(Por Marcelo Metayer, de la Agencia DIB) La Plata nació un 19 de noviembre de 1882 a las 3 de la tarde. Es decir, bajo el signo de Escorpio, con la Luna en Piscis y el ascendente en Aries. Este detalle puede parecer intranscendente, pero no lo es tanto si se considera que los fundadores de la ciudad eran masones y, por lo tanto, devotos de las ciencias herméticas, entre las que se halla la astrología. La principal de esas disciplinas es la geometría; de hecho un reciente libro que habla de los inicios de la masonería en La Plata se llama “La ciudad de los geómetras”. Esos sabios hicieron su aporte al símbolo masónico más importante de la capital bonaerense: su mismo plano, ese cuadrado cortado por líneas diagonales y con avenidas y plazas en intervalos regulares. Su historia y sus figuras son motivo permanente de investigación y, también de polémica.
Se afirma que el trazado de La Plata, del que tanto se habla y al que destacan los locales como “perfecto” y los foráneos como “laberíntico”, es obra del ingeniero Pedro Benoit. Pero en realidad su historia es más larga y compleja. Empezó en cuanto Rocha hizo conocida la decisión de crear una nueva capital para la provincia de Buenos Aires, en 1881. Cuando se enteró de esto el arquitecto Juan Martín Burgos, un profesional que se había formado en Europa y EE.UU., y que estudió planos antiguos de ciudades ideales, decidió enviarle al gobernador su propio proyecto titulado “La Nueva Capital de la Provincia”, que además publicó en el diario El Nacional.
Ese plano fue la base del adoptado por Dardo Rocha para el trazado definitivo de la ciudad. Pero esto fue reconocido recién en el año 2000 y gracias a una presentación del ingeniero Antonio Corrado ante el Concejo Deliberante de la capital provincial.
¿Por qué entonces Benoit figuró desde siempre como el autor? En 1889, en conmemoración del centenario de la Revolución Francesa, se realizó en París una Exposición Universal. Argentina presentó, entre otras maravillas, un plano de la nueva capital. La copia del plano original la empezó a realizar el agrimensor Carlos Glade, a cargo de la Oficina de Geodesia del Departamento de Ingenieros, pero no llegó a finalizarlo. Esta tarea recayó en la Dirección Ejecutiva de Obras de La Plata, que le agregó al dibujo la frase “proyecto del ingeniero Pedro Benoit”. Este detalle fue resaltado por el historiador José María Rey en “Tiempos y fama de La Plata”, editado en 1957, y desde entonces se presumió como verdad histórica.
FranceVille
El prolífico escritor Jules Verne (1828-1905) también aportó su granito de arena, de manera involuntaria, a esta discusión. Porque en “Los 500 millones de la Begún” (1879), el francés describe la ciudad de FranceVille con avenidas y plazas ubicadas a seis manzanas unas de otras y amplias calles para que circule el aire. Son largos párrafos en los que parece que estuviera hablando de La Plata, tres años antes de su fundación.
Se especula con que este texto, también, pudo haber influido en Juan Martín Burgos y en Pedro Benoit para el diseño de la nueva capital.
Como curiosidad, el psiquiatra Arturo Phillip publicó en 1991 “France-Ville, la ciudad maldita”, en la que se mete con otros misterios platenses como la tan mentada maldición que impide que los gobernadores bonaerenses lleguen a la Presidencia de la Nación.
Los albañiles
El plano de Juan Martín Burgos, que tenía simetría radial, se modificó en dos cuestiones fundamentales. Una fue la anexión del sector del Bosque, sugerencia del mismo Dardo Rocha. Y la otra fue el añadido de dos diagonales más, lo que creó sobre el trazado un dibujo muy particular: la escuadra y el compás entrecruzados. A estos instrumentos de construcción –la palabra francesa maçon significa “albañil”-, se les agrega otra línea más desde el centro al Parque Vucetich, hacia el sudoeste, que forma una plomada. Para varios autores, son la prueba fundamental de la acción de la masonería en la fundación de la ciudad: dejaron su “firma” en el plano. Estos símbolos, incluso, están en la tumba de Pedro Benoit en el cementerio porteño de La Recoleta.
Estos geómetras dejaron más signos en el plano de la ciudad. Así, es posible encontrar en el trazado una “vesica piscis”, el número áureo o el número pi, todas relaciones matemáticas y herméticas de mucha importancia. Incluso, la ubicación de las plazas semeja al Árbol de la Vida o Sefirótico de la Cábala, la escuela judía de pensamiento esotérico. Además, así también están representadas las posiciones de los dignatarios durante una “tenida” o reunión masónica.
Palabras de oscuridad
No todas parecen ser buenas noticias. Al menos así lo afirmó el autor del libro más conocido y menos leído sobre los misterios de la ciudad de las/los diagonales, Gualberto Reynal. En “La historia oculta de la ciudad de La Plata”, este poeta devenido en cronista de misterios aseguró que en el plano platense los miembros de la masonería ocultaron oscuras palabras y frases. Para ello habrían utilizado un sistema de cifrado muy antiguo, que también usan los boy scouts: se traza una grilla como la del ta-te-ti y dentro se ponen las letras del alfabeto. La ubicación de la letra en la grilla produce un símbolo, formado por dos, tres o cuatro líneas y en algunos casos un punto. Reynal utilizó este código en el damero que forma el plano de la ciudad y encontró las expresiones “caos”, “Pandora” (por el famoso mito griego), “La Niña” (fenómeno atmosférico) y aun “Gog y Magog” (gigantes mencionados en el libro del Apocalipsis, del Nuevo Testamento).
No fue lo único. Gualberto Reynal también habla de que las plazas ubicadas cada seis cuadras forman el “número de la Bestia” o 666, también citado en el Apocalipsis. Además, que el centro de la ciudad quede en la avenida 13 implica, según él, “la destrucción y la muerte” que querían los masones. Ya que considera a la orden, desde su punto de vista ultracatólico, como satánica y traedora de horrores.
El caso es que el trazado de la capital bonaerense esconde muchos secretos. Algunos ven sabiduría y conocimiento hermético. Otros, anarquía y espanto. Quién sabe qué encontrará el futuro cuando contemple las líneas que soñaron Burgos, Benoit, Rocha y tantos otros. (DIB)