El día que Einstein visitó La Plata: Su fascinación por el Museo y la anécdota del violín

La historia tiene casi un siglo pero es, sin dudas, inolvidable y atrapante. Albert Einstein, el científico más famoso del mundo –ya lo era en aquel entonces–, viajó a nuestro país a comienzos de 1925 invitado por la Sociedad Hebraica Argentina y, entre otras ciudades, estuvo en La Plata, de la que destacó su estilo arquitectónico y en la que se fascinó por el Museo de Ciencias Naturales de la UNLP. También, en suelo bonaerense, pasó algunos días en la localidad de Llavallol. 

En sus diarios de viaje –anotaciones de las principales impresiones que hoy atesora la Universidad Hebrea de Jerusalén–, Einstein describió a La Plata como una ciudad “bonita, tranquila, estilo italiano, con magníficos edificios universitarios que están amueblados en estilo norteamericano”. Y también anotó allí su estancia en Llavallol, en una cabaña de la familia Wassermann, entre el 8 y el 10 de abril.

En la localidad del partido de Lomas de Zamora halló “un buen clima y un descanso maravilloso”. Y escribió también que tuvo “una espléndida idea para una nueva teoría de la conexión entre gravitación y electricidad”. Sin embargo, algunos días más tarde, desde Montevideo, revertiría su impresión: “Todas las ideas científicas que pensé en Argentina resultaron ser inútiles”, sentenció.

Einstein era así: un hombre fascinante, pero en sus memorias dejó huellas de un temperamento cambiante y a veces difícil. No obstante, el diario La Prensa lo definió como “un hombre bondadoso, afable y simpático”.

El científico, que se hizo conocido en todo el mundo por sus teorías de la relatividad, estuvo solo siete horas en La Plata el 2 de abril de 1925, pero que valieron por mil. Llegó desde Buenos Aires a bordo del tren que tomó en la estación Constitución y, casi toda su estadía, estuvo circunscripta a la zona del Bosque y de Avenida 1, aunque también almorzó el Jockey Club, en el centro de la capital provincial.

Lo esperaban cientos de personas y fotógrafos. Con sus ideas y su peinado llamativo, Einstein era una verdadera celebridad; tenía 46 años, ya había ganado el Premio Nobel de Física y su popularidad crecía como todo un “rockstar” de la ciencia mundial.

En La Plata, se trasladó a bordo de un Ford T Runabout, pero también afirman que eligió caminar en tranquila soledad desde el Museo de Ciencias Naturales de la UNLP, en pleno corazón del bosque platense, hasta la puerta del Colegio Nacional. También conoció el Observatorio astronómico.

En el Museo recibió las explicaciones técnicas por parte de los docentes encargados de cada una de las salas y desde la UNLP afirman que quedó maravillado con las colecciones que allí se exhibían. En el Colegio Nacional lo esperaba un público nutrido para participar de la apertura de los cursos universitarios y para dar inicio al acto en memoria del fundador de la Universidad Nacional de la Plata, Joaquín V. González.

Einstein, cuyo nombre aún hoy es sinónimo de “genio”, también era un eximio violinista. Elsa Löwenthal, quien se había convertido en su segunda esposa en 1919, aseguraba que “la música lo ayudaba cuando pensaba en sus teorías”. Las autoridades de la UNLP sabían de su afición y de su talento, por lo que cuenta la historia que Einstein fue invitado a tocar un “solo” de violín e interpretó con excelencia técnica que impresionó a los músicos locales, un fragmento del Zapateado, del célebre violinista pamplonés, Pablo de Sarasate, lo que le valió varios minutos de efusivos aplausos.

                                         El porqué de su viaje a la Argentina

En su artículo “El hombre más genial de nuestro tiempo nos visita: Einstein y la comunidad judía argentina”, el investigador del Conicet, Miguel Alejandro Dujovne, afirma que “pocas visitas culturales, y ciertamente ninguna otra científica, concitaron la atención y despertaron la imaginación de la opinión pública argentina como la que realizó Albert Einstein a inicios de 1925”.

Así lo atestigua el semanario en castellano Mundo Israelita en una nota publicada poco antes de su llegada, que retoma Dujovne: “La visita a la Argentina del hombre más genial de nuestro tiempo, según la expresión de Brandes, constituye un acontecimiento de extraordinaria importancia, y cuanto se diga al respecto no será nunca una exageración”, señala el artículo.

Asimismo, el investigador explica que la invitación fue realizada por una fracción de la comunidad judía local –institucionalizada en la Sociedad Hebraica Argentina–, y también financiada y organizada por autoridades universitarias. En esa iniciativa tuvo un rol preponderante el escritor Leopoldo Lugones, admirador de las teorías de Einstein, a quien ya había conocido porque ambos formaban parte de la Liga de las Naciones, un antecedente de las Naciones Unidas.

Es útil señalar que en la Argentina de comienzos del siglo XX, durante la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear, Buenos Aires se había convertido en el epicentro cultural y científico de Sudamérica. En nuestro país, Einstein pasó varias semanas, brindó doce conferencias, se reunió con organizaciones judías y sionistas y fue recibido por los más altos funcionarios locales.

Einstein ya había realizado numerosos viajes y haría otros tantos más entre 1920 y 1933. Por un lado, para esparcir sus conocimientos por el mundo y consolidar su prestigio científico; y por el otro, como vía de escape momentáneo, cuando ya no se sentía seguro en Berlín, mientras el nazismo y el antisemitismo se fortalecían en Europa. (DIB)