El agua es uno de los elementos clave que las plantas necesitan para subsistir; sin embargo, no están capacitadas para obtener este elemento de cualquier forma. El agua presente en las capas del suelo, denominada humedad del suelo, es la principal fuente de agua para la agricultura y la vegetación natural. El contenido de humedad del suelo está determinado por diferentes factores que pueden reducir o incrementarlo, como las precipitaciones o la evapotranspiración. Así pues, un agricultor que quiera tener éxito en su explotación agrícola no solo debe saber medir la humedad en el suelo, también debe ser capaz de corregir sus niveles.
La importancia de la humedad del suelo
Cuando hablamos de plantas, tanto refiriéndonos a la agricultura y silvicultura como a la existencia de ellas en numerosos ecosistemas, la humedad del suelo supone la diferencia entre un crecimiento óptimo y unas plantas estresadas y/o enfermas. De igual modo que los seres humanos consumimos alimentos en una cantidad adecuada en base a nuestro cuerpo, las plantas también necesitan una cantidad óptima de humedad que les permita llevar a cabo actividades clave, como la fotosíntesis. Una cantidad insuficiente de humedad supone un estrés para las plantas, que ya no realizan sus tareas de forma correcta y tienen problemas para producir flores y frutos. De igual forma, un exceso de humedad también afecta a la salud y rendimiento de las plantas, además de propiciar la aparición de ciertas enfermedades y acelerar la podredumbre de las raíces. De ahí la insistencia de realizar análisis de datos de humedad del suelo para mantener un nivel óptimo.
Analizando desde un punto de vista más amplio, la humedad del suelo también afecta a otras actividades y sistemas. La humedad del suelo forma parte del sistema hidrológico de una zona o región. Las diferentes masas de agua de un lugar, tales como ríos, lagos, acuíferos subterráneos, etc. están conectadas entre sí y cuando las condiciones no son óptimas, se dan situaciones poco deseables. Cuando la humedad del suelo es muy elevada, (por ejemplo, cuando hay fuertes precipitaciones) es fácil que se produzcan inundaciones, debido a que el suelo no puede absorber más agua, los acuíferos subterráneos tampoco y el caudal del río no es lo suficientemente grande como para evacuar ese exceso de agua. Si se da el caso contrario, con humedad muy baja, la erosión puede alterar de forma grave el paisaje de una región.
La humedad del suelo y el clima también están íntimamente relacionados. La energía solar que incide en el suelo provoca su calentamiento, acelerando la evaporación del agua presente en él y, por tanto, disminuyendo la humedad. Si no existe un equilibrio entre la evaporación del agua presente en el suelo y el agua que adquiere por medio de la lluvia o el riego, los ecosistemas se ven alterados. En última instancia, la falta de humedad facilita la erosión del suelo, haciendo que pequeñas partículas se liberen en el aire, reduciendo su calidad, lo que termina repercutiendo de forma negativa en personas con enfermedades como bronquitis o asma.
Desafíos a la hora de conseguir la humedad óptima del suelo
Como se indicaba anteriormente, los problemas relacionados con la humedad pueden surgir por exceso o por falta de agua. En el primer caso, las principales causas se deben a un riego excesivo o fuertes lluvias. El tipo de suelo determina de forma directa la cantidad de agua que puede absorber, de igual modo que una ubicación inadecuada puede hacer que un lugar sea más propenso a inundarse que otros; por ejemplo, si se encuentra en una zona más baja o si está situado cerca de una masa de agua que puede desbordarse ante un exceso de agua. La creación de canales de drenaje y algunas medidas preventivas, como mantener una humedad estable, pueden ayudar a paliar este problema. Al contrario de lo que pueda parecer, un suelo excesivamente seco tiene más dificultades para absorber la humedad que uno con cierta humedad. En el segundo caso, la solución es mucho más sencilla, basta con regar el campo sin pasarse, de modo que no haya charcos ni zonas con agua estancada.
Además de la dificultad para detectar ciertos problemas de humedad, especialmente si se hace a simple vista, los 2 principales desafíos que se encuentran los agricultores son la falta de datos o datos imprecisos en la medición de la humedad en el suelo, así como los elevados costes operativos de comprobar la humedad en el campo y programar las actividades necesarias. Afortunadamente, la tecnología actual proporciona una ayuda inestimable.
Tecnología de análisis de humedad del suelo
Aunque existen herramientas de medición, como sensores o tensiómetros, el uso de estos aparatos en explotaciones agrícolas de tamaño grande no solo supone un reto, sino que en la mayoría de casos no será todo lo eficiente que debería. Es ahí donde la teledetección aporta una visión mucho más completa y útil.
La combinación de imágenes de satélite, el HDMI (índice de humedad) y datos de radar es la base para diversas soluciones de monitoreo de la humedad del suelo, tanto en la superficie como en la zona radicular. Asimismo, la inclusión de datos históricos proporciona una visión más completa respecto a la humedad del suelo en una zona concreta en función de la estación. Gracias a los datos de radar, ni las nubes ni el dosel de la vegetación interfieren a la hora de realizar los análisis, evitando posibles lagunas.
Al combinar los datos de los análisis de humedad con otros datos, como mapas de vegetación o productividad, los agricultores tienen la capacidad de aplicar el riego con caudal variable, que tiene en cuenta las necesidades de las plantas en cada zona del campo. Esto no solo permite maximizar el rendimiento de las plantas, también protege el medioambiente al no desperdiciar este valioso elemento y reduce el gasto, al evitar el desperdicio. (DIB)