(Agencia CTyS-UNLaM) – El aislamiento social, preventivo y obligatorio irrumpió en la vida social y privada de las personas con una fuerza difícil de dimensionar. Los hábitos, comportamientos, la propia subjetividad, todo se vio trastocado por un escenario cuyo devenir todavía es incierto, no solo a nivel local, sino en todo el mundo.
Investigadores del área de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM) se dedicaron a medir precisamente qué representaciones tienen de sí mismos y de este escenario crítico los varones autopercibidos como tales, a través de una encuesta de Google Forms difundida por redes sociales entre el 20 y 24 de abril de 2020, en la que participaron 1006 varones de distintos puntos del país.
“Creemos que reflexionar sobre las concepciones de las masculinidades y su relación con una crisis, que resulta de carácter extraordinario en todos los órdenes de la vida, puede llegar a iluminar el incierto camino hacia la vida pospandemia”, explicaron los trabajadores sociales Claudio Robles y Sandra Robledo, y la psicóloga Patricia Macrini.
La encuesta buscó analizar aspectos vinculados a su salud, como la presencia de enfermedades preexistentes y pertenencia a los grupos de riesgo, el impacto de las medidas de gobierno en el trabajo, cambios en los hábitos y comportamientos en la vida cotidiana y los vínculos, y captar su percepción valorativa en cuanto a las ventajas o desventajas de la permanencia en sus hogares como medida preventiva ante el contagio.
Durante el análisis de los resultados, si bien se trataba de una muestra heterogénea en la que se incluyeron varones de todas las edades, el equipo observó que el confinamiento produjo un incumplimiento o modificación del ejercicio de mandatos culturales asociados al patriarcado, y esas modificaciones “parecieran haber perturbado” a los encuestados, al haber visto afectada su capacidad de ser proveedores, protectores y autosuficientes.
“El impacto del aislamiento social obligatorio, según han dado cuenta, alteró sus relaciones laborales, en algunos casos sobreexigiendo sus horas frente al teletrabajo, en otros, recortando sus ingresos y en los casos más críticos, empeorando su situación de desempleo”, precisaron los investigadores, y agregaron que más de la mitad de los encuestados tuvieron que restringir total o parcialmente sus actividades laborales.
A la luz de estos datos, los investigadores reflexionaron: “Nos resulta inevitable cuestionarnos sobre la relación entre las masculinidades y el rol productivo que históricamente les fuera otorgado por su sola condición de varones, en un contexto adverso como el actual, que expone a la pérdida de sus empleos, su flexibilización o la baja de sus ingresos. En este marco, la consigna “quedate en casa” no tiene el mismo significado para nuestros consultados, en especial para quienes se perciben como proveedores económicos de sus grupos convivientes”.
En lo que respecta a la salud, los encuestados expresaron cierta preocupación por la edad de sus convivientes como factor de riesgo frente a la pandemia, pero el 10 por ciento de los encuestados que pertenecían a ese grupo por edad tuvieron dificultad para reconocerse a sí mismos como tales.
Por otra parte, el grupo encontró que, si bien se registra una mayor participación de los varones en tareas domésticas, las condiciones de desigualdad al interior de las organizaciones familiares persisten: un 42 por ciento de los consultados no modificaron sus prácticas hogareñas, tareas que son delegadas a otras/os convivientes.
En esa línea, el equipo observó que, aunque en los hechos no ha habido un incremento sustancial de las labores domésticas por parte de los varones, éstas fueron percibidas como “equitativas” y valoradas por los participantes de manera muy positiva, lo que refuerza la idea de “colaboración o ayuda en el hogar”. Esta contradicción se subraya con el dato de que solo un 9 por ciento de los consultados afirmaron que las tareas domésticas se recargan sobre ellos.
A la vez, la participación de los varones en las responsabilidades domésticas varía en función del rango etario, siendo los menores a 50 años de edad los más permeables a incluir tareas tales como cocinar, limpiar y desinfectar, ordenar, mantener y refaccionar la vivienda.
Otro aspecto analizado en la encuesta tiene que ver con cómo afecta emocionalmente el contexto de cuarentena. Según el estudio, los varones consultados utilizaron expresiones tales como “encierro, ansiedad y aburrimiento” para describir su situación. Sentimientos que, en parte, parecen haberse reflejado en la actividad sexual, ya que más de la mitad de los encuestados modificó sus prácticas sexuales, y un porcentaje de ellos disminuyó su frecuencia, incluso aquellos que conviven con su pareja.
En relación a las conductas en el ámbito doméstico y al aspecto emocional, los investigadores aclararon que, si bien se trató de observar las tensiones y las expresiones de la masculinidad durante la cuarentena, el estudio no indagó en la violencia de género que, en este contexto, se vio notablemente agravada, al punto que, desde el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, se creó un protocolo especial para garantizar el acceso a la justicia por parte de las mujeres y personas LGBTI+ en situación de riesgo.
Los autores añaden que las emociones de ansiedad suscitadas por el aislamiento social en los varones pueden estar vinculadas, también, “a la menor habitualidad de los varones para permanecer de manera continuada en sus hogares, lo que remite a los clásicos patrones de masculinidad hegemónica que prescriben que el lugar de los varones es el mundo público”.
En ese sentido, las respuestas tendieron a referirse a la falta de actividad física, deportes al aire libre y encuentros con amigos como aquellas prácticas que, al abandonarse por la irrupción del coronavirus, tuvieron un costo emocional para los consultados.
No obstante, los resultados también reflejan que, entre los cambios producidos por la pandemia, los encuestados valoraron la posibilidad de disfrutar del espacio doméstico y las interacciones familiares, y de disponer de un tiempo para realizar de actividades postergadas o no habituales que, según el equipo, “permiten reconsiderar el goce por el tiempo socialmente considerado por los varones como improductivo”.
Los investigadores, quienes vienen estudiando las confluencias de diversas masculinidades desde el 2018, entienden que, de un tiempo a esta parte, el modelo del varón hegemónico y sus mandatos está siendo traccionado por nuevas prácticas y modos de habitar la masculinidad.
La irrupción del COVID-19 intensifica estos procesos, generando una tensión en la subjetividad y el comportamiento. Echar luz sobre esos movimientos permite advertir sus efectos, nuevos interrogantes y posibilidades, para un futuro cuya forma resulta todavía incierta.