Lo hizo convocado por la Fundación Pax, junto a otros 11 argentinos y 12 ingleses con los que compartió varias actividades. “Hubo casos de hipotermia y abandono. Arrojamos al agua 649 rosarios por el lado de los argentinos y 255 por el lado de los ingleses. Cuando terminamos fue alegría, 50 toneladas de alimentos iban a llegar a los refugiados de Lampedusa. Fue un trabajo en equipo, y un gesto simple y arduo”, contó
El Padre Damián Vidano nadó siete horas en las aguas heladas de Malvinas, convocado por la Fundación alemana Pax junto a otros 23 deportistas argentinos e ingleses. En diálogo con EL NORTE, contó en primera persona la experiencia que llevó a cabo el pasado 6.
“Partimos de Puerto Argentino hasta puerto San Carlos. El agua estaba bastante fría, y con el paso de las horas se va volviendo helada, hasta generar algunos casos de hipotermia y abandono. Cuando partimos, el sol estaba saliendo y había mucha emoción. Después de casi tres horas de nado, los vientos cambiaron y no pudimos avanzar mucho más. Tuvimos que ir a la costa de Isla Soledad y de allí reprogramar la travesía porque iba a ser imposible continuar con el recorrido previsto. Desde la organización y el equipo técnico, decidimos hacer el cruce directamente desde Isla Soledad a la Isla Gran Malvina, lo que nos implicaría unas cuatro o cinco horas más de nado. Cada 50 minutos nos sacaban del agua, recuperábamos temperatura, los médicos hacían los controles rutinarios para ver el estado general del cuerpo y si nos daban el okey volvíamos”, recordó.
Once completaron el desafío
El sacerdote de nuestra Diócesis – Párroco de ´Nuestra Señora de Fátima´, capellán de la Unidad Penal Nº 3, miembro del Secretariado de la Pastoral Carcelaria Argentina y a cargo del Comedor y Centro de Día ´Inmaculada Concepción´ y de un refugio en el que hay una fábrica de pelotas de fútbol, una panadería y un emprendimiento textil para ayudar a jóvenes en vulnerabilidad social mediante cooperativas de trabajo- destacó: “Antes de volver al agua, nos pasaban como spots que ellos llamaban momentos motivacionales, donde aparecían testimonios de los familiares de algunos de los caídos que sabían de la travesía o de ex combatientes, imágenes de los campos de refugiados con testimonios de voluntarios. También leíamos una parte del listado que habíamos llevado de todos los caídos argentinos e ingleses, en recuerdo y memoria de ellos. Nos poníamos rosarios y los íbamos arrojando a medida que nadábamos. En total, arrojamos 649 por el lado de los argentinos y 255 por lado de los ingleses. En la última etapa pudimos quedar 11 nadando”.
“El corazón está confrontado con algunos sentimientos: alegría por una experiencia que desde lo humano es hermosa, el grupo fue maravilloso, reflexión lo que significó la guerra para unos y otros, tristeza del recuerdo de los que no están. Sentir que estás en otro lugar, en otro país, que no se pudo recuperar… Malvinas es un lugar muy triste. Fueron meses de preparación. Cuando terminamos la travesía fue alegría, en ese momento nos dicen que 50 toneladas de alimentos –por cada brazada que dimos- iban a llegar a los refugiados de Lampedusa. Fue un trabajo en equipo, las olas eran intensas. Pudimos llegar porque lo hicimos juntos. Ninguno hubiera podido sólo. En esta cultura de encuentro, el deporte es un lugar privilegiado. Sin rivalidades, con un objetivo en común. Cuando el deporte se une con la fe es capaz de hacer posible lo que parece imposible. En el momento de pensar una guerra, si se pudiera sentar a dialogar, quizás se evitarían muchas guerras. Pienso en todo tipo de guerras, en poder escuchar al otro”, analizó.
Compromiso y transformación
Damián Vidano identificó que todos los convocados estaban trabajando en ayudar a los demás desde lo deportivo pero con un compromiso social, por el deseo de transformar las cosas.
“La misa que celebré en el cementerio de Darwin, fue un momento muy fuerte. Ver en ese momento lo trágico de la guerra, que es la muerte de los inocentes. Le pedí a Dios que les de fortaleza a los familiares y ex combatientes. El dolor permanece. Otro momento es el recorrido por la isla y ver las secuelas de la guerra. También tuvimos todos los días encuentros con los pobladores, con los isleños, y a pesar de que son personas frías, como el tiempo allí, al dialogar, notás que en definitiva son personas, que sienten, que viven, que luchan y que la vida les cuesta”, expresó.
“Fue un gesto simple y arduo. Cada uno de nosotros está en la vida por algo, tiene su misión, potencialidades que pueden transformar la vida de los demás. Fue una experiencia que nos impulsó a que cada uno sigamos creciendo en eso. El diálogo y el encuentro es fundamental para crear un mundo con un poco más de paz, somos hermanos. Doy gracias a Dios por la experiencia y ojalá se pueda replicar en otras oportunidades”, concluyó. (El Norte)