(ABC RURAL) “Si no movés las patitas con Eleuterio Pigliapoco es porque estás finao”, decían por grandes altoparlantes los presentadores de los legendarios bailes rurales, y empezaba la música.
Eleuterio Pigliapoco fue un músico que, con su orquesta, hizo bailar a generaciones enteras en cientos de ciudades, pueblos y parajes de toda la región agrícola, especialmente en el sur de la provincia de Santa Fe y noroeste de Buenos Aires.
Nació en un campo de la zona de Villa Cañas, en el sur santafesino, el 18 de abril de 1930, y desde niño siempre se sintió muy atraído por la música. Tocó todo tipo de instrumentos aunque se lo identificaba con el acordeón.
En los años 50 integró una orquesta en la ciudad de Buenos Aires, pero pronto regresó a sus pagos y en 1961 constituyó su propia formación.
A partir de ahí, sus variados ritmos musicales milongas, pasodobles, valses, tangos, rancheras, chamamés, cumbias y cuartetos –una “orquesta característica”, como se la denominaba por entonces- recorrieron muchísimas ciudades, pueblos y parajes rurales de la región agrícola.
Un artista muy conocido y popular entre los años 60′ y 80′
Si bien no fue tan famoso como su coterránea Mirtha Legrand, fue un artista muy conocido y popular en toda la región agrícola entre los años 60′ y 80′, y contratarlo no resultaba fácil, porque siempre tenía las fechas ocupadas.
Sus canciones además sonaban en los tocadiscos de las casas de familia, hoteles, emisoras radiales, entretiempos de los partidos de fútbol y básquet, carreras de autos, bares y en cualquier lugar donde se necesitaba entretenimiento. Incluso actualmente suelen oírse sus interpretaciones.
En definitiva, durante muchos años Eleuterio C logró conquistar los corazones de la familia rural y poblar la Pampa Húmeda, porque muchísimas parejas y familias se formaron gracias a su música luego del famoso “cabezazo” del varón invitando a bailar a alguna señorita.
Nacido el 18 de abril de 1930, día de San Eleuterio, Pigliapoco falleció el 15 de noviembre de 1998, a los 68 años de edad, casualmente en el Día del Acordeón.
A 22 años de su fallecimiento, para conocer más acerca de este tan entrañable y recordado artista, El ABC Rural dialogó con su única hija, Mónica Pigliapoco, producto del matrimonio con Edelma Giordano, a quien conoció como vecina en el campo.
Trabajaba en el campo y siempre le gustó mucho la música
“Mi padre nació en un pequeño campo a unos 20 kilómetros de Villa Cañás, donde trabajaba a la par de sus padres juntando maíz a mano y ayudando en la cría de animales de granja”, contó Mónica.
“Pero como siempre le gustó mucho la música, su familia le compró una armónica y comenzó a estudiar por correspondencia para poder tocar el acordeón”, apuntó.
La entrevistada dijo que luego “un amigo del campo que tocaba el bandoneón, empezó a enseñarle a hacerlo en un almacén de ramos generales de la zona, al cual asistía montado a caballo”.
Pero siempre el joven Eleuterio aspiraba a más, e indicó que “en Villa Cañas había un buen profesor de música, por lo que comenzó a viajar en sulky con dos amigos más para tomar clases, y cuando le tocó cumplir con el servicio militar en Junín, Buenos Aires, conformó la banda musical del regimiento”.
Un adelantado para la época: estudió música en Buenos Aires
Como ya formaba parte de grupos musicales de la zona, como por ejemplo “Los Tres Acordeones”, Mónica comentó que “cuando terminó con el servicio militar, decidió seguir estudiando música en la ciudad de Buenos Aires, donde tenía unos tíos”.
Para su hija, Eleuterio Pigliapoco fue un adelantado para la época, porque en los años 50 no era fácil irse a estudiar a Buenos Aires y menos aún para ser músico.
“Como sus papás eran arrendatarios del pequeño campo, no podían costear sus estudios, por lo que allá se fue con una ‘cama turca’ y una muda de ropa a buscar trabajo, en lo que saliera, para poder estudiar, logrando aprobar el curso de nivelación con un sobresaliente”, afirmó Mónica.
“Luego de integrar diferentes orquestas en Buenos Aires, armó su propio grupo, y comenzó a realizar actuaciones en vivo en Radio Porteña -actualmente Radio Continental- dándole una gran difusión a lo que hacía, y ahí comenzaron a llamarlo de diferentes lugares de la región agrícola”, destacó.
Le gustaba ir a los parajes y escuelas rurales y colaborar
En ese sentido, Mónica recordó que la primera formación de la orquesta de Eleuterio Pigliapoco, en los años 60, fue de muchísimo sacrificio, y que su época de esplendor comenzó en la década del ’70, y ya en 1971 grababa su primer disco.
“Mi papá se comprometía con diferentes instituciones que reservaban su presencia de un año para el otro, cuando organizaban bailes para fiestas patronales, aniversarios de pueblos o instituciones rurales, y demás acontecimientos”, señaló.
“Le gustaba más que nada ir a los lugares más pequeños y bien de campo, como parajes y escuelas rurales, de los cuales disfrutaba mucho por la calidez y sencillez de la gente. Le gustaba más que ir a las ciudades más grandes”, aseguró.
También la entrevistada afirmó que “colaboraba mucho con las instituciones o personas más humildes, ya que en reiteradas oportunidades solo cobraba el viaje y la parte de los músicos, y lo de él lo donaba, un gesto que jamás contaba porque lo hacía de corazón y le gustaba ayudar a la gente”.
“Con mi mamá pocas veces podíamos acompañarlo”
Durante la época de esplendor de Eleuterio Pigliapoco, Mónica lamentó que si bien ya era adolescente, muy pocas veces pudo acompañarlo, al igual que su mamá.
“La orquesta viajaba en un colectivo propio, tipo casa rodante, con camas, porque las giras por los pueblos duraban todo el fin de semana, y como eran varones con mi mamá no queríamos incomodarlos”, explicó.
De todas maneras, la entrevistada subrayó que “las veces que podíamos ir con mamá, cuando los bailes no eran muy lejos de Villa Cañas, aprovechábamos y lo hacíamos en nuestro auto particular”.
También dijo que tuvieron la oportunidad de acompañarlo cuando actuó con figuras internacionales, como por ejemplo “Palito” Ortega, Sandro, Sergio Denis y Manolo Galván.
Una época donde las comunicaciones eran complicadas
A pesar de su gran popularidad, su hija contó que Eleuterio Pigliapoco no tenía teléfono en su casa, porque cuando lo pidió demoraron 10 años en dárselo, de modo que para poder realizar una llamada, tenía que ir a la Unión Telefónica de Villa Cañás.
“Pero había dos vecinos que si tenían teléfono, porque eran propietarios de una panadería y mercería, y cuando recibían llamados para contratarlo se cruzaban corriendo para avisarnos, y mi papá anotaba las fechas en un cuaderno”, indicó.
“A pesar de que el teléfono sonaba seguido y a cualquier hora, jamás se quejaron, cuando hubiera sido lógico que lo hicieran, por lo que siempre les estaremos muy agradecidos”, remarcó Mónica.
También dijo que su padre se comunicaba también por cartas o telegramas, y recordó que cuando se suspendía un baile por cuestiones climáticas, no era fácil saberlo, por lo que muchos viajes eran una incógnita y odisea, y con otros caminos mucho menos transitables que los actuales.
“Muchas veces salía de Villa Cañas con una tormenta ,sin saber cómo era la situación en el lugar donde tenía que actuar, por lo que iba parando en las estaciones de servicios del camino para tratar de ir comunicándose”, recordó.
Gustos musicales, bailes multitudinarios y anécdotas
-¿Cuál era el estilo que más le gustaba dentro de su amplio repertorio musical?
-El tango le gustaba mucho, y también las marchas militares, porque le recordaban a su época en el servicio. A mí particularmente me gustaba mucho cuando incorporó la cumbia y el cuarteto, más bailable, como a la mayoría de los adolescentes.
-¿Cuáles fueron sus bailes más multitudinarios?
-En 1977 en la inauguración de la cúpula de la Sociedad Rural de Junín, Buenos Aires, donde asistieron unas 7.000 personas e incluso tuvieron que poner dos escenarios para que los pudiera ver toda la gente. Pero el más multitudinario fue en los 80 en Arroyo Seco, Santa Fe, donde a un baile en la calle, por una festividad local, asistieron unas 12.000 personas. Recuerdo que cuando volvió y contó que había esa cantidad de gente, dijimos “Más que en todo Villa Cañás”, porque hoy somos unos 10.000 habitantes.
-¿Alguna anécdota cómica que recuerdes de los bailes?
-En realidad serían tragicómicas (risas), porque estuvo actuando en medio de una tormenta en el campo y se les voló la carpa. Como al escenario se lo solía hacer sobre acoplados, una vez cedió la madera y mi papá se cayó y solo se le veía el saco sobre el piso (risas), por suerte no pasó nada más que la gracia del momento. Muchas veces tambien se quedaron sin luz en medio del baile, porque el servicio eléctrico no llegaba al campo y tenían que usar grupos electrógenos a explosión, que muchas veces fallaban.
-¿Qué sentís vos como hija de un músico tan popular?
-En el momento yo no dimensionaba lo que mi papá significaba para la gente, sobre todo de campo. Creo que me di cuenta luego de su fallecimiento, porque él era de perfil muy bajo y humilde, no hacía alarde de nada, y cuando yo nací ese ya era su trabajo, por lo que para mí era algo natural. Un muchacho de Bigand, Santa Fe, que por una cuestión generacional solo pudo ver actuar a mi papá una sola vez, lo admiraba tanto que le puso el nombre Eleuterio a su hijo. Para mí es un orgullo ser la hija de Eleuterio Pigliapoco.