Un campo de soja de 200 hectáreas en el sur de Santa Fe dejó una ganancia de U$S 421 por hectárea el año pasado, cifra un 35 % superior a la que el mismo predio entregó como resultado en 2015, cuando su propietario se alzó con 312 dólares por hectárea. Los datos surgen de la publicación “Márgenes Agropecuarios”, que consultan la mayoría de los productores, y del Ministerio de Agricultura de La Nación. La rentabilidad calculada es luego de cancelar el total de los gastos y de pagar el impuesto a las ganancias. Es decir, se trata del margen neto.
Como en esos cuatro años el precio del dólar oficial saltó de 9,60 a 63 pesos, la ganancia en moneda nacional se incrementó en un 870%, casi el triple que la inflación en ese periodo. Es decir, el poder de compra de los productores en el país se triplicó. Quizá por eso la camioneta 4×4 Hilux pasó a ser el vehículo más vendido del país.
Un campo similar, pero en el oeste de la provincia de Buenos Aires, dejaba 257 dólares la hectárea en 2015 y pasó a rendir 360 dólares en 2019. El aumento de la ganancia neta en dólares por hectárea fue del 102 %.
En Santiago del Estero, una zona de menores rindes, el incremento de la rentabilidad fue aún mayor: pasó de 63 dólares la hectárea en 2015 a 144 dólares en 2019, un aumento de la ganancia en dólares del 112 %.
La fuerte suba de la rentabilidad en dólares se basó en la rotunda baja de las retenciones dispuesta por el gobierno de Mauricio Macri y en la caída de varios costos, entre ellos el salarial. También por el continuo avance tecnológico que permite mejores rindes en toneladas por hectárea cada año.
SE LA LLEVAN TODA
A pesar de semejantes ganancias, el campo se niega a aceptar un mínimo incremento en las retenciones como el que plantea el Frente de Todos. Sería interesante que estas cifras que hoy publica El Destape se difundieran a toda la población. Las patronales del campo saben que el Gobierno tiene razón al proponer la suba del 3% en soja, pero aprovecha el apoyo de los medios hegemónicos para difundir una presunta escasez de rentabilidad, claramente mentirosa.
Las ganancias totales en dólares del sector agropecuario se dispararon 48% luego de cuatro años de macrismo. El “campo” se llevó más de U$S 7.632 millones a sus bolsillos el año pasado, luego de pagar costos e impuestos. En 2015 habían ganado 5.149 millones de dólares. Hoy día, el Estado recaudaría hasta U$S 800 millones adicionales con la suba de los aranceles a las exportaciones de granos.
En particular, los productores de soja ganaron U$S 4.402 millones el año pasado, un 26% más que en 2015, lo que explicó la mayoría de las utilidades totales, de acuerdo a un cálculo realizado por El Destape provincia a provincia, en base a los datos del Ministerio de Agricultura y de Márgenes Agropecuarios, la única publicación que hace décadas publica la estructura de costos de los chacareros.
Los productores de trigo ganaron U$S 1.123 millones en 2019, un incremento de sus ganancias del 256% desde 2015. Los de maíz, 1.839 millones, un 75% más que en 2015. Los productores de girasol registraron una baja del 6% de sus resultados, pero se quedaron con U$S 268 millones.
¿MÁS RETENCIONES?
En la última campaña bajo la gestión presidencial de Cristina Kirchner, el “campo” generó divisas por U$S 24.800 millones, de acuerdo a fuentes oficiales. Sobre ésto se aplicaron retenciones por U$S 7.300 millones.
Siete días después de asumir, Mauricio Macri eliminó las retenciones para el maíz, el trigo, la carne y el sorgo y redujo de 35% a 30% los derechos de exportación para la soja, que a su vez volvió a bajar a lo largo de su gestión. Esto significó un derrumbe de 11 puntos promedio de un año a otro de las retenciones sobre los despachos totales al extranjero: del 29% al 18%. De hecho, en la campaña 2015/2016 sólo se recaudaron U$S 4.600 millones por este arancel.
Para esta campaña, el sector exportará por U$S 28.600 millones, lo que equivale a 99 millones de toneladas de granos sobre los 135 millones que se produjeron en el país. Sobre eso, el Estado recaudará sólo el 22% de las ventas del agro, que suman U$S 6.300 millones, según Agritrend.
Entre este año y el último del kirchnerismo, por lo tanto, las retenciones cedieron siete puntos luego de las multimillonarias concesiones de Cambiemos a los grandes productores. De este modo, queda un amplio margen sobre el cual el Gobierno puede avanzar en la redistribución de la riqueza desde el sector más beneficiado por el macrismo y aún así no atentar sobre las voluptuosas ganancias de los dueños de campos.
De hecho, si Alberto Fernández decide subir tres puntos las retenciones a los granos de soja hasta el 33%, mejoraría los ingresos de las arcas públicas por en U$S 105 millones, y puede superar los U$S 800 millones si también toca otros cereales y derivados.
Según el IARAF, con un alza moderada en la recaudación, de entre U$S 400 y U$S 500 millones, le dejará al Poder Ejecutivo central suficientes fondos como para entregar tres bonos a los jubilados, pensionados y beneficiarios de la AUH equivalentes al beneficio dado en enero. Se trata de un financiamiento más que necesario en momentos en que la estanflación dificulta la salida de la pobreza, que afecta a uno de cada tres argentinos.
Las patronales del campo le meten presión al gobierno para que no incremente las retenciones argumentando que ganan poco: no es cierto. Pero además, sus ganancias extraordinarias duelen en la mesa de los argentinos.
La soja, el girasol y el maíz se utilizan para producir aceite. Con el maíz se alimentan pollos y cerdos. Varios granos conforman el alimento del ganado vacuno y con él influyen en los precios de carne y leche. El trigo se utiliza para harina y pan. Y así se podría seguir en toda la cadena alimentaria. La suba de retenciones derivaría en una baja de los precios.
Por otra parte, retenciones es una palabra con una fuerte carga ideológica. Son aranceles a la exportación que generan un tipo de cambio diferenciado. En un país con asimetrías muy grandes entre la competitividad de los distintos sectores económicos, es imprescindible tener tipos de cambio múltiples. Por suelos y clima, el campo argentino es uno de los tres más competitivos del mundo, mientras la industria aún mantiene rasgos de país subdesarrollado.
Los ingresos extra en las arcas nacionales podrían también utilizarse para la corrección de esas asimetrías y lograr así parte del desarrollo industrial argentino.(El Destape)