidenses orientaron su requerimiento hacia el país, efectuándose un nutrido intercambio de información entre ambas Oficinas de Interpol.

Las investigaciones se orientaron hacia la zona oeste del Gran Buenos Aires, basándose en seguimientos, cruces de llamadas telefónicas, e información requerida a distintos organismos. Esas tareas permitieron establecer que el fugitivo, a quien conocían en el barrio como “el chileno”, había montado una despensa que él mismo atendía en la calle Clierment al 600. Entre fiambres, bebidas y galletitas, y una buena relación con sus vecinos, había pasado unos tres años escapando. Era el 2 de noviembre de 2006, pasadas las 10 de la mañana, cuando fue detenido. Terminó tras una celda de la Interpol, en Buenos Aires.

El juicio

Pese a estar tras las rejas por varios años, Quesada evitó mucho tiempo la posibilidad de ser extraditado a Estados Unidos, donde la pena de muerte podía sellar su condena. Sin embargo, su caso llegó hasta la Corte Suprema argentina, quien en 2013 autorizó la extradición. En un fallo dividido, que contó con el voto de los ministros Elena Highton, Enrique Petracchi, Carlos Fayt y Carmen Argibay, y la disidencia de Eugenio Zaffaroni, el Máximo Tribunal determinó la procedencia de la extradición respecto de Quesada.

No obstante, en la sentencia los magistrados indicaron que la Embajada norteamericana había enviado una nota expresando que en caso de que el ex joyero sea condenado, no se le aplicaría la pena de muerte.

Recién en abril de 2018 Quesada escuchó de un tribunal estadounidense la sentencia: 40 años de prisión por los dos asesinatos y el intento de homicidio de su ex suegra. Para esa altura tenía 61 años, y de acuerdo a los cálculos por sus años detenido en nuestro país, podría recuperar la libertad alrededor de sus 85 años. Igualmente, tal vez eso nunca pase. (DIB)