El 17 de octubre de 1945 nació el movimiento justicialista con la manifestación popular para la liberación del entonces coronel Juan Domingo Perón, que un año después llegó a presidente. En 1955, tras el golpe de Estado de la Revolución Libertadora, debió partir al exilio. Volvió a pisar Argentina 17 años después, el 17 de noviembre de 1972, en un viaje que fue el comienzo del proceso que llevaría al ya anciano general de nuevo a la Casa Rosada. Esa fecha quedó marcada a fuego en los partidarios del movimiento, que lo recuerdan en cada aniversario como el Día de la Militancia. ¿Cómo se dio ese regreso después de tantos años, en los que el peronismo fue proscripto y ni siquiera se podía pronunciar el nombre de su líder? ¿Qué había cambiado desde septiembre del ‘55?
En los 17 años transcurridos luego de que Juan Domingo Perón se exiliara tras el triunfo de la Revolución Libertadora hubo ocho presidentes. Entre 1955 y 1958 ocuparon el sillón de Rivadavia los militares golpistas Eduardo Lonardi y Pedro Aramburu, quien dio paso a Arturo Frondizi. Cuando éste fue derrocado asumió por un corto período José María Guido, y tras las elecciones de 1963 fue presidente Arturo Illia hasta 1966. El general Juan Carlos Onganía, en nombre de una Revolución Argentina que iba a durar 20 años, tomó el poder. Lo sucedieron los militares Roberto Levingston y Alejandro Lanusse. Este último fue el responsable de que Perón regresara a nuestro país.
En julio de 1971 Lanusse convocó al GAN (Gran Acuerdo Nacional), en el que hizo un llamamiento a todas las fuerzas políticas y prometió que se realizarían elecciones sin proscripciones en marzo de 1973. El objetivo era canalizar la protesta social por vías institucionales, es decir, los comicios, y dejar fuera de juego las organizaciones guerrilleras que, armas en mano, querían derribar el sistema capitalista.
Con las urnas en el horizonte, Lanusse le encargó las gestiones políticas a su ministro del Interior, Arturo Mor Roig. Éste diseñó dos estrategias: la cláusula de residencia, que establecía que los candidatos debían residir en Argentina antes del 25 de agosto de 1972 y permanecer en el país, y el ballotage. Lanusse se animó a decir que “no voy a admitir que corran más a ningún argentino diciendo que ‘Perón no viene porque no puede’. Permitiré que digan ‘porque no quiere’, pero en mi fuero íntimo diré ‘porque no le da el cuero para venir’”.
El viaje
Pero a Perón le dio el cuero, nomás. Mientras las juventudes peronistas cantaban “Lanusse, marmota, Perón vuelve cuando se le cantan las pelotas”, el expresidente preparaba su regreso. Desde Madrid diseñaba su estrategia y organizaba futuras reuniones con las fuerzas políticas, en especial con la Unión Cívica Radical.
En tanto, se concertó una comitiva para ir a buscar a Perón, conformada por figuras de la política, el espectáculo, el deporte y el quehacer cultural. Este grupo inédito tenía como objetivo desestimar cualquier intento de derribar el avión que traería de regreso al General.
El 14 de noviembre Perón viajó a Roma donde se encontró con Héctor Cámpora y con su secretario José López Rega. Dos días después, el jueves 16 a las 20:25 (la hora en la que había fallecido Evita en 1952), el DC-8 Giuseppe Verdi de Alitalia partió del aeropuerto de Fiumicino con destino a Buenos Aires.
La lista de nombres de los que venían con Perón en el avión es abrumadora. Había dirigentes peronistas como Juana Larrauri, Nilda Garré, Ester de Sobrino, Nélida de Miguel, Raúl Lastiri, Antonio Cafiero, Carlos Menem, Deolindo Bittel, Oscar Bidegain, Ricardo Obregón Cano, Guido Di Tella, Raúl Matera y Jorge Taiana. También, los sindicalistas Lorenzo Miguel, Casildo Herreras y Rogelio Coria; los curas tercermundistas Carlos Mugica y Jorge Vernazza; el dirigente de derechos humanos Emilio Mignone; el historiador José María Rosa; el poeta José María Castiñeira de Dios; la escritora Martha Lynch, el autor teatral Juan Carlos Gené; el futbolista José Sanfilippo; el cantante de tangos Oscar Alonso, el boxeador Abel Cachazú; los artistas Hugo del Carril, Leonardo Favio, y Marilina Ross, entre otros.
Una mañana de lluvia
La aeronave aterrizó en Ezeiza al día siguiente a las 11.09 de una mañana lluviosa. Pese a los reparos que había tomado el gobierno militar, miles de personas se habían movilizado al aeropuerto. Cuando Perón comenzó a bajar la escalerilla, el gremialista José Ignacio Rucci se apuró para cubrirlo con su paraguas y la foto de ese momento recorrió el mundo. El General había vuelto al país.
De allí Perón es llevado al Hotel Internacional de Ezeiza para tener un diálogo con el enviado de Lanusse, el brigadier Ezequiel Martínez. Al día siguiente es trasladado a una casa de la calle Gaspar Campos, en Vicente López. Apenas instalado, ante una nube de periodistas que le piden que salga al balcón porque hace “tres días que no dormimos”, Perón les responde alegre: “Y yo, que hace tres días que no me saco los botines”.
Allí miles de fanáticos, muchos de los cuales nunca habían visto al líder del Justicialismo, colmaron las calles adyacentes con banderas y pancartas. Los bombos sonaban día y noche, junto con los cánticos: “La Casa Rosada cambió de dirección, está en Vicente López por orden de Perón”.
La estadía de Perón en el país, sin embargo, fue breve. Por la cláusula de residencia él no podía ser el candidato, pero arma el frente civil para encontrar la salida institucional. Se abraza con el jefe radical Ricardo Balbín y hace saber que Héctor Cámpora –“el hombre más leal que ha tenido a su servicio durante en los últimos 27 años”, dijo la revista Gente- era su candidato a presidente. Cámpora, a su vez, eligió al dirigente del partido Conservador Popular Vicente Solano Lima como su compañero de fórmula del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) para las próximas elecciones.
Con los deberes cumplidos, Juan Domingo Perón abandonó Argentina la noche del 14 de diciembre. Volvería definitivamente el 20 de junio del año siguiente, con Cámpora ya presidente, pero esa es otra historia. (DIB)