La historia de Durax, la emblemática marca de vajillas, es un testimonio inspirador de la capacidad de recuperación industrial y el esfuerzo productivo. En 1999, la fábrica Cristalux, que fabricaba las reconocidas vajillas Durax, cerró sus puertas, convirtiéndose en otro triste episodio de la desindustrialización que afectó a Argentina en los años 90. Sin embargo, lo que sucedió en los años posteriores demostró que la adversidad puede dar paso a la innovación y el éxito.
En el año 2002, un grupo de trabajadores se unió para formar la Cooperativa Cristal Avellaneda, en las instalaciones de la antigua fábrica Cristalux en Avellaneda, provincia de Buenos Aires. Esta planta había sobrevivido a dos intentos de remate y estaba inoperativa desde su quiebra en 1999. Los nuevos propietarios se enfrentaron a un desafío formidable: la fábrica carecía de suministro eléctrico, lo que limitaba su producción a las horas diurnas. A pesar de estas dificultades, se comprometieron a revivir la fábrica y ponerla nuevamente en funcionamiento.
La cooperativa comenzó de manera modesta, con la fabricación de elementos de decoración en un pequeño horno. A medida que crecían, se encontraron con desafíos de gestión y se aproximaron al abismo de la quiebra una vez más. Sin embargo, no se dieron por vencidos. En un momento crítico, convocaron a Antonio Bucci y Cora Pena para encabezar la gerencia de la empresa. En ese momento, incluso enfrentaron un corte de gas, un insumo esencial para la producción de vidrio.
Después de años de trabajo arduo, la cooperativa recuperó las marcas Durax-Cristalux y se convirtió en líder del mercado de vajillas, abarcando más del 55% del mismo. El número de empleados creció de 50 a 300, y la fábrica opera con un horno de 90 toneladas y cuatro líneas de producción, lo que les permite producir más de 250,000 unidades al día y mantener un inventario constante de productos de línea.
Lo que comenzó como una historia de superación se ha transformado en un éxito notable. Durax-Cristalex exporta sus productos a países vecinos como Paraguay, Uruguay, Brasil y Bolivia. Además, el reconocimiento otorgado a sus platos de alta gama en la 12ª edición del Sello de Buen Diseño argentino ha abierto puertas al mercado europeo. La firma estuvo presente en la exposición Maison et Objet en París, la feria de diseño de interiores más grande del mundo, y ahora está avanzando hacia un contrato de distribución en Europa.
Este renacimiento de Durax es un testimonio del poder de la perseverancia y el espíritu emprendedor. La empresa no solo ha logrado destacarse en la industria nacional sino que también está a punto de conquistar mercados internacionales, mostrando que la calidad y el diseño argentinos pueden competir con los mejores del mundo. Su historia es un ejemplo de la capacidad de recuperación industrial y el potencial de innovación en medio de la adversidad.(Pergamino Virtual)