Un proyecto liderado por una investigadora del CONICET La Plata promueve el consumo de especies marginadas que crecen silvestres en la ciudad, como diente de león o algunos tipos de achicoria y lechuga.
“El proyecto tiene que ver con un grupo de plantas que la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) llamó NUS, es una sigla en inglés, que quiere decir ‘especies marginadas o infrautilizadas’. Son especies que, o bien se cultivaron y utilizaron en otra época, en una escala mayor, y fueron relegadas por el ingreso de otros cultivos, o bien su utilización es desconocida por el gran público y se consumen muy limitadamente, a escala familiar o regional. Un ejemplo es el zapallito, que se cultiva en Argentina y Uruguay, y es desconocido en otras partes del mundo”, explicó a Radio Universidad de La Plata la investigadora del CONICET, María Leila Pochetino.
La científica puntualizo además que el proyecto del que forma parte se focaliza en trabajar con ese tipo de plantas, “ya sean silvestres o cultivadas. Por un lado, están las plantas que crecen solas, cuyo valor alimenticio desconocemos y que son las que encontramos en los baldíos, que son malezas, como el diente de león o la achicoria silvestre, y después están cultivadas como ornamentales, que son frutales, como la mora o los nísperos. Dentro de las cultivadas, algunas son características de algunos grupos, como los inmigrantes chinos, bolivianos, peruanos, y que tienen mucho que ver con la conservación del patrimonio alimentario. La difusión de estos saberes a escala mayor, potencia la conservación de estas plantas”.
En Argentina hay entre 150 y 200 variedades de plantas y hortalizas que entran en la categoría de NUS. “Cuando hablamos de ‘puesta en valor’, nos proponemos avanzar en su identificación, utilización y búsqueda de nuevos modos de producción y desarrollo de productos derivados. El énfasis está puesto en la flora local, ya sea nativa o no, para lograr que forme parte del repertorio alimenticio de cada región”, señala Pochettino. Como denominador común, las especies que se incluyen tienen un gran valor nutritivo que, dependiendo de la parte que pueda aprovecharse, será mayor en proteínas, en el caso de los granos; almidón en aquellas que permitan el consumo de sus raíces o tubérculos; y fibras si lo que se come son las hojas. Los cultivos de fruto, por su parte, serán fuente de otras tantas vitaminas y minerales. Lo interesante es que todos esos compuestos se encuentran en concentraciones mucho más altas que en las frutas y verduras de la verdulería, precisamente debido a que no han sido adaptadas a la producción a gran escala.
En cualquier terreno baldío de la ciudad puede encontrarse diente de león y achicoria silvestre, ambas con una composición muy similar a algunos tipos de lechuga. Otras especies locales que se incluyen son el árbol del tala, con cuyas hojas se elabora un licor; el mburucuyá, fruto comestible de la pasionaria; y la carqueja, para hacer bebidas amargas. También figuran las moreras, pensando no solo en aumentar el consumo de moras, sino en promover el de sus hojas, ideales para la preparación de buñuelos o tartas. “Crecen casi de manera espontánea y están totalmente desaprovechadas como alimento”, agrega Pochettino. (InfoGEI)