La ciudad de Colón amaneció este domingo con un profundo dolor ante la partida de Víctor Calvigioni (69), un periodista que dejó una huella indeleble en la comunidad. Su fallecimiento se produjo a las 4:30 de la madrugada, tras complicaciones en el postoperatorio de una intervención quirúrgica de urgencia que duró 7 horas en la Clínica La Pequeña Familia de Junín.
Nacido en Tigre, Buenos Aires, Calvigioni forjó una trayectoria multifacética que lo llevó desde las aulas de la escuela rural N° 222 Nicolás Avellaneda, de estancia Santa Juana, hasta convertirse en una figura emblemática del periodismo local. Su formación académica incluyó estudios en la Escuela Agraria Salesiana de Ferré, además de incursiones en Veterinaria y Abogacía. Se destacó como Técnico en Administración de Empresas y Técnico Tipificador de Ganados y Carnes.
Sin embargo, fue en el periodismo donde encontró su verdadera vocación. A finales de los años 80, dio vida a «Colón Doce», un semanario revolucionario que se convirtió en el símbolo de un periodismo valiente y comprometido. Su emblemático logo del tábano reflejaba su filosofía: «picar a la sociedad para que se mantenga alerta, promoviendo la reflexión y el cambio».
En 1999 llevó Colón Doce al mundo digital, transformándolo posteriormente en «El Faro», que se consolidó como el medio digital más influyente de la ciudad. Paralelamente, su voz se convirtió en compañía infaltable para los colonenses a través de la radio, medio en el que desarrolló programas informativos que marcaron una época. Su compromiso con la información inmediata y veraz se manifestaba en «El Faro» con sus características transmisiones en vivo desde el corazón de la noticia.
Víctor Calvigioni deja un legado imborrable en la ciudad de Colón y en el periodismo local, que tanto amó. Hijo de Aurelio y Elsa, padre de Gonzalo y Cynthia y hermano de Adriana y Jorge Luis, fue un hombre apasionado, comprometido y generoso con su comunidad y su profesión. Desde su primera incursión en Colón Doce hasta la creación de El Faro, Víctor nunca dejó de «picar» a la sociedad, empujándola a reflexionar y mantenerse alerta. Hoy, su partida deja un vacío inmenso, pero su labor, su integridad y su incansable espíritu de búsqueda de la verdad seguirán siendo una guía para quienes buscan hacer del periodismo una vocación honesta y valiente.