Cuando uno pasa la puerta del polideportivo de la municipalidad de Colón, en el norte de Buenos Aires, comienza Clarin siente que está entrando en la dimensión desconocida. A un universo paralelo. Que es exactamente igual al nuestro, con celulares, computadoras y cámaras de video. Pero que en esencia es distinto. Como si fuera una realidad alternativa donde la Tierra no es redonda sino plana, las enfermedades son una manifestación del cerebro, las vacunas son malignas y la humanidad está controlada por los Rockefeller. Por decirlo de otro modo, estar ahí es como tomar la pastilla roja de Morfeo (en la película Matrix) y averiguar hasta donde llega la madriguera del conejo.
El itinerario de las charlas que se dieron este domingo en ese lugar arrancaba con una extensa diatriba contras las vacunas, seguía con los beneficios incomprobable y peligrosos de la nueva medicina germánica y terminaba con la anacrónica y sub-real exposición de los argumentos terraplanistas. Después hubo una entrega de diplomas (no es broma) y música en vivo.
En este segundo día hubo más gente que el sábado, cuando se inició la reunión. Más de 100 personas participaron de la jornada y muchas de ellas llegaron de Buenos Aires, haciendo más de 300 kilómetros para escuchar este tipo de argumentos.
Las charlas se dieron en el restorán del lugar que se acomodó para el evento. La mayoría de los que participaron eran jóvenes. También hubo gente de otros países, como España y Chile. Muchas de estas personas llegaron por curiosidad o a buscar respuestas alternativas a sus dudas existenciales.
La idea madre detrás de este simposio (para darle un nombre) es bastante simple: que hay un sistema que controla la humanidad hace siglos y la ciencia actual, la medicina y la tecnología forman parte de este complot internacional.
Los terraplanistas aseguran que vivimos engañados. Afirman que todo lo que sabemos sobre la tierra y el universo es mentira. Y ellos están convencidos de que están dando el primer paso a una revolución del pensamiento, que liberará a la humanidad de la tiranía de la «ciencia oficial», de la «Matrix».
«Si se eleva una cámara en un globo atmosférico a 40 kilómetros de altura, no se ve ninguna curvatura. Si la Tierra fuera redonda, se deberia ver», dijo Iru Landucci, organizador del congreso. Eso fue uno de los controversionales temas expuestos durante la charla. También se afirmó que el agua no se curva y por eso la Tierra es plana, que el Sol tiene el tamaño de la Luna, que la atmósfera es un domo cristalizado y que el planeta está rodeado por la Antártida («posiblemente sea infinita e impenetrable»). Entre otros supuestos, también afirmaron que la Estación Espacial Internacional no existe, horas después de que la NASA difundiera la imágenes de la cápsula Dragon acoplándose y siendo registrada por los astronautas estadounidenses.
En la ponencia usaron fotos, videos y gráficos de todo tipo que «contradecían», supuestamente, las teorías de la «ciencia oficial». También mostraron el famoso mapa con la Tierra en forma de plato y explicaron que el día y la noche existen porque el Sol y la Luna dan vueltas en círculos sobre el disco, que sería el planeta, lo cual se iluminaría sólo una parte mientras que la otra permanece oscura. En el mismo sentido, ellos creen que el atardecer y amanecer son efecto ópticos. O, mejor dicho, «febóticos».
En el simposio también habló la «doctora» Alejandra Chiappano, que durante dos horas soltó una serie de polémicas afirmaciones contra las vacunas, con argumentos del estilo: las vacunas matan, dejan estériles a las mujeres, especialmente de África y Latinoamérica; producen cáncer y alérgias, estropean el intestino causando intolencia a la lactosa, cortan el momento mágico del bebé que debería transitar por el sarampión, la rubiola y la papera con total naturalidad… y terminó pidiendo por «una Argentina sin vacunas».
También expuso un tal Gastón Vargas, que habló de la nueva medicina germánica, la cual sostiene que las enfermedades son producidas por el cerebro. En fin…