En 1970 apareció en escena la obra considerada fundante del teatro paródico a la “historia oficial”: El avión negro, que tomaba con humor el mítico retorno al país de Juan Domingo Perón. Estrenada bajo la dictadura de Juan Carlos Onganía, sus autores eran Germán Rozenmacher, Roberto Cossa, Ricardo Talesnik y Carlos Somigliana, y trataban de reflejar sobre las tablas del porteño del Regina las dudas que los distintos sectores de la sociedad, especialmente la oligarquía, tenía ante la posibilidad de la llegada del líder, que se iba a concretar tres años después.
Esa obra, premonitora de los años oscuros que se avecinarían, es la que el sábado 4 de diciembre de 1971, por la noche, Silvia Ana Filler fue a ver con amigos en el Teatro de la Comedia Marplatense, un lugar elegido, por entonces, por estudiantes y militantes y que estaba ubicado en el sótano de una galería ubicada en la calle Rivadavia al 2300. La estudiante de Arquitectura, llena de sueños, fue asesinada dos días más tarde de un disparo en la frente, ejecutado por un miembro de la Concentración Nacional Universitaria (CNU), una agrupación paraestatal de ultraderecha.
Silvia tenía 18 años y era hija del odontólogo Roberto Filler, presidente del Rotary Club local. Llevaba poco tiempo en la vida universitaria cuando un conflicto con un profesor, acusado de implementar el modelo de enseñanza de la dictadura, la puso a ella y a sus compañeros en la mira. Dos de ellos, de hecho, fueron expulsados sin juicio académico.
Frente a ese caso, el Centro de Estudiantes (CEAM) convocó para el 6 de diciembre a una asamblea de la que participaron unos 300 estudiantes y se realizó en el aula magna de la misma facultad. Mientras los jóvenes debatían qué medida tomar, ingresó al recinto un grupo perteneciente a la CNU con el fin de disolver la asamblea. Entre bombas de humo y explosiones, el escenario se convirtió en caótico.
En esos minutos de locura y gritos, que incluso llevó a estudiantes a tirarse por una ventana a un patio interno, uno de los proyectiles impactó en la cabeza de Silvia, quien estaba sentada en la tercera grada, cerca de la puerta. Otros cuatro estudiantes resultaron también heridos de bala.
La Policía, siguió todo desde afuera. Con un móvil apostado en las inmediaciones del edificio, los efectivos eligieron no intervenir. La joven, en tanto, fue llevada de urgencia a la Clínica Central donde se confirmó su muerte.
El inicio de la lucha
Al asesinato de Silvia le siguió una serie de protestas de sus compañeros, muchas de las cuales terminaban en jornadas represivas. La facultad se cerró hasta julio del año siguiente, mientras que la investigación apuntó a que los tiradores fueron Oscar Corres y Juan Carlos “Bigote” Gómez. El primero estaba por recibirse de abogado y era oficial de la Policía bonaerense. El otro tenía vinculación con la CGT local y permaneció varios meses prófugo.
Cuentan, los que aún recuerdan las imágenes de cinco décadas atrás, que la despedida de Silvia fue contundente. Cuadras y cuadras participaron del entierro. Al malestar por el crimen, se fue sumando el apoyo de otros estudiantes, trabajadores y delegados de la CGT regional, que concluyó en un paro el 14 de junio de 1972. Esa jornada, conocida como “El Marplatazo”, transcurrió con enfrentamientos entre militantes y el Ejército, pero concluyó tiempo después con la condena y el envío a la cárcel de los culpables del asesinato y todos los presos de anteriores movilizaciones puestos en libertad.
En el juicio fueron condenados como responsables del delito de homicidio en riña Corres -que fue quien realizó el disparo mortal-, Raúl Arturo Viglizzo, Marcelo Arenaza, Ricardo Alberto Cagliolo, José Luis Piatti, Alberto José Dalmaso, Raúl Rogelio Moleón, Eduardo Salvador Ullúa, Luis Horacio Raya, Eduardo Aníbal Raya, Oscar Silvestre Calabró, Ricardo Scheggia, Carlos Eduardo Zapatero y Beatriz María Arenaza. Sin embargo, el 26 de mayo de 1973 el Congreso Nacional, bajo la presidencia de Héctor Cámpora, dictó una ley de amnistía que abarcó el caso de Filler.
Un poco de justicia
Tuvieron que pasar casi 45 años para que la Justicia marplatense llevara nuevamente al banquillo a los integrantes de la CNU por delitos de lesa humanidad. Fue en 2016 y por una causa denominada noche del “5×1”, cuando en marzo de 1975 fueron asesinadas cinco personas como “venganza” por el homicidio previo del líder de la agrupación, Ernesto Piantoni. En el juicio, el ex fiscal federal Gustavo Demarchi, Mario Durquet y Fernando Otero fueron condenados a la pena de prisión perpetua. Viglizzo y Moleón, quienes habían participado de aquel ataque en 1971, resultaron absueltos.
En diciembre de 2020, otro proceso condenó en este caso a dos que habían sido parte del crimen de Silvia. A Eduardo Ullúa, que estuvo siete años prófugo, le dieron una pena de prisión perpetua por formar parte de la asociación ilícita y por ocho homicidios, mientras que a Corres, que llegó al juicio en libertad, lo sentenciaron a cinco años.
Este 6 de diciembre se cumplirán 50 años del asesinato y la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP) prepara un gran homenaje que incluirá un documental y que reflejará como la vida de Silvia Filler se transformó en una bandera que sirvió de punto de inflexión en la militancia estudiantil. (DIB)