(Por Victor Calvigioni) El 7 de septiembre de 1990 se comete el asesinato de María Soledad Morales. El primer acercamiento que tuve con el trágico episodio que cambiaría la historia de una provincia fue en el ex Hotel Congreso de Tucumán. En la Confitería del Cuarto Piso, tome el ex diario “La Tarde” y allí en un recuadro (muy chico) y en la página de policiales aparecía la noticia del asesinato de la adolescente . Catamarca había estado en silencio por décadas, y rara paradoja, las marchas del silenció lograrían sacar un gobierno dictatorial. Gobernaba Ramón Saadi.
María Soledad estaba en el último año del secundario del Colegio del Carmen y San José. La noche del viernes 7 de septiembre -la madrugada del sábado 8- la iba a pasar junto a sus amigos en el boliche “Le Feu Rouge”, donde habían organizado una fiesta para ayudar a pagar el viaje de egresados a los compañeros que menos tenían, ella estaba entre ellos. Al salir, la raptaron, la violaron y asesinaron.
La justicia llegó para la familia Morales el 27 de septiembre de 1998. Guillermo Luque fue condenado a 21 años de cárcel por asesinato y violación, y Luis Tula a 9 como partícipe secundario de violación
En el presente María Soledad tendría 45 años. Su sueño era ser modelo.
Un domingo con los Morales
El domingo se presentaba opaco y con una llovizna persistente. El colectivo avanzaba y pude observar el lugar donde se encontró el cuerpo sin vida de María Soledad. Le pedi al conductor que se detenga. Baje y vi un verdadero monumento al recuerdo. El sitio estaba cubierto de flores y cartas requiriendo milagros. Poco después seguí mi viaje que fue muy corto. En Valle Viejo, Elías se había levantado temprano.
La casa es humilde y en el patio trasero atendía con mucho amor sus pájaros y gallinas. Me saludo estrechando mi mano, y me hizo pasar al pequeño comedor donde se encontraba una imagen de Jesús y fotos de María Soledad.Poco después llegó Ada y nos confundimos en un largo abrazo. Los tres nos sentamos alrededor de una antigua mesa de madera.
Les conté que venía de una pequeña y hermosa ciudad bonaerense llamada Colón. Ada aclara que sabía que luego del homicidio de María Soledad se realizó una marcha pidiendo justicia y agradeció a todos los colonenses que participaron en el reclamo de Justicia.
«Todavía me acuerdo de su imagen, con el pelo largo, con su jean y polera negra. Le habíamos dado permiso para que se quedara a dormir en la casa de su compañera Marisa después del baile en Le Feu Rouge», recordaba su madre, Ada Rizzardo
En el amplio reportaje, la mujer nos dice «Luque y Tula están presos, pero nosotros queremos el juicio Morales II y donde la justicia investigue la cadena de encubrimiento policial y político que hubo luego del asesinato de mi hija.
El Dr. Ventimiglia encubrió y de Patti no quiero hablar, si hasta usó un Falcón que no era suyo». Elias sentado en la cabecera escucha y agrega «mucho se dijo que me enriquecí con la muerte de mi hija, que tenía cuentas bancarias millonarias, desafió a todos los difamadores que prueben uno de sus dichos».
La remisería
Elías se levanta de la mesa y me acompaña hasta la remisería ubicada a pocos metros de la vivienda, cruzando la calle: «una parte es mía, se llama San Isidro. Hubo medios que publicaron que estaba puesta a todo lujo y con autos últimos modelos». Ambos entramos al negocio y muestra todas las dependencias, observamos una sola habitación con piso de tierra y con un escaso mobilario donde contabilizo una radio, un teléfono, un escritorio y varias sillas de madera y paja. El hombre con lágrimas en los ojos me dice en voz apenas perceptible: «no sabían como ensuciar a mi familia»
Pasamos varios minutos en silencio, escuchando los pedidos de autos de los clientes y regresamos a la casa. En varias ocasiones suena el teléfono, Elías me avisa «no se preocupe es el de la remiseria que también suena aquí». Un cable que cruza la calle los une.
Ada nos cuenta que antes del caso «era una simple ama de casa que no salía a ningún lado y que abandonó la docencia para dedicarse a sus hijos». Agrega «ahora me conoce en todos lados incluso fuera del país, pero yo solo querría tener a «Sole» conmigo”
Elías Morales nos comenta que «los primeros días luego del asesinato de María Soledad fueron muy duros. La policía parecía a encubrir y debimos con un grupo de amigos iniciar la investigación.
La policía nos seguía a nosotros en vez de buscar a los asesinos y debíamos reunirnos en lugares distintos y casi en forma clandestina, pero llegamos a conclusiones que sirvieron para marcar a los culpables del crimen. Pudimos saber hasta que policía tiró el cuerpo en donde fue encontrado y es un agente en actividad que se apellida Arroyo”.
Pero también hubo muchos policías que fueron ascendidos y que participaron en el encubrimiento por eso queremos el juicio Morales II».
Ada nos señala «la gente de Saadi siente odio por los Morales y eso se le vuelve contra ellos mismos, yo por mi parte siento lástima y pienso que hubieran hecho ellos si hubieran pasado por lo que nosotros tuvimos que enfrentar. Cargarse de odio y rencor y soberbia hace que en la vida no se tenga suerte».
Luego de la condena a Luis Tula y Guillermo Luque, la justicia pidió que se investigue la cadena de encubrimiento, pero dos años después nada ha pasado.
Por su parte, Ramón Saadi, sigue en la actividad política y sigue siendo el presidente del partido en Catamarca. En los últimos tiempos Elías y Ada sospechan que Guillermo Luque sale de la cárcel, aunque no pueden comprobar hasta el momento la maniobra.
Un encuentro con un investigador del caso
Luego de conversar por más de tres horas con Ada y Elías, nos dirigimos a un bar cerca de la terminal de ómnibus, y tomamos contacto con ex agente de la Policía Federal que fue custodia de Saadi. El hombre cuenta cosas terribles.
En una parte nos dice «lo que le sucedió a María Soledad no fue un hecho aislado, era práctica cotidiana con chicas de clase baja de Catamarca, sucedía todos los fines de semana en la confitería Clivus y otros lugares y la clase política en el Poder no estaba ausente”.
Alargamos el café y acota “El tema de fondo de todo esto es el tema drogas que en Catamarca corría muy fácil y tenía como centro de distribución varios boliches».
Pasaron 28 años del asesinato de María Soledad y la familia Morales sigue buscando justicia para aquellos que encubrieron el crimen.
El silencia y los pasos resonando en las calles de adoquines y el empuje de una familia, la monja Marta Pelloni y un grupo de jóvenes, terminó con la caída de un feudalismo que llevaba en el gobierno casi cincuenta años.