Los embates de la crisis económica no sólo golpean a la actividad industrial y comercial en Casilda, donde ya se registraron cierres de locales y caída del empleo, sino que se manifiestan en angustiantes necesidades sociales que hasta no hace tanto tiempo parecían lejanas, por lo menos en una de las regiones más productivas del país.
En esta ciudad pujante de la Pampa Gringa donde en 1878 salió la primera exportación de trigo a Europa y aún la producción agraria sigue siendo una fortaleza hay cada vez más familias en situación de vulnerabilidad.
La situación es de tal gravedad que hace redoblar esfuerzos al Estado local y moviliza la solidaridad social que resuena en comedores y merenderos comunitarios cuya concurrencia va en constante aumento.
Se trata de una realidad ya inocultable que sacude aún más cuando quedan al descubierto historias de vida que duelen.
A pocos meses del resonado caso del adolescente que se descompensó en un colegio local de nivel medio porque «tenía hambre», como dio cuenta oportunamente La Capital, ahora tomó estado público otro episodio no menos doloroso.
Una madre, de 23 años, visibilizó su desesperación al comentar a la prensa local que no cuenta con recursos para poder hacer frente a las necesidades alimentarias de sus tres pequeños hijos.
Sin respuestas
En ese contexto contó que al ir en busca de asistencia y no encontrar respuestas sus chicos estuvieron el fin de semana sin comer, lo que no tardó en sensibilizar a la sociedad.
La mujer concurrió el viernes pasado al área social del municipio pero se quedó con las manos vacías porque en ese momento no había disponible bolsones de mercaderías además de no estar registrada entre los beneficiarios de alimentos.
Lo sucedido no solo generó un fuerte impacto en la opinión pública sino que dejó al descubierto el agravamiento de una problemática que sufren decenas de familias casildenses en estado de emergencia.
Ya no se trata de una sensación sino de datos de la realidad que trazan un diagnóstico preocupante para esta ciudad cabecera del departamento Caseros donde el deterioro del tejido social aumenta de la mano de la recesión económica, la falta de oportunidades, y las casi nulas perspectivas de mejoras en materia de producción y trabajo.
Desamparados
«Los pedidos de ayuda alimentaria se intensificaron porque hay gente que antes hacía changas y hoy ni si quiera tienen esa posibilidad y recurren al municipio en busca de ayuda». Con esa frase la secretaria de Salud y Desarrollo Social de la Municipalidad de Casilda, Marisel Rosetti, describió la compleja situación social que se agravó en los últimos seis meses donde la demanda de bolsones de alimentos creció entre un 20 y un 30 por ciento. Y a la búsqueda de ayuda alimentaria se suma la de trabajo donde el Estado local se ve superado más allá de su buena voluntad en acciones tendientes a generar oportunidades futuras de chances laborales.
Rosetti especificó que el municipio casildense «tuvo que reforzar la compra de alimentos porque cada hay más gente que no tiene para comer» a causa de la difícil coyuntura socioeconómica que afecta al país.
Y en esa línea explicó que cada situación es evaluada por trabajadores sociales para, informe mediante, ser resuelta en forma «inmediata» aunque reconoció y lamentó lo sucedido días atrás con la mujer que no encontró una rápida resolución a la problemática planteada, algo que no parece ser habitual en base a las estadísticas sobre casos sociales característicos de este tipo.
Casi 150 familias reciben periódicamente del municipio distinto tipo de asistencia alimentaria para paliar el difícil momento de vulnerabilidad con el que deben lidiar cotidianamente aunque, al menos un importante porcentaje, sin perder las esperanzas de salir a flote o encontrar alternativas a su situación.
Cabe destacar que en la cabecera del departamento Caseros ya se registraron casos de desnutrición aunque están controlados y no revisten gravedad, lo cual no deja de ser una señal de alarma para seguir avanzando y profundizando acciones tendientes a revertir la problemática que no solo está vinculada a cuestiones alimentarias sino culturales, educativas y sociales.(La Capital)