(Por Ana C. Roche de la redacción de DIB) La segunda ola de la pandemia de coronavirus explotó en 2021, entre abril y septiembre. Mayo y junio fueron los meses más duros, con un promedio de casi 26.000 casos diarios reportados, un pico de 41.000 contagios el 27 de mayo, y la suma de 30.491 decesos en 61 días.
Hay un sector de la sociedad que le puso el cuerpo, la cabeza y el corazón a la atención de los enfermos con Covid-19: los médicos, enfermeros y kinesiólogos de las terapias intensivas. Ir a trabajar, para ellos, fue atender a personas internadas con el temido SARS-CoV-2, con ansias de ayudarlas a salir adelante.
Estrés, cansancio, miedo. Incertidumbre. Falta de reconocimiento. De eso hablaron dos jefas de servicio de hospitales regionales de la provincia de Buenos Aires en una charla con DIB, a modo de balance de lo que vivieron este año junto a sus equipos de trabajo.
María Emilia Alonso es la Jefa del servicio de Terapia Intensiva del Hospital Interzonal General de Agudos “Dr. Abraham Félix Piñeyro” de Junín.
“La segunda ola nos encontró más afianzados en conocimiento y más organizados que la primera, que fue de incertidumbre, en la segunda, ya estando vacunados estábamos un poco más ordenados”, contó la especialista. “Pero también la segunda ola nos encontró cansados, con estrés crónico, somos poco recurso humano”, reflexionó.
Alonso confió una decisión importante que tomaron para poder acompañar a las familias y a los pacientes. “En esta segunda ola permitimos que la gente pasara, con todos los recaudos, una o dos veces por semana a ver al ser querido, esa fue una de las cosas positivas”, destacó la especialista.
No obstante, desde lo personal, el desgaste fue más allá de lo imaginable. “No damos más, el cansancio no es solamente lo físico, nuestras cabezas no dan más”, planteó, y aseguró: “Tengo 30 años de terapia intensiva, fue muy difícil, me quiero jubilar, somos muy pocos y esto hace que nuestras cabezas no paren y trabajemos de lunes a lunes, sin poder desconectar. Eso nos ha hecho envejecer bastante”.
La terapia intensiva del hospital de Junín cuenta con un médico de guardia por día más Alonso como jefa de servicio. En total hay ocho camas y llegaron a tener ocupadas once durante los meses más duros de la segunda ola.
En este momento en el que los casos de Covid-19 aumentan a diario, “los pocos pacientes que hay internados son personas que no se vacunaron”, destacó Alonso. En ese sentido, apuntó: “La vacunación es necesaria, la gente se tiene que vacunar, volvimos a las otras patologías de internación y ahora si vuelve el Covid, realmente no sé cómo vamos a hacer”.
Consultada acerca de si recurrió a apoyo psicológico, Alonso señaló que no, pero sostuvo que “tal vez todos lo necesitemos”, y añadió: “Mi escape actual es que me quiero jubilar, la pandemia me hizo replantear mi vida más que mi profesión”. Y concluyó: “La terapia intensiva es una vocación, si no, no se puede hacer. Uno dice ‘¿vale la pena?’ Sobre todo esto de arriesgarme. Al otro a veces tampoco le importa lo que nos pase a nosotros. Si vos no te vacunas, realmente no te importa lo que nos pasa a nosotros”.
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Myrna Zuain es Jefa del servicio de cuidados críticos del Hospital Interzonal General de Agudos “Dr. José Penna de Bahía Blanca”.
“Esto fue algo que jamás vivimos, en cuanto a cantidad de pacientes, todos con la misma patología, con una mortalidad diaria que nos arrasó, con un estrés permanente, así es como nos agarró la segunda ola”, remarcó, y subrayó: “Si bien habíamos tenido una primera ola que nos había anticipado de qué se trataba, la segunda fue realmente espeluznante, esa es la palabra”.
Para hacer frente a la crisis que se vivió este año, el servicio tuvo que agregar diez camas de terapia, por lo que hubo 19 plazas ocupadas, con todos los pacientes con respirador. “Tuvimos que internar pacientes en la terapia de pediatría, había otros pacientes que requerían terapia intensiva y no teníamos el espacio, esto fue así desde mayo hasta agosto”, explicó Zuain.
En esos meses se enfrentaron con otro factor: ver morir a mucha gente. “En el servicio podemos tener normalmente dos o tres fallecidos por semana, pero en la segunda ola llegaron a morir seis por día”, indicó. “Tuvimos que lidiar con el cansancio, la frustración, el dolor de la familia, el dolor nuestro, porque obviamente por más que hagamos terapia intensiva, no nos pasa por el costado que se muera un paciente, y que se mueran cinco o seis, es arrasador”, lamentó.
Sobre el futuro, la incertidumbre persiste. “Nos cachetearon tanto que lo que tenemos es miedo, se espera que no nos vuelva a ocurrir, pero ahora hay cada vez más contagios en Argentina, y un poquito de temor tenemos, y no creo que nos aguantemos una tercera ola”, expresó.
En cuanto al desgaste personal, fue categórica. “Hace 32 años que hago terapia, yo estaría en tiempo de jubilarme, porque como siempre hice terapia intensiva me puedo jubilar antes, y si bien siempre dije que no me interesaba, porque a mí me gusta lo que hago, después de esto quiero jubilarme rápidamente”.
En esa línea, concluyó: “Además de sentir una falta de reconocimiento, que eso sigue exactamente igual, tenemos algunos problemas como gente que está haciendo lío, con intenciones de juicio, y es muy injusto, la sensación ni siquiera es de enojo, es indigno”. (DIB)