De Córdoba al Conurbano: la historia de las “médicas del espacio” y su extraña desaparición

(Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB )A mitad de camino entre Río Cuarto y Córdoba capital, cercano a la localidad de Embalse, hay un paraje llamado El Quebracho. En esa zona, en un campo a unos 500 metros de la ruta, vivieron muchos años tres hermanos de apellido Azategui. Eran dos mujeres, Ada y Ana, y un varón, Paulino. Las hermanas tenían poderes curativos. Las llamaban “las médicas del espacio” y sus facultades tenían, se decía, origen extraterrestre. En septiembre de 2015 Paulino falleció. A las pocas semanas Ada y Ana desaparecieron: quedó la puerta de la casa abierta, como si hubieran salido a dar una vuelta. Solo faltaba el mate de plata con el que siempre recibían a los enfermos. Fueron buscadas durante un año por cielo y tierra, hasta que aparecieron sanas y salvas en una casa de San Isidro, en el Conurbano bonaerense. Todavía no se sabe bien qué les sucedió y por qué, pero ellas afirmaron que “no las dejaban salir” y que eran “vigiladas”.

Esta historia empezó allá por los años ’90, según contaría un amigo de la familia a la prensa. Habían estado presos en Río Cuarto por motivos poco claros y “según Ada, fue ahí en la cárcel cuando vieron por primera vez a los ‘médicos del espacio’ que les dijeron que podían sacarlos de ahí pero con la condición de que trabajaran para ellos sin salir jamás de la casa. Aceptan y cuando vuelven había una división del Ejército cuidándoles todas las pertenencias. Ahí comienzan a curar”.

Incorporación

Como si fuera una organización, cada hermano tenía una función. Paulino (que murió a los 76 años) recibía a los numerosos autos con enfermos –según dirían más tarde, llegaron a ver en esos años a unos 50 mil pacientes-, Ana (70 años, actualmente) veía las imágenes que se le presentaban como en una pantalla de televisión, y Ada (74) era la que curaba a los pacientes a través de un proceso de lo que en parapsicología se llama “incorporación”. La mujer se concentraba, respiraba profundo y cuando abría los ojos quien hablaba a través de ella era un médico alemán.

Según testimonios de vecinos, entre los pacientes de las “médicas del espacio” hubo un expresidente de la Nación y a un juez que integró la Corte Suprema de Justicia. Mientras tanto, ellas curaban sin recibir nada a cambio; solo aceptaban alimentos de los enfermos, que más de una vez vieron en el terreno huellas redondas que asociaron a aterrizajes de ovnis.

El principio del fin

Paulino falleció el 30 de septiembre de 2015. Las hermanas fueron vistas por última vez el 11 de octubre. El 14 pasó por el campo otra hermana, que vivía en Río Tercero, y no halló por ningún lado ni a Ada ni a Ana. La puerta de la casa estaba abierta, pero no faltaba nada, salvo el mate de plata que usaban habitualmente cuando recibían a los pacientes.

La Policía las buscó por todas partes. Usaron perros –que dicen que se asustaron de misteriosas figuras hechas con palos en el patio de la casa- y algo novedoso en ese momento: drones. La fiscal interviniente, Andrea Heredia Hidalgo de Río Tercero, siguió todas las posibilidades. Allanamientos en viviendas y campos vecinos, rastrillajes, búsqueda en salas de salud de la zona.

Se empezaron a mencionar diferentes hipótesis, entre las que se destacaban la de un doble crimen por razones económicas –afirman que en el campo hay una mina de oro no explotada- y, teniendo en cuenta el mote que se les había dado, que habían sido secuestradas por extraterrestres.

El misterio continuó y los investigadores empezaron a desesperarse. ¿Dónde estaban Ana y Ada?

Aparición

Hasta que 14 meses después de su desaparición, en diciembre de 2016, las hermanas fueron encontradas durante un allanamiento en una casa en San Isidro, al norte del Conurbano bonaerense. Estaban en perfecto estado de salud y convivían con personas que habían sido atendidas por ellas en El Quebracho, según contaron.

Estas personas fueron acusadas de “privación ilegítima de la libertad”. Más tarde, las mismas hermanas contarían a la prensa que habían dejado el campo por voluntad propia y que en la casa de San Isidro estaban “rebien”.

No obstante, la hipótesis de la acusación era que estas personas podrían haber hecho un presunto “aprovechamiento” de estas mujeres, quienes “podrían tener la voluntad viciada”.

“Estamos prohibidas”

En una entrevista ofrecida a La Voz, Ada y Ana Azategui darían detalles de lo que les había sucedido, en una trama que parece un relato de Adolfo Bioy Casares.

“Debimos salir del campo por una razón que la Fiscalía investiga”, comenzaron, e insistieron con que se habían ido por su propia voluntad aunque “el motivo es un secreto entre nosotras. No se podía más. Decidimos irnos definitivamente. No nos quedaba nada, ni el pedazo de hermano que teníamos. No nos quedaba qué esperar”.

“No queremos regresar”, continuaron, y dijeron que iban a quedarse “en Buenos Aires; hemos formado una nueva familia, de corazón, que nos ha comprendido”.

Las hermanas dieron detalles inéditos de su actuación en El Quebracho: “Trabajábamos en un hospital de campaña autorizado por las Naciones Unidas. No nos dejaban salir. Cuando el hospital se levanta, quedamos prohibidas para trabajar y nos dejan libres”.

Durante los meses en los que se desconocía su paradero, no pudieron atender pacientes: “¿Cómo vamos a ayudar a la gente si estamos prohibidas? ¿Creés que nosotras no hemos quedado bajo vigilancia?”.

Las personas que fueron investigadas “eran nuestros pacientes, fueron a nuestro hospital”, aclararon. Y con respecto a su “desaparición”, afirmaron que “había que cortar el contacto porque ya habíamos salido. Si hubiese habido gente de confianza en el momento en que tuvimos que salir, les decíamos las causas secretas”.

Cinco años después de su “reaparición”, Ada vive en una localidad del Valle de Calamuchita y su hermana Ada, en un geriátrico en Buenos Aires. La investigación está en un punto muerto y las hermanas jamás volvieron a poner pie en su campo de El Quebracho, de donde no salieron, por esas “causas secretas”, durante dos décadas. (DIB)