En el marco de diversos convenios y asesoramiento a la Justicia en causas donde se investigan crímenes de lesa humanidad cometidos en la última dictadura cívico-militar, grupos de trabajo del INTI visitan, relevan e intervienen edificios convertidos en Espacios de Memoria. El compromiso y el trabajo de conservar las estructuras que aún tienen mucho por contar.
Marianela Ríos (Agencia CTyS-UNLaM)- Una pared hinchada por la humedad se escama. Deja caer pedacitos de láminas de pintura de a poco, como si la rechazara. Al descubierto queda una línea, dos, tres. Un número de teléfono, un dibujo completo, la palabra “fe”.
Los ex Centros Clandestinos de Detención (CDD), transformados en Espacios de Memoria, son testimonios en sí mismos que deben ser conservados. En esa tarea se encuentra un grupo interdisciplinario de técnicos y profesionales especializados del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), que realiza peritajes, capacitación y restauración de estos patrimonios con el rigor científico como sello de garantía.
Se trata de un trabajo integral y transversal que vienen realizando desde hace varios años, en pos de contribuir con los equipos de preservación de estos lugares. “En los últimos meses, se firmó un nuevo convenio y lo que estamos haciendo es visitar cada uno de los sitios y ver qué tecnología y tipo de asistencia podemos brindar”, cuenta Silvia Velázquez, arquitecta y directora de Evaluación y Rehabilitación edilicia del INTI, a la Agencia CTyS-UNLaM.
Según los requerimientos y consultas de cada espacio, profesionales y técnicos especializados en obras arquitectónicas, pinturas, textiles, maderas, cauchos, plásticos, rocas ornamentales, metales e instalaciones termo mecánicas, entre otras, ponen al servicio sus conocimientos para estudiar, proteger y descubrir datos que contribuyan a reconstruir el pasado.
Detrás de las marcas del horror En el marco de estas acciones para acompañar los procesos de Memoria, Verdad y Justicia, el INTI también intervino como perito técnico en causas de lesa humanidad. La ex ESMA 3 fue una de ellas.
Mónica Pinto es jefa del Departamento de Diseño de Materiales de la Dirección Técnica Materiales Avanzados del INTI y el trabajo de su equipo fue clave en la investigación judicial: analizaron los esquemas de pintura aplicadas en las paredes de las salas Capucha y Capuchita que se habían desprendido, dejando visibles inscripciones de las personas que habían estado allí detenidas tomando como prioritario si se repetían los esquemas de pintado en las zonas solicitadas por el juzgado.
El lugar en el que desarrollaron estas acciones fue el ex Casino de Oficiales, el epicentro de las torturas y donde mantenían secuestradas a las personas. Este espacio sufrió numerosos intentos de borrar cualquier rastro de su funcionamiento. Gran parte de las modificaciones se realizaron en 1979, para ocultar el campo de concentración ante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a la Argentina. “Antes de retirarse de la ESMA, los militares ordenaron pintar todas las paredes, pero afortunadamente, después de años, esas pinturas externas se cuartearon, dejando expuestos dibujos y mensajes.
Nuestro trabajo concreto fue verificar si esas marcas fueron realizadas sobre pinturas componentes de las capas internas de las pinturas aplicadas, porque se pretendía alegar que habían sido plantadas”, relata Pinto y aclara que, para analizarlo, se tomaron muestras de un milímetro cuadrado, para no alterar el edificio, que constituye una prueba judicial. Otras de los espacios en los que encontraron inscripciones fue donde llevaban a los detenidos que obligaban a trabajar falsificando documentación y en la sala de espera de las mujeres embarazadas.
“Ese lugar lo llamaban el Salón del Rostro, porque una de las detenidas desaparecidas había dibujado una cara masculina, de 60 por 40 centímetros.
El dibujo parecía realizado en lápiz, pero, al no contar con una técnica apropiada para la identificación de carbono, no pudimos asegurar que lo fuera. También encontramos un material ubicado sobre el trazo, del cual pudimos detectar su naturaleza orgánica, pero sin poder identificarlo. Desde el equipo de conservación nos contaron que, a veces, usaban migas de pan, por lo que sería probable que se tratara de dicho material, y éste haya contribuido a la perdurabilidad sobre el muro”, detalla.
Uno de los hitos comentados desde las autoridades del Museo es la reconstrucción de un número telefónico escrito en una de las paredes. Gracias al trabajo del equipo de conservación de la ex ESMA, pudieron identificar a la persona que lo había dejado y, por ende, contactarse con su familia.
“Fue una tarea ardua porque, en los años ‘70, los números telefónicos tenían un dígito menos. Pero empezaron a buscar en los archivos de ENTEL y lograron dar con ella y, así, confirmar que había estado allí detenida”, resalta. Recientemente, desde el INTI también entregaron el Informe de Seguridad contra incendios del Museo Sitio de la Memoria ESMA, como parte de su apoyo a la candidatura para convertirse en Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, con el objetivo de visibilizar internacionalmente los crímenes cometidos por la última dictadura militar.
El compromiso por develar lo oculto Uno de los sitios donde trabajan actualmente es el ex CCD Club Atlético, que funcionó en el sótano del edificio del Servicio de Aprovisionamiento y Talleres de la División Administrativa de la Policía Federal Argentina, ubicado en la avenida Paseo Colón, entre Cochabamba y San Juan, en plena ciudad de Buenos Aires. El edificio fue demolido en 1978 para la construcción de la autopista 25 de mayo, pero sus restos, que habían quedado tapados por una montaña de tierra, fueron recuperados años más tarde. “Allí se está viendo cómo estabilizar el sitio, así que están interviniendo especialistas en geología por el estado del suelo y las napas freáticas -que son las primeras capas de agua subterránea que se encuentran al realizar una perforación-, porque hay declaraciones de que han habido inundaciones en la zona.
Una vez que esté todo estabilizado, se podrá hacer un relevamiento termográfico que nos permita observar, por ejemplo, si algunos muros fueron modificados de su estado original o si había una puerta o ventana y después se cerró”, precisa Velázquez. Para ambas especialistas, trabajar en estos espacios es distinto a cualquiera otra experiencia que hayan tenido. Los sentidos se disparan hasta conmover.
“Trabajar esos días ahí fue terrible. Yo tengo 63 años y pensaba en que podría haber tenido un amigo o, incluso, yo misma haber podido experimentar esa horrible experiencia. Como contracara, uno siente la satisfacción de haber podido colaborar con la justicia en estas causas”, reflexiona Pinto. Por su parte, Velázquez enfatiza en el aporte de las herramientas científicas y tecnológicas y su correlato con el compromiso de cada técnico.
“Esto es un inicio. Se pueden desarrollar técnicas nuevas, aprovechando la formación del INTI, para dar respuesta a las consultas del personal que trabaja en la conservación de estos sitios. Ir a estos lugares te moviliza. Por eso, hay una entrega enorme de todos los grupos de investigación para preservarlos, cuidarlos y develar lo que surja, porque son testimonios de la historia y ahí estamos para trabajar sobre ellos”, concluye.