(Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB )“Los Hobbits habían vivido en un principio en cuevas subterráneas, o así lo creían y en esas moradas se sentían a gusto”, cuenta J.R.R. Tolkien en el prólogo a “El señor de los anillos”. Los pueblos que han morado en cuevas pertenecen, para el pensamiento contemporáneo, a la literatura o a la prehistoria troglodítica. Lo cierto es que se conocen habitantes de estos lugares en épocas muy cercanas en muchas partes del mundo y en nuestro país hay una ciudad en la provincia de Buenos Aires donde la gente vivió en cuevas hasta fines del siglo XIX: Carmen de Patagones. Los maragatos todavía conservan restos de cuevas en gran parte del centro histórico, además de la zona de Laguna Grande, que son un imán para curiosos, viajeros y, sobre arqueólogos, que pueden conocer cómo vivían los colonos españoles en aquellas tierras donde comienza la Patagonia.
Esta historia comenzó bajo el reinado de Carlos III en España (1759-1788). Después de la Guerra de los Siete Años, uno de los primeros conflictos globales coloniales, Francia e Inglaterra empezaron a mirar con buenos ojos la zona más austral de América, el extremo de la Patagonia. Entonces, en 1778, dos años después de establecido el Virreinato del Río de La Plata, la Corona decidió el lanzamiento del Plan Patagónico, que crearía tres enclaves estratégicos cercanos a la costa oceánica: el fuerte de Nuestra Señora del Carmen en el río Negro, San José en Península de Valdés y la colonia y el fuerte de Floridablanca en Bahía San Julián. Los últimos dos poblados fueron abandonados con el tiempo, pero Nuestra Señora del Carmen prosperó.
El programa fue en Galicia, Asturias y Castilla y León. Se reunieron 200 familias que salieron del puerto de La Coruña. De las 1.921 personas que, entre hombres, mujeres y niños, partieron desde allí solamente se destinaron 134 al Fuerte del Río Negro. Había migrantes de varias ciudades, pero los que pasaron a la historia y le dieron su gentilicio a Carmen de Patagones llegaron de la Maragatería, región al noroeste de la provincia de Castilla y León, y paso obligado de comunicación y comercio entre Galicia y Asturias.
Los maragatos se constituyeron en una sociedad fuerte y cerrada, prácticamente endogámica, y celosa de sus tradiciones. Tal es así, que siguieron respetando la bandera española tras la Revolución de Mayo y entre 1812 y fines de 1814 Carmen de Patagones estuvo desvinculada de Buenos Aires.
Viviendas alternativas
Al llegar a su destino las familias españolas se enfrentaron con la ausencia de los recursos prometidos y los primeros colonos no tuvieron acceso a los materiales necesarios para construir casas. Como en la zona no abundan la madera y las rocas, aprovecharon el paisaje y se volcaron a la costa de arenisca. Las paredes blandas les permitieron labrar cuevas o ampliar las ya existentes y se instalaron allí durante muchos años.
Según cuenta la arqueóloga María Laura Casanueva las casas recién comenzaron a levantarse a fines del siglo XVIII, cuando ya habían transcurrido casi veinte años desde la llegada de los primeros pobladores. Pero a las cuevas no las abandonaron, ya que fueron habitadas por nuevas familias, especialmente de escasos recursos.
Aún durante la segunda mitad del siglo XIX se vendían y alquilaban cuevas en Patagones y hay testimonios de su uso hasta fines de ese mismo siglo. Hacia 1900 las cuevas estaban deshabitadas casi en su totalidad, muchas de ellas se habían derrumbado y otras fueron reforzadas por sus dueños con muros y bóvedas de ladrillos para evitar su derrumbe.
En el centro histórico
Al día de hoy, en el llamado centro histórico de Carmen de Patagones se observan cuevas en los fondos de muchas propiedades, donde sirven como almacenamiento o corrales para animales pequeños. Las estructuras son de una única cámara, de entre 10 y 30 metros cuadrados de superficie.
En algunos casos han sido subdivididas posteriormente y sufrieron modificaciones estructurales importantes, como el piso de tierra original cubierto por ladrillos, paredes apuntaladas y vigas en los techos. Muchas de las cuevas de este sector se encuentran tanto en espacios de protección patrimonial como en propiedades privadas. La más conocida y visitada es la del Museo Histórico Regional Emma Nozzi, pero también hay otras en la Casa de la Cultura, el Rancho Rial, la calle Bernardino Rivadavia, el predio de la antigua Cofradía de las Ánimas y en fondos de patios particulares.
En tanto, en Laguna Grande solo se conocen dos cuevas, pero llama la atención que presentan varias cámaras y las estructuras tienen revestimiento de ladrillos tanto interno como externo.
En las cuevas se han hallado restos de la vida cotidiana, como envases de vidrio y vajilla y loza. De hecho, se encontraron fragmentos de una botella del licor Hesperidina, lo que indica su uso al menos allá por 1870.
Fortaleza y orgullo
¿Por qué los habitantes de Patagones se acostumbraron tan rápido a vivir de esta manera? Según los especialistas, una hipótesis es que los caserones de la Maragatería española tienen ventanas pequeñas y una sola puerta. Así, se acostumbraron a vivir con poca luz y poca circulación de aire. Casi como una cueva. De esta forma, para ellos no fue un lugar donde estar de manera transitoria, sino un refugio, frente a la esperanza casi nula de recibir ayuda del Estado español y de regresar alguna vez a los montes donde habían nacido.
Las cuevas maragatas al día de hoy siguen siendo un orgullo de Carmen de Patagones, el recuerdo de su pasado como comunidad unida e invencible.