(Por Victor Calvigioni) El mes de julio de 2005 fue particularmente frío y con muchos días nublados. Por ese entonces, un peligroso delincuente identificado como Fabián Cedrón, alias “El Chacal” estuvo refugiado varias jornadas en nuestra ciudad.
El caco era el prófugo más buscado por la policía de Mendoza y por varios efectivos de Inteligencia Criminal. Con el correr de las semanas se supo que agentes policiales con alta especialización y sin ser detectados estuvieron en Colón. Su misión era atrapar al feroz homicida.
Los agentes de civil y “disfrazados” como simples trabajadores comunales, ubicaron la casa donde se escondía el “Chacal”. Las órdenes de allanamiento requerido por el magistrado mendocino a la justicia pergaminense nunca llegaron.
Un poco de historia
El “Chacal” Cedrón estaba acusado de matar a sangre fría a un policía mendocino y purgaba una condena de reclusión perpetua en la cárcel de Boulogne Sur Mer, provincia de Mendoza.
En una jornada con mucho movimiento de familiares visitando a los presos y en un descuido de los carceleros el asesino escapó de una manera que para los investigadores pareció “sospechosa”.
Según los trascendidos policiales, Cedrón un individuo altamente peligroso, luego de cambiarse de ropa entregada por un apoyo logístico llegó a la amplia terminal de ómnibus de Mendoza, y en un colectivo de larga distancia de una empresa cooperativa que no existe en la actualidad, viajó con destino a la ciudad de Rufino, provincia de Santa Fe.
En ese entonces no se contaba con cámaras de seguridad. Los pesquisas fueron hilvanando los pasos del asesino en base a datos concretos (se investigaba con una metodología certera). Los policías con los «retazos» reunidos y en el “laboratorio” armaron el rompecabezas.
El individuo de pelo color negro gracias al apoyo de lo que sería una mujer antes de dirigirse a la terminal se había teñido el pelo de amarillo oscuro. El objetivo era confundir a sus seguidores
Ya instalado en Rufino trató de realizar una vida normal. Sin embargo la red encargada de investigar estos casos logró nuevamente ubicarlo. El delincuente que por entonces tenía 21 años, trató de mimetizarse trabajando en la descarga de camiones en un centro acopiador y alternaba la casa de su abuela con la de una amiga llamada Norma.
La partida policial haciendo inteligencia había determinado que en Rufino el prófugo Cedrón iba a domiciliarse durante esa semana y luego del trabajo en la casa de su abuela. En una ciudad de dimensiones no muy grandes la tarea de los miembros de seguridad se dificulta. Los barrios tienen cierta rutina, y nadie pasa desapercibido. Los agentes especializados tratando de mimetizarse como repartidores de alimentos llegaron nuevamente tarde. Un día antes el asesino presintiendo su final, escapó con rumbo desconocido.
Los días pasaron, pero el trabajo legal parecía no ser el fuerte de Cedrón. El prófugo logró hacerse invisible por poco tiempo-. Su esencia delictiva lo descubriría. En un mes y luego de realizar distintas tareas con varios camioneros de la región, asaltó a uno de ellos. La víctima fue identificada como Heraldo Trovero, de 40 años. El caco con un arma de fuego que había conseguido en “préstamo”, tomó por sorpresa al trabajador y le quitó mil pesos en efectivo, un reloj y el teléfono celular.
La metodología del acto delictivo era de Cedrón. No cabía dudas. Solo había que esperar. Se tenía el número del teléfono celular y la “banda” se interfirió. El Chacal comenzó a realizar llamadas desde Colón a Mendoza. El motivo según las conversaciones que mantenía era que “extrañaba”. La oficina tecnológica de inteligencia criminal realizó un rastreo “fino” y se dio con la ubicación de la casa
Periplo final
El malviviente tenía amigos en nuestra ciudad y se sentía más tranquilo al pasar el límite provincial y lejos de su Mendoza natal.
Por más de una semana estuvo refugiado en la vivienda del Barrio Belgrano. En ese tiempo no se sabe si cometió algún delito. La revisión de las planillas del Centro de Monitoreo Bonaerense no tiene registrado ningún delito grave
En pocos días los efectivos de Inteligencia Criminal comenzaron a “escudriñar” la vivienda enclavada en el barrio Belgrano. Una comisión de policías de Mendoza, llegó a la ciudad. Nuevamente el “Chacal” con su sexto sentido se dio a la fuga.
Por los datos reunidos por los investigadores la vivienda era de un amigo y la policía no pudo ingresar a la edificación porque necesitaba oficios judiciales. Un sábado a la noche, Cedrón nuevamente sospechando que iba a ser atrapado, se llegó hasta la terminal de ómnibus en boulevard 50 y Ruta 8. En el sitio bajo la atenta mirada policial sacó un pasaje, esperó sentado en las butacas de “cine” que se habían instalado en la sala de espera. Pasó media hora y al llegar el ómnibus de la empresa Chevallier con destino a Venado Tuerto, camino una decena de metros entregó el pasaje y se sentó en las últimas butacas. Al llegar a destino, esperó la combinación a la ciudad de Rufino
Lo atraparon
En Colón, con muchas dificultades la casa donde se encontraba Cedrón había estado vigilada y luego de que tomará el ómnibus, los uniformados se comunicaron con Inteligencia Criminal. Los agentes policiales por las comunicaciones telefónicas sabían que su destino final era la ciudad de Rufino, provincia de Santa Fe.
Al llegar el transporte de pasajeros a la terminal de ómnibus lo esperaba una nena de nueve años. La policía lo detuvo de inmediato y le colocó las esposas. La menor fue entregada a sus progenitores. El “Chacal” Fabián Cedrón alcanzó a decir ‘no soy a quien buscan’. Era el final de su extenso periplo. Un efectivo, levantó la remera del malviviente y pudo observar el tatuaje que lo enviaría nuevamente a la cárcel. El joven mostraba en el pecho a una de las formas de la muerte: una calavera que llevaba tatuada y que figuraba en su grueso legajo.
Sin ofrecer resistencia, el joven más buscado por la Policía de Mendoza se entregó y fue a parar a los calabozos de la Comisaría Tercera de Rufino
La desesperación de estar nuevamente encerrado lo llevó a autolesionarse. El juez lo dejó en la celda para ser atendido de las lesiones debido a que se trataba de un peso pesado en el mundo del hampa. La guardia fue reforzada.
Por último, para trasladarlo a Mendoza debieron realizar un megaoperativo policial debido a su peligrosidad. En ese momento, en el largo viaje de 600 kilómetros lo custodiaron veinte policías que se trasladaban en varios vehículos formando una caravana.