(Por Daniela Gian, de la redacción de DIB).- Ariel Sánchez tiene 38 años. Es licenciado en Comunicación de la UBA, profesor y flamante director de Promoción de Masculinidades para la Igualdad de la provincia, un área nueva, como el Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual al que pertenece. El objetivo de la dirección, explica Sánchez, es «pensar otras formas de vivir y de ejercer las masculinidades que no estén ligadas a la violencia, la exclusión y la humillación que implica la masculinidad hegemónica».
¿Qué es la masculinidad hegemónica?
Tiene que ver con ciertos mandatos de masculinidad que tienen a los varones cisgénero (NdR: cuya identidad de género coincide con su sexo) para que los ejecuten. Están relacionados con la potencia, la fortaleza y sobre todo el uso de los cuerpos de otras personas que se van a considerar inferiores respecto de esa masculinidad, que son las mujeres y otras identidades vinculadas a la diversidad sexual.
¿Cómo funcionan esos mandatos?
La idea de potencia tiene que ver con «volver pasivo al otro», ocupar el control de los cuerpos de las otras personas. Va desde cosas mínimas, como creerte con la posibilidad de decirle cualquier cosa a alguien en la calle, hasta acosos, abusos, ataques o violaciones en grupo.
Cómo el ataque a Fernando Báez Sosa en Villa Gesell…
Sí. Tiene que ver con cómo se educa hoy a un varón heterosexual para que sea «un buen varón» en esta sociedad: las dinámicas de reconocimiento por parte de otros varones, la competencia constante, el uso y abuso del alcohol para competir y no quedar como «el maricón» del grupo, de tener que responder a una pelea sí o sí peleándote, o no poder frenar a un amigo ante una pelea y ser cómplice. Se educa a los varones para que entre ellos se vivan midiendo su masculinidad y tengan temor de salirse de esa forma. La humillación de otras personas es una forma de ejercerla. No es en sí el rugby o el alcohol, si no las formas de consumo y de habitar este mundo.
¿Influye que sean compañeros de un equipo?
Lo que está exacerbado ahí es la idea de la grupalidad y la homosocialidad. A los varones nos enseñan que para ser varón tenés que demostrar tu hombría en un grupo de varones constantemente. A las nenas se las educa en cierta soledad e introspección. Los varones tienen juegos de grupo constante y de reconocimiento: ser bueno, exitoso, potente, depende mucho de qué pase en ese grupo de amigos. Esa lógica que funciona en el grupo muy pocas veces tiene que ver con situaciones de intimidad. Muy pocas veces los varones saben cosas íntimas de sus amigos aunque los conozcan hace 20 años. Hablar sinceramente se puede vivir como un dato de fragilidad.
O no lloran.
Es parte de los mandatos. Ante una situación de dolor, tienen una educación sentimental que les permite ciertas reacciones, como la rabia. Pero no se le permite el cuidado, la fragilidad.
¿Esta masculinidad es la cara del patriarcado que oprime a los varones?
Es parte del mismo modelo patriarcal que ubica y jerarquiza. Construye costos de ejercicio de esa masculinidad como suicidios, porcentajes muy altos de muertos o asesinatos en peleas callejeras. Son todos costos para los varones que se asientan en privilegios que tienen en la sociedad. A medida que renunciás a esos privilegios, tenés menos costos. Reconocerse como un grupo de privilegio es reconocer que existen desigualdades de género en esta sociedad y que el lugar en el que nos educaron tiene que ver con estar en un nivel superior en esa jerarquía. Es simplemente eso, no es reconocer que tengo la culpa de que alguien haya violado o sea violento. Es empezar a comprender la estructura y los relatos de mandato de masculinidad que legitiman eso.
¿Qué pueden hacer los varones que se consideran «aliados» de las feministas?
Primero tener un proceso reflexivo y al reconocer los privilegios, dejar de ejercerlos. Después me parece importante dejar de ser cómplice o silencioso. Cuando uno frena ciertas situaciones, incluso ante la consecuencia de ser excluido, es un gesto importante. Traicionar esa lógica no es traicionar a tus amigos. En vez que preguntarle a las mujeres organizadas «¿y yo que hago?», hay que empezar a dar la discusión en los lugares en los que están los varones, donde se callan y se convierten en cómplices de la violencia.
¿Qué acciones se pueden proponer?
Campañas de difusión puede ser una. Otra es incluir en los programas de Educación Sexual Integral (ESI) esta mirada de las masculinidades. Hay muchos mitos sobre la ESI sin leer el programa, pero ESI también es educar a los varones en una posición de afecto y de cuidado de las otras personas.
Campaña «Verano para todes»
En la campaña «Verano para todes», que lanzó el Ministerio de las Mujeres para prevenir el acoso y el abuso sexual en los centros turísticos de la provincia, también se promueven las nuevas masculinidades. Una de las acciones específicas que se realizará en ese sentido es la difusión de mensajes dirigidos a los varones, que se instalarán en los baños de boliches y bares. La intención es promover un momento de reflexión sobre situaciones violentas que se puedan generar durante la noche. (DIB)