(Por Andrés Lavaselli- DIB)Para usar una metáfora gastada: un fantasma recorre la provincia de Buenos Aires. Se llama Javier Milei. O, más bien: los votantes de Javier Milei. Se trata un colectivo en formación, que incluye sobre todo a jóvenes, muchos pertenecientes a sectores populares descontentos. Una novedad sociológica definitoria de un tiempo en que ser “de derecha” ya no es vergonzante. En que en otra época hubiesen sido público cautivo del peronismo o la izquierda. No lo son, pero aún así se transformaron en un quebradero de cabeza para la conducción de Juntos por el Cambio, donde temen que terminen siendo la llave de la reelección de Axel Kicillof.
En la Provincia ya existe un candidato ultra liberal: el también diputado José Luis Espert (Avanza Libertad), que ya se lanzó para Gobernador. Curiosamente, no es él quien aparece como una luz amarilla en el semáforo de Juntos, sino su colega Milei (La Libertad avanza), que no tiene todavía representante designado para la pelea bonaerense. ¿Por qué? Sencillo: sin hipótesis de acuerdo entre ellos, Espert carece de referente nacional y por eso no mide mucho; además, orbita siempre en torno a Horacio Rodríguez Larreta, que podría habilitarlo a jugar en una interna propia, si supera el rechazo radical.
Pero cuando algunas encuestas preguntan por “un candidato de Milei” en la Provincia, aunque no pongan nombres propios, el porcentaje no baja de 10. Y él mismo, como candidato presidencial en el distrito, está en el orden del 24%, liderando con claridad entre los menores de 25 años. Así, la tracción positiva que podría ejercer sobre quien lo represente aquí sería poderosa. Y eso es lo que, paradójicamente, lo transforma en un desafío para Juntos, porque en una elección donde no hay balotaje podría dividir el voto opositor y permitir la victoria oficialista, lo que hoy casi equivale a decir la reelección de Kicillof.
Es una hipótesis que se refuerza porque la elección pinta muy pareja: el Gobernador no baja de 30 puntos en ninguna medición. El razonamiento tiene una objeción posible: la PASO podría jugar como una primera vuelta e inducir un comportamiento “estratégico” que unifique voto opositor (que globalmente es mayoritario) en la general. Pero eso no convence a la dirigencia de Juntos, que ya plantea dos opciones para conjurar un peligro que sienten como bien real. 1) Mauricio Macri preguntó si el candidato de Milei en PBA podría ser también el de Juntos. Un diseño en “Y”. Difícil, porque las colectoras están prohibidas. 2) Martín Tetaz propuso que vayan por separado a las PASO –el/los candidatos de Juntos en la suya, el/la de Milie por La Libertad…) pero que en la general solo se presente quien más votos obtenga. Viable, en términos legales, pero complejo políticamente: ¿cuál sería el lugar para la UCR, que acaba de lanzar a Maxi Abad como su primer candidato a gobernador formal? ¿Por qué se bajaría un postulante que saque menos que otro en una interna ajena, sobre todo si tienen números parejos y no hay ninguna ley que lo obligue a dar ese paso?
El premio, es cierto, sería grande: llegar con una oferta unificada. El recuerdo de María Eugenia Vidal, que en la PASO de 2015 fue sola alienta a quienes militan esa opción, porque la “guerra” entre Julián Domínguez y Aníbal Fernández, perjudicó al peronismo, que nunca pudo reponerse de ese primer golpe.
¿Más unificado?
Tal vez no sea casual la intencionada filtración de la preocupación del macrismo por Milei. En en PRO hay sectores que imaginan una conversación entre Diego Santilli y Patricia Bullrich, porque ella mide cada vez mejor pero sus candidatos lanzados (Grindetti, Iguacel y De La Torre) no tanto, mientras que el “Colo” tiene más intención que Horacio Rodrñiguez Larreta según algunas encuestas que guardan bajo siete llaves.
Es unificación de un candidato PRO para la PASO, tal vez quimérica porque es difícil que la acepte el jefe de Gobierno contrasta con lo que está pasado con Axel Kicillof en el FdT. En Pinamar, los alcaldes massistas le aseguraron su apoyo, en tanto sector, en la pelea interna del FpV. Fue el plano reservado de un operativo clamor que se viene acelerando desde las últimas semanas de diciembre, protagonizado por intendentes peronistas, muchos ellos pesos pesados en términos electorales-demográficos. Al mismo tiempo, su rival, el jefe de Gabinete Martín Insaurralde, debió suspender el lanzamiento de una Liga que tenía como misión implícita apoyar su carrera, básicamente por falta de quórum. Prometió, a cambio, una reunión del PJ, con su jefe Máximo Kirchner –que hasta ahora no parece estar haciendo mucho por impulsarlo- a principios del febrero. Se verá.
Otro indicio para el mismo juego: la declaración del ministro Andrés “Cuervo” Larroque cuando dijo, hace tres días, que hay que “romper la proscripción” de la vicepresidenta Cristina Kirchner. El día clave es el 24 de marzo. Y si hay de la movilización de esa jornada surge una presión que le da la excusa o la convence (a los efectos prácticos importa poco la diferencia) de rever su decisión de ausentarse de las boletas. De ocurrir, dicen, podría acoplarse a la oferta bonaerense, por vía legislativo. De ocurrir, Kicillof tendrá otro motivo para alegrarse.