(Por Victor Calvigioni)El lunes 7 de setiembre de 2015, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de Rosario dio a conocer los fundamentos de la sentencia dictada el 25 de junio pasado en el marco de la causa N°149/10 caratulada «Saint Amant, Manuel Fernando y otros s/ privación ilegítima de la libertad agravada», en la que se investigan crímenes de lesa humanidad cometidos en las ciudades de San Nicolás, San Pedro y Pergamino durante la última dictadura.
El tribunal -integrado por los jueces Otmar Paulucci, Ricardo Vásquez y José María Escobar Cello- impuso prisión perpetua a Manuel Saint Amant, Antonio Bossie, Norberto Ferrero y Daniel Quintana. Además, fijó penas de 3 a 20 años de cárcel para otros ocho imputados. En tanto, Guillermo Adrover fue absuelto.
A continuación, el listado completo de condenados y montos de las penas impuestas:
-Manuel Fernando Saint Amant: prisión perpetua e inhabilitación absoluta y perpetua.
-Antonio Bossie: prisión perpetua e inhabilitación absoluta y perpetua.
-Norberto Ricardo Ferrero: prisión perpetua e inhabilitación absoluta y perpetua.
-Daniel Fernando Quintana: prisión perpetua e inhabilitación absoluta y perpetua.
-Edgardo Antonio Mastandrea: 20 años de prisión e inhabilitación absoluta por el mismo tiempo de la condena.
-Carlos Enrique Rocca: 12 años de prisión e inhabilitación absoluta por el mismo tiempo de la condena.
-Roberto Horacio Guerrina: 6 años de prisión e inhabilitación absoluta por el mismo tiempo de la condena.
-Clementino Rojas: 4 años de prisión e inhabilitación absoluta por el mismo tiempo de la condena.
-Juan Alberto González: 3 años y seis meses de prisión e inhabilitación absoluta por el mismo tiempo de la conde-na.
-Julio Alberto Almada: 3 años de prisión.
-Miguel Ángel Lucero: 3 años de prisión.
-Luis Antonio Sinigaglia: 3 años de prisión.
El caso Santillan Lanzilloto
Entre los fundamentos de la condena a los juzgados se encuentra la declaración de un testigo que pertenecía al Servicio Penitenciario de San Nicolás que indica «general-mente se les daba (a los secuestrados) la oportunidad de expedirse de manera pacífica, con voluntad, pero ellos resguardaban su seguridad y la de las personas que tenían afecto o a veces directamente no tenían nada que ver, hubo muchas equivocaciones.
Expuso que muchas personas morían por exceso de estimulación eléctrica. En estos episodios eran asistidos por enfermeros o médicos para reanimarlos y que hasta psicólogos pudo haber habido.
A su vez, indicó que si bien había elegido una función de trabajo se dio cuenta que no era posible vivir con su forma de pensar en un lugar donde todos desconfiaban entre todos, en cada fuerza se habían creados grupos de inteligencia para seguirlos, saber qué hacían en sus casas.
En cuanto a las personas que estuvieron detenidas allí, mencionó a un señor de apellido Lita, a una persona vestida como soldado raso, respecto de quien le dijeron que «este parece que andaba con los zurdos» y al matrimonio Santillán y Lanzillotto y sus dos niños de corta edad que estaban al lado de sus padres, en la penumbra. Expuso que los chicos jugaban ahí en ese pequeño espacio y que la última vez que los vio, una madrugada, la mujer estaba abrazando a la nena y el papá estaba con el nene. El guardia le dijo que el papá les hablaba y les decía que estuvieran bien y la mamá les cantaba para que duerman. Relató que presenció una tarde soleada a través de una puerta entreabierta una sesión de tortura sufrida por Santillán, en la que participó un oficial que se llamaba Humberto y donde le pusieron una toalla en la cabeza, le arrancaron las uñas con tenazas, lo afeitaron con pinzas y le arrancaron los vellos. Indicó que «podía suceder cualquier cosa», simulacros de fusilamiento, incrustación de objetos filosos en el cuerpo, debajo de las uñas. Uno de los que estaba allí le mostró un palo de goma que utilizaba la policía y estaba manchado como hasta la mitad, sucio y alguien dijo que ese instrumento se lo habían metido en el esfínter anal a Santillán. También los amenazaron con no darles de comer a los nenes si no hablaban y de-tallaban lo que hacían y delataban a gente conocida.
Expuso que él no estaba de manera permanente ahí, muchas veces iba y no encontraba más a las personas que estaban porque se los habían llevado a otro centro de detención y, como era tan común, nadie preguntaba qué había pasado. Eso sucedió con el matrimonio Santillán. Por su parte, por Enrique Valentín Benítez surge que en la época en que se sucedieron los hechos investigados se desempeñaba en la Unidad Penitenciaria N° 3 de San Nicolás y que era el encargado de custodiar la casa lindante, función que cumplió durante tres meses en el piso de arriba de la vivienda. Indicó que allí funcionaba una cárcel clan-destina, donde las personas alojadas se encontraban es-posadas de pies y manos y vendadas, acostadas en el suelo en un colchón. Relató que, cuando se apersonaba personal del ejército, bajaban a los prisioneros hasta la planta baja y que supo, por referencias de sus compañeros y de detenidos, que allí los estaqueaban, les aplicaban la picana, en una cama elástica o metálica, le pegaban con un bastón, y los interrogaban.
Respecto de los hechos de autos, recordó que en esta vivienda estuvieron detenidos un matrimonio de Santiago del Estero de apellido Santillán, un nenito chiquito y una nenita. En relación a los niños, indicó que permanecieron un tiempo y luego los llevaron para Rosario. Además, refirió «Que sabe por la mujer de Santillán, que la torturaban introduciéndole un bastón en la vagina y en el ano y que la golpeaban con el mismo bastón, habiendo observado el deponente los hematomas que tenía esta mujer, en las costillas y otras partes del cuerpo, producto de las torturas. Que en una oportunidad lo vio a Santillán, sentado y con su cara toda inflamada a lo que este le refirió que la noche anterior lo habían torturado, picaneado y que también le observo muy lastimadas las muñecas y los tobillos producto de la fuerza que hacia cuando era picaneado o golpeado
También recordó que «esta persona Santillán le comentó que lo golpeaban en la cabe-za, en una vena y medio que lo desmayaban y le preguntaban dónde estaban las armas, sus compañeros y todo eso, que el deponente veía las consecuencias de las torturas al día siguiente. Que estas personas estaban vestidas, que solamente estaban desnudas las criaturas».
El matrimonio fue asesinado.
El cadáver de la mujer fue encontrado en el año 2006 en el cementerio de Avellaneda, su esposo Carlos Santillan permanece desaparecido. Por el relato que se dio en el juicio la orden fue matar a los dos pequeños, pero el hombre que estaba encargado no se animó y los dejaron abandonados en Fishertón.
La hija de María Angélica Cuestas, dijo que su madre trabajaba todos los miércoles a la tarde en Caritas en la parroquia de Fisherton y recuerda que un día la llamaron por teléfono para decirle que habían dejado unos chicos ahí y cuando llegó se encontró que habían dejado dos niños abandonados en la iglesia. Hicieron los trámites con la policía, que se comunicó con el juzgado de menores, estaban buscando un hogar para alojarlo y su madre se ofreció a tenerlos en su casa. María Lucila decía que tenía dos años y que su hermano Jorge Francisco tenía uno, ellos creían que la niña era mayor porque hablaba y comentaba todo. Ella decía que la habían llevado en un auto negro conducido por un señor, que a la mañana la madre les había dado la mamadera y les dijo chau y se los llevaron, que su mamá se llamaba «Tina» y su papá «Cacho», su abuela Elba. A todos los nombraba con su nombre de pila. Los chicos estaban bien vestidos, alimentados y tuvieron sospechas de que podían ser hijos de militantes. Al otro día acompañó a su madre al juzgado de menores donde les dijeron que iban a publicar edictos en todos los diarios. Ellos también hicieron publicaciones. Los chicos se quedaron en su casa hasta el mes de febrero. Relató que en ocasiones Lucila se angustiaba y pidió por sus padres y en mi momento dijo que la mamá no la podía ir a buscar porque tenía las «pulseras», que al papá le habían pegado en la panza con un palo y que tenía sangre.
Cree que los abuelos de los niños se enteraron del paradero de éstos a través de un pariente en La Plata que traba-jaba en un diario.
La casa de los Lanzilloto usurpada
Santa Alda Espindola (ex Mujer del colonense Rocca) declaró que actualmente vive en calle Rivadavia 954 de la ciudad de Pergamino y que Rocca fue su esposo pero la abandonó en el año 1982.
En cuanto al momento en que comenzó a vivir en este in-mueble, indicó que un día del año 1976 su marido Carlos Enrique Rocca, que era policía y trabajaba en la Comisaría, le dijo que le habían prestado una casa. Recordó que estaba todo sucio, sin muebles y que nunca supo qué había pasado en ese lugar.
A preguntas realizadas señaló que los impuestos actual-mente vienen a nombre de Amanda Andrada. También relató que 9 meses después, en momentos en que su marido estaba en un operativo, le dijeron que se tenía que ir, lo que hizo y la casa estuvo cinco años abandonada.
Regresó en el año 1982 únicamente con sus hijos.
También manifestó que de-cían que había habido un operativo muy grande, pero no sabe si su marido participó.
Uno de los hijos de la declarante Mario Ariel Díaz, declaró que vivió con su madre domicilio de calle Ri-vadavia Nº 954 de la ciudad de Pergamino desde su nacimiento en el año 1983 hasta el 2004 o 2005. Indicó que a Carlos Rocca lo conoce de nombre pero nunca lo trató y que es el padre de sus cuatro hermanos mayores.
También indicó que escuchó comentarios respecto de que allí había habido un procedimiento policial, donde hubo tiroteos y gente desaparecida.
Además pueden destacarse otros testimonios prestados en el debate, entre los que se encuentran las declaraciones de Patricia Villarruel, Ana Scarcella, Ramón Alfredo Díaz, Víctor Oscar Calvigioni y Analía del Carmen Ateca a los cuales no vamos a reproducir.
La prueba
De acuerdo a la prueba que ha sido colectada a lo largo de la audiencia de debate, se han acreditado los hechos de los que fueran víctimas Carlos Benjamín Santillán, María Lucila Lanzillotto, los hijos de ambos María Lucila y Jorge Francisco Santillán, y Benjamín Santillán, de los que resulta autor mediato Manuel Fernando Saint Amant. A su vez, se ha acreditado la participación penal de Antonio Federico Bossié en los hechos que damnificaron a los cuatro primeros y la de Carlos Enrique Rocca, por aquellos sufridos por Benjamín San-illán y la usurpación del inmueble en el que residía la familia Santillán-Lanzillotto.
Carlos Enrique Rocca, por su parte, al momento de los hechos se desempeñaba en la Comisaría Primera de Pergamino de la Policía de la Provincia de Buenos Aires con el grado de agente.
De acuerdo a las pruebas que se enumerarán, las privaciones ilegítimas de la libertad que forman parte de esta causa se consumaron en distintas etapas. En la primera de ellas, un grupo bajo el control operacional del Área Militar 132 integradas por miembros del Comando Radioeléctrico, DIPPBA, Brigada de Investigaciones, Policía Federal y personal militar efectuó un allanamiento en su domicilio sito en calle Rivadavia Nº 954 de la ciudad de Pergamino, oportunidad en la que se perpetraron los secuestros de María Cristina Lanzillotto y de sus dos hijos, ocurridos a fines de octubre o principios del mes de no-viembre de 1976.
N.B El informe al que tuvo acceso Colón Doce tiene centenares de páginas mu chas por su contenido puede herir la sensibilidad de las personas. Este resumen es solamente una parte del horror que se vivió en los años del Proceso Militar.